Gestión del Riesgo no hace la tarea

Lo temblores del 17 de agosto demostraron que los colombianos no están preparados para enfrentar una situación de este estilo

Pacientes de una clínica que fueron evacuados después del temblor en Villavicencio, Colombia.STRINGER (REUTERS)

La semana pasada quedó en evidencia, luego de la seguidilla de movimientos sísmicos que sacudieron a Bogotá y el centro de Colombia, que no sabemos nada o casi nada sobre movimientos telúricos y sobre todo no sabemos nada o casi nada sobre cómo se debe actuar en el momento en que se presenta uno.

Hubo algunas personas que, desde que empezó el sacudón, raudos evacuaron sus casas u oficinas. Para ellos no había tiempo que perder y si la tierra se mueve, pues ellos hace...

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La semana pasada quedó en evidencia, luego de la seguidilla de movimientos sísmicos que sacudieron a Bogotá y el centro de Colombia, que no sabemos nada o casi nada sobre movimientos telúricos y sobre todo no sabemos nada o casi nada sobre cómo se debe actuar en el momento en que se presenta uno.

Hubo algunas personas que, desde que empezó el sacudón, raudos evacuaron sus casas u oficinas. Para ellos no había tiempo que perder y si la tierra se mueve, pues ellos hacen lo propio abandonando los edificios que ante un sismo se pueden convertir en amenaza inminente.

Hubo los calmados que esperaron a que cesara el movimiento para ahí sí salir de sus respectivos inmuebles, buscando abrigo en la calle. Ellos prefirieron quedarse quietos o buscar protección en lugares que suponen son seguros en caso de que todo se venga abajo. Algunos se ubicaron bajo las mesas. Otros se refugiaron bajo el dintel de una puerta porque alguna vez oyeron decir que esa es una de las zonas más seguras de una construcción. Hubo quienes buscaron el llamado triángulo de la vida y hubo quienes siguieron la vida como si nada estuviera pasando.

Vimos el caso excepcional de una mujer que, aterrada por la intensidad del sismo, en lugar de bajar por las escaleras y evacuar normalmente, salió por la ventana de su apartamento huyendo del sismo. El resultado no podía ser otro: la señora cayó al vacío y se convirtió en la única víctima mortal de un sismo que solo dejó unos cuantos daños materiales.

En medios de comunicación y redes sociales comenzó el desfile de geólogos y otros expertos explicando por qué en Colombia hay zonas donde la tierra se mueve constantemente; cuál es la posibilidad de que en Bogotá se viva un terremoto de grandes proporciones; qué son las placas tectónicas; por qué no se puede anticipar un sismo. En fin, fueron los profesores universitarios y el director del Servicio Geológico Colombiano quienes se encargaron de desencriptar las claves del sismo. Entretanto, desde la Unidad Nacional de Gestión de Riesgos de Desastres (UNGRD) se dedicaron a lanzar datos sobre la emergencia, pero el discurso de prevención que por norma le correspondería a esa oficina pasó de agache.

¿Qué Colombia es un país con una actividad geológica elevada? No hay discusión. ¿Qué la UNGRD debe atender las emergencias? También es cierto. Pero así mismo esa oficina debería emprender una gigantesca estrategia pedagógica para que de verdad sepamos qué hacer en caso de nuevos eventos sísmicos. Se supone que prevenir salva vidas y ahorra recursos, ¿entonces por qué no invertimos en eso?

Un buen director de la UNGRD debería estar trabajando ese punto, en lugar de estar pendiente de eventos protocolarios para entregar un puente de emergencia o celebrar la llegada del agua a La Guajira. Un hombre responsable con el país haría lo posible para que como ocurre en Chile o en México todos estemos preparados a la llegada de un sismo que podría ser hoy mismo. Pero tristemente en política (y hay que decir que el director de la UNGRD es un político de pura cepa) los apoyos y la corrupción se garantizan con las obras y no con la prevención. Por eso tiembla y no sabemos qué hacer.

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