Editorial Amanuta, 20 años de éxito contra los libros ‘tristes’ para niños en Chile
Premiada en la feria de Bolonia como la mejor editorial infantil y juvenil de América Latina no le hace el quite a los temas complejos. Sus fundadoras reflexionan sobre la autocensura y las temáticas en boga
Amanuta ganó a comienzos de marzo el premio de la mejor editorial infantil y juvenil de América Latina de la feria de Bolonia (Italia). La psiquiatra infantil Constanza Recart y la ingeniero comercial Ana María Pávez decidieron fundarla hace 20 años cuando estaban buscando textos para sus hijos y se dieron cuenta que la oferta cultural para niños era “muy triste, muy pobre” en Chile. En un mercado dominado por la oferta europea, crearon a pulso un libro sobre las tradicione...
Amanuta ganó a comienzos de marzo el premio de la mejor editorial infantil y juvenil de América Latina de la feria de Bolonia (Italia). La psiquiatra infantil Constanza Recart y la ingeniero comercial Ana María Pávez decidieron fundarla hace 20 años cuando estaban buscando textos para sus hijos y se dieron cuenta que la oferta cultural para niños era “muy triste, muy pobre” en Chile. En un mercado dominado por la oferta europea, crearon a pulso un libro sobre las tradiciones precolombinas protagonizado por una llama del altiplano de Los Andes. Lo escribieron ellas y, a falta de ilustradores en aquella época, le encargaron las imágenes a estudiantes de diseño. Apostaron por una tapa dura, papel de buena calidad, cuatro colores. Una vez listo, tocaron puertas para comercializarlo. “Nos empezaron a desvestir el producto, porque la confección era muy cara. Nos desincentivaron, así que dijimos: hagamos nuestra propia editorial”, explica Recart.
La propuesta de poner en valor el patrimonio cultural chileno les trajo problemas. “Desde un principio tuvimos temas de censura. Los mitos y leyendas criollos son historias duras, impactantes. Había gente que nos cuestionaba que se muriera el personaje, por ejemplo”, recuerda la psiquiatra, acompañada de su socia en la librería de una de las principales calles del municipio de Providencia, en Santiago de Chile. Tras dos décadas trabajando juntas, se complementan las frases de manera orgánica. “Hicimos una versión de la Caperucita Roja con los textos de Gabriela Mistral. La historia real de Charles Perrault es durísima y Mistral no censura… El Gobierno nunca nos ha comprado ese libro. Los papás a veces lo devuelven. Nos preguntan por qué no aparece el cazador. Uno tiene que aceptar que al hacer una propuesta original no será un best seller”, añade Pávez.
Aclaran que no crean libros escandalosos, solo tratan a los niños y jóvenes como personas, no como “medias personas”. “Las personas tienen derecho a tener acceso a la información, [en este caso] mediado por un adulto. Ninguno de nuestros libros, al igual que los de Roald Dahl, tiene nada que un niño no esté preparado para escuchar y ver. Además, supuestamente hay un adulto que hace la selección y con quién dialogar”, afirma Recart, en alusión a la polémica que generó el anuncio de la editorial Puffin, la subsidiaria de literatura infantil del gigante Penguin Random House, sobre alterar adjetivos o descripciones físicas de algunos de sus personajes de los textos de Dahl. Tras un alud de críticas, Puffin reculó.
El aumento de la persecución de temáticas que puedan resultar polémicas en la literatura infantil, como acusaron editores y autores de todo el mundo en la feria de Bolonia, va a traer consecuencias, prevén las fundadoras de Amanuta. “Hay editoriales que van a seguir haciendo lo que quieran y otras que van a ir respondiendo al mercado. Que harán lo que sea para que un libro entre en las escuelas”, señala Pávez. Sobre el temor de los autores, plantea que algunos van achicar su espectro y van a ser mucho más restrictivos, autocensurarse.
Las socias han publicado libros sobre el Niño del plomo, un menor que fue ofrendado en honor al dios inca Inti (Sol) y enterrado vivo a 5.400 metros de altura hace más de 500 años en el Cerro el Plomo, en Santiago, o sobre Violeta Parra, que se suicidó. “Tratamos de presentar los temas complejos de una manera sutil, responsable, con doble lectura, para que cada uno, con su desarrollo cognitivo, logre hacer su propia lectura”, sostiene Recart. Sobre un libro que aborde el cambio de género, por ejemplo, aseguran lo han conversado y lo tienen en el horizonte, pero todavía no se sienten capacitadas para hacer uno que las deje contentas.
La fórmula de Amanuta ha arrojado buenos resultados. Desde aquel libro de la llama han publicado otros 200. Hace 10 años que ya no solo abordan temáticas locales, sino latinoamericanas. En Chile, los venden de Arica a la Antártica, del extremo norte a la punta sur. El Centro de Recursos para el Aprendizaje (CRA) del Fondo del Libro ha sido fundamental en su expansión. Las compras del Gobierno tienen sus textos ilustrados en las bibliotecas y escuelas públicas de gran parte del país. Y con la ayuda de Pro Chile y el Ministerio de Cultura han logrado asomar la cabeza en el extranjero en medio de un mar de publicaciones. Sus obras se comercializan en una decena de países hispanoparlantes y han sido traducidas a otra decena de idiomas, como el alemán, inglés y chino. A veces son ellas las que tienen una idea y la materializan, otras veces vienen de autoras y otras de ilustradores.
En los 20 años que llevan en la industria, su diagnósticos sobre la demanda chilena en la literatura infantil “no ha variado mucho”: princesas, dinosaurios y unicornios. Por eso, intentan estrujar sus viajes a las ferias internacionales para sacar ideas y comprar derechos. Por ejemplo, el tema de las emociones es uno de los que circula desde hace un tiempo. Por eso se trajeron Los sentimientos, un libro polaco que ha tenido un éxito en Europa y con el que les ha ido muy bien en Chile. De siembra propia tienen Empatía y en otros temas contingentes, como el cambio climático, crearon Ecos verdes, que aborda el cuidado ambiental.
“Son apuestas que hacemos: temas latentes que no han llegado al mundo infantil. Con unos nos ha ido bien y con otros nos ha ido pésimo”, reconoce Recart. En Chile, su mayor éxito es Mi cuerpo habla, un libro para niños muy pequeños donde se exploran las diferentes partes de cuerpo a través de gestos y acciones. Eso sí, ha sido el “más controvertido”. En una imagen aparece una niña frente a un espejo que dice: “Así me veo linda”. Junto a ella, hay un niño haciendo una mueca que dice: “Así me veo feo”. “Esa página nos ha quitado el sueño”, reconoce Pávez, sin poder creer lo que está diciendo.
Las quejas que han recibido van desde por qué dar espacio a un contenido negativo hasta la diferenciación que hacen entre hombres y mujeres. “¿Cuándo se detiene esto?”, se preguntan. Cada vez que lo reeditan, tienen problemas. La autora del texto, la psicóloga Patricia Fernández, se niega a cambiarlo. Una bandera de lucha casi invisible ante las presiones que enfrenta la industria de la literatura infantil. Por eso, ven en el horizonte dos alternativas: la de las editoriales que se van a autocensurar por una mayor ambición comercial, y otras, más chicas, como la suya, no van a caer en eso porque pueden sobrevivir si alguien les achaca: “Por qué pusiste en el texto ‘Así me veo feo’”.