Hallado un moái en el fondo de una laguna de la isla de Pascua: “No hay memoria de un descubrimiento como este”
La milenaria escultura estaba cubierta por las aguas del cráter del volcán Rano Raraku, que se secó por la falta de lluvias y un incendio
Lo que esconden las profundidades del volcán Rano Raraku es, como suelen ser las cosas en la isla de Pascua, un misterio. Sin embargo, la crisis climática ha permitido revelar parte de él. La falta de lluvias durante los últimos años secó el humedal que albergaba el cráter volcánico, y ...
Lo que esconden las profundidades del volcán Rano Raraku es, como suelen ser las cosas en la isla de Pascua, un misterio. Sin embargo, la crisis climática ha permitido revelar parte de él. La falta de lluvias durante los últimos años secó el humedal que albergaba el cráter volcánico, y un feroz incendio arrasó con los juncos de totoras que se asomaban desde el fondo, dejando ver un moái de 1,60 metros de alto y 90 centímetros de ancho hasta ahora desconocido por la comunidad rapanui. También aparecieron otros artefactos y trozos de piedra que podrían pertenecer a otra majestuosa escultura. “Nunca pensamos que podíamos encontrar estos hallazgos arqueológicos en este lugar”, sostiene por teléfono Salvador Atan Hito, vicepresidente de la comunidad indígena Ma´u Henua, administradora del Parque Nacional Rapa Nui.
El incendio de octubre quemó más de 100 hectáreas de pastizales de la diminuta isla volcánica en medio del océano Pacífico y perjudicó unos 80 moáis. Para analizar las consecuencias, un equipo de voluntariado científico de las universidades de Chile, Andrés Bello y O’Higgins está colaborando con Ma’u Henua y la Corporación Nacional Forestal (Conaf). Fueron ellos quienes avisaron del hallazgo el 20 de febrero, que se hizo público esta semana.
El volcán Rano Raraku, formado hace unos 300.000 años, moldeó la identidad de la isla de Pascua al ser la cantera de los moái. Los ancestros rapanui construyeron las casi 900 estatuas de piedra volcánica que decoran el museo abierto más grande del mundo con el tipo de roca única del que está formado el volcán, la toba lapilli. Desde que los actuales habitantes tienen memoria, el cráter ha albergado en su interior una laguna de agua dulce que hace unos cinco años empezó a desaparecer producto de la disminución de lluvias. “Treinta años atrás, la pluviometría de Pascua era de 2.400 milímetros de agua anuales y hoy está en 1.200″, apunta Atan Hito.
La altura promedio de los moái es de unos 10 a 12 metros de alto. Hay uno que incluso supera los 20. Eso hace que el nuevo descubrimiento, mucho más pequeño, sea muy particular. Atan Hito supone que pertenece a la rama del Hoa Hakananaiʻa, el moái expuesto en el Museo Británico, de 2,4 metros de altura: “Son similares en contextura y forma. Ambos son distintos a los colosos tremendos de la isla”.
Qué hacer con el nuevo moái ha abierto un debate en Rapa Nui. El alcalde, Pedro Edmunds, que ha ejercido durante cinco periodos de manera itinerante desde 1994, sostiene que “no hay memoria reciente de un descubrimiento como este”. Y explica por teléfono que existen dos posturas: quienes creen que no hay que alterar la escultura y dejar que los ancestros descansen en paz —él pertenece a este grupo—, y quienes quieren investigarla científicamente. “Entiendo que la ciencia es la única forma de comprender más sobre cómo y cuándo la construyeron porque todo eso quedó en un gran misterio, pero en este caso en particular algunos queremos dejar las cosas como están”, plantea Edmunds, que le da la última palabra a las familias rapanui y el consejo de ancianos, los que hoy tienen la “tuición de la cultura rapanui” junto con la administración del parque.
Atan Hito cree que hay que separar lo que el pueblo siente, piensa y cree de lo científico: “Podemos hablar mucho sobre esto, pero los datos científicos nos ayudan a instalarnos en el tiempo y conocer la antigüedad de la escultura”. De todas formas, señala, las investigaciones requieren recursos que la comunidad Ma´u Henua no tiene. Pero al tratarse la isla de un patrimonio de la humanidad, como la declaró la Unesco a mediados de los noventa, Atan Hito cree que la responsabilidad de los estudios compete no solo a la administración del parque o al Estado chileno, sino al mundo entero.
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