Opinión

Defender las ‘leyes de la guerra’: un llamado a la humanidad

En el año del 75 aniversario de los Convenios de Ginebra el CICR recuerda que proteger la humanidad no es opcional, y debe hacerse en tiempos de guerra y de paz

Mujeres y niños palestinos lamentan el asesinato de sus familiares en Nuseirat, al centro de la Franja de Gaza, el 10 de agosto.Majdi Fathi (Getty Images)

En las últimas décadas la humanidad ha experimentado profundos y diversos cambios, pero una cruda realidad persiste: las guerras continúan cobrando vidas y causando un inmenso sufrimiento humano. Además, la dinámica de los conflictos armados evoluciona rápidamente con los avances tecnológicos, añadiendo nuevas complejidades y aumentando los estragos en los más vulnerables.

En mayo, en su discurso ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, la presidenta del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), Mirjana Spoljaric, hizo hincapié en que el mundo es testigo de un número sin precedente de conflictos armados, el cual se ha multiplicado por seis en los últimos 25 años, llegando a la alarmante cifra de más de 120.

Cada vez más, como vemos en Gaza o en Ucrania, las guerras se luchan en entornos urbanos, con devastadoras consecuencias para la población civil. Es particularmente preocupante el uso de armas explosivas con efectos de amplio alcance en zonas pobladas, que pone en riesgo no solo a las personas sino también a la infraestructura esencial básica para su supervivencia. El uso de estas armas es especialmente preocupante, por sus frecuentes efectos indiscriminados. ¿Cuánto tiempo más tendremos que presenciar la muerte y lesiones generalizadas de civiles y la destrucción generalizada de infraestructuras civiles para que los ejércitos y sus dirigentes políticos decidan cambiar de rumbo?

Este año, cuando el mundo recuerde el 75º aniversario de los Convenios de Ginebra, que constituyen la base de las leyes de la guerra o del derecho internacional humanitario (DIH) – como se le conoce formalmente –, es urgente plantearnos las acciones que puede y debe emprender la comunidad internacional para exigir una implementación rigurosa y eficaz de este conjunto de normas que aseguran que, incluso en medio de un conflicto armado, se mantenga un mínimo de humanidad y respeto por la vida y la dignidad humana.

Los Convenios de 1949 destacan por ser de los pocos tratados internacionales que han logrado la ratificación universal. Por ello, la comunidad internacional debe hacer todo cuanto esté en sus manos para materializar este compromiso y combatir las amenazas en contra del cumplimiento y la aplicación del derecho internacional humanitario.

Hoy, muchas más reglas se han sumado a los Convenios de Ginebra para formar el DIH, cuyo desarrollo siempre se ha adaptado a los cambios en las guerras contemporáneas. Así, esta rama del derecho ha resistido el paso del tiempo, se ha adaptado y continúa haciéndolo para cubrir nuevas armas y nuevos métodos de la guerra.

El personal del CICR es testigo de los efectos protectores del DIH todos los días. Nuestra propia capacidad de trabajo –visitar a detenidos, repatriar a personas fallecidas, prestar apoyo a hospitales, ayudar a quienes lo necesitan y discutir confidencialmente con las partes las denuncias de violaciones– se debe a la eficacia del DIH. Sin embargo, para que las leyes de la guerra tengan pleno efecto, las partes de los conflictos armados deben consentir y facilitar las acciones de socorro, como están legalmente obligadas a hacer. La implementación del DIH es desigual, pero cuando las partes respetan la ley, prevalece la humanidad y se salvan vidas. Menos personas son desplazadas, y la recuperación a medio y largo plazo es menos complicada.

Naturalmente, estos hitos son menos visibles o noticiosos. Los daños que nunca se producen son difíciles de cuantificar y no se informa sobre las violaciones que no suceden: cuando no se bombardean hospitales, no se mata a personas y se preservan infraestructuras vitales. Sin embargo, no debemos olvidar nunca que una vida a salvo tiene un valor incalculable y que estos hechos sirven para recordar que la ley pone límites a la guerra y que estaríamos peor sin el DIH.

Sin embargo, sigue habiendo mucho camino por recorrer. Las violaciones del derecho internacional humanitario que vemos todos los días en conflictos armados y crisis humanitarias cada vez más complejas y extendidas ponen a la comunidad internacional frente a un desafío mayor.

En un contexto cada vez más complejo, volver la vista a los Convenios de Ginebra resulta útil y esclarecedor: ante estos dilemas contemporáneos debemos recordar siempre que su objetivo no es otro que preservar la humanidad en el marco de la guerra. Esta idea simple, pero que tristemente pareciera imposible en nuestros días, debe guiar la toma de decisiones en el marco de los conflictos armados, sin excusas ni excepciones: el respeto al DIH no es opcional.

Es tiempo para que los Estados redoblen sus esfuerzos para proteger a las víctimas de la guerra. Cuando se viola el derecho internacional humanitario, no es el derecho que debe cambiar, es la actitud de los Estados frente a estas violaciones.

La experiencia del Comité Internacional de la Cruz Roja nos permite afirmar que la principal causa del sufrimiento durante los conflictos armados no es la falta de reglas, sino el respeto insuficiente a las normas que los rigen. En estos tiempos de incertidumbre y devastación causada por las guerras, debemos hacer del respeto al DIH una prioridad política.

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