De oferta en oferta para llenar el cesto de la compra en el país más caro de Latinoamérica
Los argentinos están atentos a decenas de promociones de bancos, billeteras virtuales, diarios y supermercados para saber dónde comprar más barato
Salir a hacer la compra en Argentina requiere una planificación superior a la habitual en otros países. Hace un par de años, la inflación de más del 200% interanual popularizó las grandes compras mayoristas con las que se ahorraba en bienes no perecederos. Hoy, los protagonistas vuelven a ser los supermercados, con grandes descuentos con los que buscan reflotar un consumo golpeado por los recortes salariales y el aumento...
Salir a hacer la compra en Argentina requiere una planificación superior a la habitual en otros países. Hace un par de años, la inflación de más del 200% interanual popularizó las grandes compras mayoristas con las que se ahorraba en bienes no perecederos. Hoy, los protagonistas vuelven a ser los supermercados, con grandes descuentos con los que buscan reflotar un consumo golpeado por los recortes salariales y el aumento de gastos derivados por la retirada de subsidios al transporte, la luz y el gas. Los precios de los alimentos son los más altos de Latinoamérica y llenar la cesta de la compra al menor costo posible requiere memorizar o buscar por Internet dónde conviene ir según el día de la semana que sea.
De lunes a viernes hay hasta un 30% de descuento si se paga en comercios con la cuenta de un banco provincial, pero hay un límite máximo por semana. Los lunes y miércoles, la tarjeta de un diario ofrece hasta un 15% de ahorro en algunos supermercados. Los martes y jueves hay una rebaja del 20% para los socios de la comunidad de otra cadena. La lista es larga y crece con los nuevos hábitos, como el uso de billeteras virtuales para pagar: las notificaciones recuerdan que cada día hay ofertas de hasta el 25% en algún lado, incluso los fines de semana. Una vez dentro del local, las propuestas continúan: hay productos a 2x1 y con un 50 y hasta 70% en la segunda unidad.
Ignorar esta maraña de descuentos puede desencadenar una discusión familiar, aunque para quienes tienen un presupuesto muy ajustado y varias bocas que alimentar ni siquiera es una opción: la cuenta a final de mes difiere demasiado y en Argentina la mitad de la población vive en la pobreza.
“Mi mujer me reta porque yo voy a comprar cualquier día”, cuenta Javier, padre de dos hijos. “Antes anotaba las promos en la heladera, pero ahora ya las sé de memoria” asegura Laura, secretaria que vive en pareja. “Llegué a tener seis tarjetas distintas porque algunas me servían para descuentos para ir de compras y otras para la peluquería”, agrega. Hay familias que abren cuentas bancarias a sus hijos para duplicar o triplicar el acceso a los descuentos con tope semanal y otras que siguen a cuentas que les avisan de las mejores ofertas. A los extranjeros les cuesta adoptar este hábito, pero admiten que llega a haber diferencias de precio de más del 50% en algunos productos, como la carne, según dónde y cuándo se compre.
La guerra de promociones no es nueva, sino que comenzó hace dos décadas, cuando los supermercados de Argentina arrancaron con una estrategia agresiva para atraer clientes tras la retracción sufrida por la crisis del corralito de 2001-2002. Las grandes cadenas pasaron de controlar casi el 50% del mercado de consumo masivo a finales de los noventa—sin contar productos frescos— a poco más del 30%, según datos de la consultora Scentia.
Brusca caída del consumo
El director de Scentia, Osvaldo del Río, cree que la situación actual se parece a la de la última crisis, cuando Argentina sufrió un desplome abrupto del consumo antes de dar señales de recuperación. “2024 fue el peor año de los últimos 30 años, con una retracción del consumo del 13′9%”, dice Del Río. “El primer bimestre de este año también fue negativo, pero vemos una desaceleración en la caída y pensamos que a partir de abril posiblemente habrá una recuperación de las ventas”, agrega.
Del Río señala que hay cadenas de supermercados que quieren dejar atrás la estrategia de descuentos asociados a tarjetas de todo tipo, pero duda que puedan hacerlo en el corto plazo sin perder muchos clientes, porque se trata de un hábito demasiado arraigado. Algo similar pasó con los mayoristas. Antes de que la inflación escalase por arriba del 50%, sus ventas suponían alrededor del 2% de las compras minoristas, pero en pocos años triplicaron el porcentaje y no hay signos de una marcha atrás inminente.
Para explicar esos hábitos, extendidos también a una clase media sin excesivos problemas económicos, hay que entender la idiosincrasia nacional, según el economista Guillermo Oliveto, especialista en tendencias sociales y de consumo. Oliveto cree que “en Argentina el consumo tiene una relevancia muy importante y está vinculado al humor social y a la política, es decir, a los votos”. Tiene que ver, señala, con un pasado de país rico y de clase media que choca con un presente en el que la pobreza gana terreno, con crisis cíclicas que han forzado una mirada cortoplacista y con una vocación de vivir bien y de disfrutar heredada de la cultura sud europea que trajeron los inmigrantes.
“En Argentina hay una tensión permanente entre lo que se quiere y lo que se puede e históricamente, por esa genética de país rico, se ha querido más de lo que se puede”, describe el director de las consultoras W y Almatrends Lab. “Se busca un consumo de acceso que se vincula a seguir perteneciendo a la clase media, a demostrar que no caí en la pobreza, que pude sobrevivir a las crisis y que cada tanto me doy un gusto. Entonces, como consumidores se busca distintas estrategias, como promociones, mayoristas, redes sociales, comercio electrónico, etc”, continúa.
El apoyo del 50% que retiene Javier Milei tras el drástico ajuste fiscal aplicado por su Gobierno es visto como un fenómeno inédito de consecuencias aún imprevisibles. Oliveto cree que no hubiese sido posible sin el quiebre que supuso la pandemia: “Hubo una intromisión del Estado de carácter moral, no sólo económica, al no dejar que los chicos fueran a las escuelas ni que las familias pudieran despedir a los fallecidos. Eso llevó a muchos a sentir que se había cruzado un límite y a votar a Milei aunque fuera como apretar el botón rojo. Un pensamiento de ‘esto así no va más, si tiene que explotar que explote”.
A ocho meses de las elecciones legislativas de medio término, el oficialista La Libertad Avanza lidera las encuestas. Sus partidarios creen que la motosierra era necesaria, aunque haya castigado sus bolsillos, y confían en recuperarse gracias al descenso de la inflación. Sus críticos lo dudan y temen un aumento de la desigualdad. Unos y otros, sin embargo, se cruzan en el supermercado, a la caza de las mejores promociones.