Javier Milei abandona la motosierra y activa el ‘plan seducción’

El candidato ultra a la presidencia de Argentina modera su mensaje para pedir el voto a aquellos dirigentes que trató de asesinos y ladrones durante la campaña de la primera vuelta

Javier Milei en Buenos Aires, el 22 de octubre.Tomas Cuesta (Getty Images)

Un cambio ya se ha iniciado en Argentina, y no porque haya asumido un nuevo Gobierno. Javier Milei, el candidato ultra que encandiló a millones de argentinos con sus llamados a “exterminar a toda la casta política”, ha iniciado la rápida reconstrucción de los puentes que derribó con furia durante la campaña para la primera vuelta. ...

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Un cambio ya se ha iniciado en Argentina, y no porque haya asumido un nuevo Gobierno. Javier Milei, el candidato ultra que encandiló a millones de argentinos con sus llamados a “exterminar a toda la casta política”, ha iniciado la rápida reconstrucción de los puentes que derribó con furia durante la campaña para la primera vuelta. Segundo en las elecciones del domingo con el 30% de los votos, a seis puntos del peronista Sergio Massa, lleva desde la misma noche electoral bajando los decibeles de su verba incendiaria. Necesitado de votos para vencer a Massa en la segunda vuelta del 19 de noviembre, El León, como se hace llamar Milei, ya no muestra los dientes.

Su nueva estrategia de seducción se inició con Patricia Bullrich, la conservadora que quedó tercera y a la que durante el debate presidencial acusó de “montonera tirabombas” por su pasado en la guerrilla peronista Montoneros. El nuevo Milei alcanzó el paroxismo este martes, cuando ofreció un ministerio a la izquierda tradicional, la misma a la que acusaba con los ojos en llamas de ser “mugres”, “escoria” y “zurdos de mierda”.

El domingo por la noche, Milei debió enfrentar a cientos de seguidores que esperaban un claro primer lugar. Dejó debajo del escenario la motosierra, símbolo de sus promesas de destrucción total de todo lo establecido, y no habló de acabar con la “casta política”, sino con el peronismo kirchnerista. La derecha y la izquierda tradicionales quedaron de un plumazo fuera de la larga lista de enemigos de la patria. “Vengo a dar por terminado el proceso de ataques y hacer tabula rasa para terminar con el kirchnerismo. Más allá de nuestras diferencias, tenemos que entender que enfrente tenemos una organización criminal”, dijo, refiriéndose al actual Gobierno.

Javier Milei, durante la noche electoral de este domingo, en Buenos Aires. MATÍAS BAGLIETTO (REUTERS)

Milei recorrió luego radios y canales de televisión ofreciendo cargos a sus enemigos de ayer. Hace menos de un mes, Bullrich, exministra de Seguridad del presidente Mauricio Macri, era una terrorista que había “colocado bombas en los jardines de infantes”. La acusación le ganó al candidato una denuncia penal promovida por la aludida. El lunes, sin embargo, dijo que Bullrich había hecho una excelente gestión como ministra y le ofreció sumarla a un eventual Gobierno de ultraderecha. “Si ella quiere, cómo le voy a decir que no”, dijo. Que Bullrich acepte el convite no es descabellado. Los coqueteos del macrismo con Milei comenzaron antes de las elecciones, sobre todo por decisión de Macri.

El expresidente vio, con acierto, que Milei le quitaba votos a su coalición, Juntos por el Cambio, y adelantó que su partido, el Pro, debía apoyar en el futuro Congreso las leyes que estuviesen a tono con los ideales liberales del movimiento. La oferta de Macri cayó muy mal entre los socios moderados de Juntos por el Cambio, y ahora en la derrota se acelera la posibilidad de una ruptura.

Milei, al igual que Massa, ha salido a la caza de los 6,2 millones de votos de Juntos por el Cambio. El ultra solía llamarlos “Juntos por el cargo”, y ahora estudia la forma más elegante de tragarse sus palabras sin perder la compostura. La metamorfosis tiene sus riesgos: no está claro hasta dónde sus votantes, casi ocho millones de personas, le perdonarán que ahora abra la mano a aquellos que trató de ladrones, terroristas y asesinos.

La nueva estrategia de campaña de Milei es que solo la unidad “de los defensores de la libertad” podrá sacar del poder al kirchnerismo. Y el expresidente Macri es la figura en la que confía para sumar votos. “Con Macri entendemos el riesgo de la continuidad del kirchnerismo en alguien tan hábil y perverso como Sergio Massa. Si estoy dispuesto a abrir el diálogo para que terminemos con el kirchnerismo, la elección es muy fácil. ¿Se quieren quedar discutiendo lo que pasó en la campaña o damos vuelta a la hoja y sacamos a los kirchneristas del poder?”, dijo.

Javier Milei saluda a un grupo de simpatizantes, este domingo en Buenos Aires. Juan Ignacio Roncoroni (EFE)

Desde el macrismo no descartan aceptar, finalmente, algún tipo de acuerdo con Milei, aunque ello suponga romper con los sectores moderados de la coalición que integran. Federico Angelini, diputado y vicepresidente del Pro, dijo este martes que bastará con que Milei pida disculpas a Bullrich para dar por terminado el asunto de las bombas contra niños. “Lo personal tiene que estar por debajo del interés general, que es que Argentina salga adelante”, dijo Angelini.

La invitación de Milei alcanza a Macri, pero no al resto de sus socios radicales de Juntos por el Cambio. El ultra tiene un odio visceral hacia los herederos del presidente Raúl Alfonsín (1983-1999), a los que acusa de haber traicionado a Bullrich votando por Massa el domingo pasado.

No piensa lo mismo de la izquierda, al menos ahora que necesita sus 700.000 votos. Durante el último debate de candidatos los acusó de defender el comunismo, “una ideología que mató a 100 millones de personas”. “Con los zurdos de mierda no hay que negociar nada de nada”, repetía el ultra en las redes sociales. Este martes les ofreció un eventual Ministerio de Capital Humano, con el que piensa terminar con los actuales de Educación, Salud, Trabajo y Desarrollo Social. “Las personas de izquierda son las que más saben” sobre capital humano, dijo Milei. En cualquier caso, su campaña ya no habla de aniquilar a toda la casta política, dinamitar el banco central, dolarizar la economía y legalizar la portación de armas. La nueva batalla que ofrece a sus votantes es “libertad versus kirchnerismo”.

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