La mitad de los colombianos quiere irse del país

El deseo de emigrar ha ido en aumento en el último año. El país ha registrado un récord de salidas de nacionales que no han regresado

César Muñoz Vargas, periodista, en la biblioteca Julio Mario Santodomingo en Bogotá, Colombia el 5 de julio del 2023.Diego Cuevas

Laura Tafur ha intentado entrar dos veces a Estados Unidos y dos veces ha sido deportada a Colombia. Estuvo cinco meses tras las rejas en centros de detención y ahora se alista para ejecutar su plan por tercera vez. En cada regreso ha constatado que en el país escasean las oportunidades de empleo y esto refuerza su idea de echar raíces en el país del sueño americano. Colombia, con el 49% de su población, lidera una lista de 13 países de América Latina donde las personas quieren irse a buscar mejores aires, de acuerdo con una reciente encuesta de Gallup. Laura tiene 28 años y está convencida de...

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Laura Tafur ha intentado entrar dos veces a Estados Unidos y dos veces ha sido deportada a Colombia. Estuvo cinco meses tras las rejas en centros de detención y ahora se alista para ejecutar su plan por tercera vez. En cada regreso ha constatado que en el país escasean las oportunidades de empleo y esto refuerza su idea de echar raíces en el país del sueño americano. Colombia, con el 49% de su población, lidera una lista de 13 países de América Latina donde las personas quieren irse a buscar mejores aires, de acuerdo con una reciente encuesta de Gallup. Laura tiene 28 años y está convencida de que en su país natal no hay plaza para ella.

La ternura con la que habla Laura, un tono de chica mimada, contrasta con la rudeza de sus vivencias. No muestra congoja; parece blindada por un caparazón hecho de sus duras experiencias y sonríe como si en vez de una odisea contara una aventura afortunada. En 2022, a Laura —esteticista, con experiencia en ventas— se le metió en la cabeza irse a los Estados Unidos. Entusiasmó a su novio y comenzaron a indagar rutas por dónde irse. Ninguno de los dos tenía visado. Hicieron préstamos en el banco y sacaron dos tarjetas de crédito. El 19 de julio volaron a ciudad de México y de ahí tomaron otro vuelo hasta Reynosa, noreste del país. Desde Colombia ya habían contactado a un coyote que los ayudaría a atravesar la frontera. Cada uno le pagó 1.400 dólares. Permanecieron unos días en una casa a la espera y se embarcaron en una balsa inflable con 15 personas más. Cruzaron el Río Bravo de noche, cuando creían que había menos peligro de que la guardia los sorprendiese. Apenas pisaron tierra estadounidense, Laura y su novio se tropezaron con la patrulla fronteriza. Se entregaron y fueron conducidos al puesto migratorio más cercano. Su plan era pedir asilo y viajar a California, donde una tía los esperaría.

Laura Tafur posa para un retrato en la sala de su casa en Bogotá.Diego Cuevas

Los agentes de la frontera separaron a la pareja y los despojaron de sus pertenencias. Laura fue recluida en el Centro de Detención de Louisiana, una de las más de 200 cárceles y lugares como estos para inmigrantes indocumentados. Colombia está en el tercer lugar de países que más intentan cruzar la frontera con los Estados Unidos de forma irregular (México y Venezuela ocupan los primeros lugares). 51.984 colombianos fueron arrestados entre enero y febrero de este año.

Las primeras noches, después de la detención, a Laura le costaba dormir. Cuando lo conseguía, su mundo onírico quedaba en blanco, le fue arrebatado por el fracaso de atravesar la frontera. Cada día lo pasaba a la espera de una entrevista, la esperanza de muchos inmigrantes para entrar a ese país. Vestida con el uniforme naranja, el de los presos, lloraba y le costaba comer, tanto que a veces solo tomaba agua. En un cuarto con barrotes, atestado de mujeres de todas partes, en principio no podía ni siquiera bañarse ni ver la luz del sol. En las madrugadas le imploraba a Dios para que le ayudase a salir de ahí, pero la hora de la entrevista nunca llegó. Casi dos meses después, los agentes entraron de madrugada y ella fue deportada a Colombia en un avión en el que todos los pasajeros iban esposados de pies y manos. Al novio, en cambio, lo dejaron entrar a los Estados Unidos a los cuatro días de haber llegado.

