Inicia el juicio contra los acusados de intentar asesinar a Kirchner: “Yo quería matar a Cristina”
Los abogados de la expresidenta reclaman que se investigue a posibles financiadores del atentado
El 1 de septiembre de 2022, Fernando Sabag Montiel gatilló una pistola Bersa a centímetros de la cabeza de la expresidenta argentina Cristina Kirchner. La bala no salió porque el atacante, de origen brasileño y en ese entonces de 35 años, había olvidado colocarla en la recámara. Este miércoles, Sabag Montiel, su exnovia, Brenda Uliarte, y el jefe de ambos, Nicolás Carrizo, se sentaron ante el tribunal federal que deberá juzgarlos en Buenos Aires.
“La idea era matar a Cristina. Yo la quería matar”, dijo Sabag Montiel con frialdad en su declaración. Consultado por los motivos, enumeró sin apuro: “Porque es ladrona, porque es una asesina, porque llevó a la Argentina a la inflación. En lo personal me sentí humillado por pasar de ser una persona que tenía un buen pasar económico a ser un vendedor de copitos” de azúcar en la calle.
No hay muchas dudas de su responsabilidad material y la defensa buscará demostrar que no estaban en sus cabales cuando planearon el ataque. A los abogados de la expresidenta, el juicio no les convence del todo: llevan meses reclamando que también se investigue si detrás del magnicidio fallido hubo autores intelectuales vinculados a la política.
Por los tribunales federales pasarán unos 300 testigos. La cifra es enorme. El magnicidio fallido se produjo en medio de la muchedumbre que hace casi dos años se reunía cada día frente a la casa de Kirchner en Recoleta, un barrio acomodado de la capital argentina. Manifestaba así su apoyo a la expresidenta en el tramo final de una causa por corrupción en la que finalmente sería condenada. Sabag Montiel fue capturado por los seguidores de la expresidenta y su intento de magnicidio quedó registrado por las cámaras de televisión. Esas mismas cámaras mostraron como Brenda Uliarte se alejaba del lugar con disimulo. El análisis de los teléfonos móviles de los acusados llevó rápidamente a Carrizo, el tercer acusado. Carrizo era jefe de la pareja en un proyecto de venta callejera de copos de azúcar. En su primera declaración, dijo que no tenía idea de lo que tenían planeado sus empleados, pero los chats pronto demostraron que el plan de magnicidio tenía al menos dos meses de preparación y hasta un par de intentos fallidos.
“Voy a ir a la casa de Cristina y le voy a pegar un corchazo (un tiro). Si no soy yo será otro enfermito”, le dijo Montiel a su novia en un mensaje por whatsapp. Ella no se quedaba atrás. “Hoy me convierto en San Martin, voy a mandar a matar a Cristina. Mandé un tipo a matar a Cristina, no le pagué, él también está recaliente con ella”, le escribió a una amiga, en alusión a su novio. “Yo quería matarla y ella quería que muriese”, resumió Sabag Montiel cuando este miércoles le preguntaron por su relación con Blenda Uliarte. “Escuchó mis ideas y a donde quería llegar. Ella no estaba segura de lo que yo podría llegar a hacer, capaz ella lo tomó como un juego de niños, o una muestra de valentía para quedar bien con la gente y no como algo serio. Eso la complicó, pero no hubo un freno para decir ‘no hagamos esto’, podemos caer presos”.
Las conversaciones formaron parte de la lectura de los argumentos que la querella y la fiscalía presentaron para elevar la causa a juicio. Los acusados escuchaban en la misma sala enchapada en madera donde se juzgó el atentado terrorista que en 1994 destruyó la mutual judía Amia en Buenos Aires. Sabag Montiel, de barba larga, cabello desalineado y un abrigo rojo. Cuando tuvo cara a cara a los fotógrafos mostró un papel donde había escrito “me tienen secuestrado”. El responsable del disparo fallido se sentó lejos de sus abogados, solo, a unos cinco metros de Blenda Uliarte, su exnovia.
Vestida con un abrigo de motivos escoceses, Uliarte se mantuvo petrificada durante la audiencia, sin prestar atención a su defensor. Se puso de pie en un cuarto intermedio, para que le colocasen las esposas. Giró la cabeza y clavó la mirada perdida en los periodistas que seguían el juicio detrás de un vidrio de protección. Lo de Carrizo fue otra cosa: vestido de saco azul y camisa blanca, hablaba todo el tiempo con su abogado y no se estaba quieto. Está acusado de ser partícipe secundario del atentado, una especie de instigador de poca monta líder de Los copitos, como los llamó la prensa por vivir de la venta de copos de azúcar en plazas y parques.
El juicio tendrá un largo desfile de testigos. El momento estelar será la presencia de Cristina Kirchner, prevista para después del invierno. Este miércoles, estuvo representada por sus abogados, quienes insistieron en que se debe avanzar en identificar a los autores intelectuales del magnicidio fallido. “La jueza dividió la causa en dos y preservó todo lo que tiene que ver con la posible existencia de una línea política o económica detrás del atentado”, se queja Marcos Aldazabal, de la querella. “Lo que ha quedado afuera tiene que ver con distintas pruebas que fueron surgiendo a lo largo de estos casi dos años que podrían vincular a personas del ámbito político. El primer día de investigación se borró el teléfono del principal imputado en circunstancias que se desconocen. Hoy tenemos a tres personas que estuvieron visiblemente involucradas, pero no al contexto general”, dice.
El teléfono borrado está en la raíz de las sospechas de la querella. Los chats que se difundieron este miércoles revelan conversaciones de Blenda Uliarte y Nicolás Carrizo entre sí y con terceros, pero nada de Sabag Montiel, el responsable de apretar el gatillo.
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