En octubre, Laura retomó el plan: decidió intentarlo de nuevo, esta vez con una prima, el esposo y la hija de ella, por la frontera de Juárez (México) a través de otro coyotero que les aseguró que pasarían con facilidad. Allí, en el muro, volaron los drones que detectan calor humano y ellos se entregaron en Migración. Laura fue llamada a la entrevista pero el veredicto fue negativo por infringir la primera deportación. Mientras esperaba que un juez decidiera, pasó tres meses encerrada y, en enero de este año, la enviaron esposada nuevamente a Colombia.

Imagen religiosa de San Miguel que llevaba Laura como amuleto cuando fue deportada en la frontera entre México y Estados Unidos. Diego Cuevas

Su madre, presente durante la entrevista, no está de acuerdo con que Laura emprenda otra vez ese camino incierto, una excursión de sufrimiento y lágrimas con sus días y noches. Laura está decidida a migrar, todavía no sabe bien a dónde, pero el caso es que desde que regresó no ha conseguido trabajo. No descarta volver a Estados Unidos, donde siente que está su mente y su corazón. Ha pensado en nuevas maneras de entrar sin pasar por un puesto migratorio.

—¿No le da miedo volver a irse?

—No. Me dio más miedo la primera vez, porque tenía que pasar en una balsa y yo nunca me había montado en eso, y el susto era que se volteara. Yo quiero realizar mis sueños y sé que acá no va a ser. Aquí uno se gana el mínimo, y le quedan 100.000 (23 dólares) o 50.000 pesos (11 USD). ¿Uno cuándo va a ahorrar? ¿Cuándo va a tener algo? Aquí está muy mal todo.

Si pudiesen, cinco de cada diez colombianos se irían del país, de acuerdo con un estudio de Gallup entre 1.200 ciudadanos. En una lista de 13 países de América Latina, el sondeo mostró que Colombia es el país con mayor probabilidad de emigrar, seguido de República Dominicana (48%), Ecuador (47%) y Honduras (45%). La cifra de colombianos que se ha ido del país también es alarmante, según el reporte del Centro de Recursos para el Análisis de Conflictos (CERAC). Los registros migratorios por avión muestran que solo este año, entre enero y mayo, salieron 507.000 nacionales colombianos (más de 50.000 cada mes), mientras que en 2022 salieron 547.000. El mismo centro de investigación advierte que el disparo de estas cifras había ocurrido en 2000, cuando 282.000 colombianos emigraron durante el gobierno de Andrés Pastrana, por esos años el país entró en recesión y hubo graves problemas de orden público.

Jorge Restrepo, director del CERAC, dice que de enero a abril de este año el primer país de destino de los colombianos fue México (aunque puede que muchas personas tengan Estados Unidos como destino final); el segundo fue España; el tercero, Estados Unidos; el cuarto, Ecuador, y el quinto, Chile. “Es muy difícil saber a qué se debe. Habría que hacer estudios demográficos muy detallados, pero hay indicios de que la fuertísima devaluación del peso durante el año pasado haga muy rentable salir a trabajar al exterior. La falta de oportunidades en Colombia, en especial para las mujeres y personas jóvenes, es un factor de expulsión que habría que tener en cuenta”, explica Restrepo.

Periodista y conductor de Uber

César Muñoz Vargas, ojos miel y estatura mediana, se niega a decir su edad. Según él, revelarla es uno de los primeros obstáculos para encontrar trabajo. “Aquí, en Colombia, es más grave envejecer que robar”, dice entre risas. Aunque podría estar sobre los 45 años —todavía joven— cree que es uno de los tantos motivos de discriminación. Antes de preguntar por su experiencia, le han preguntado por su edad y eso, a él —periodista de profesión— le molesta. “Es un país que no está ofreciendo oportunidades, y no es desde este gobierno, sino desde el anterior, y la pandemia agravó la crisis y la falta de espacios para que la gente se desarrolle profesionalmente”, cuenta.

César Muñoz Vargas en la biblioteca Julio Mario Santodomingo.Diego Cuevas


Desde que se quedó sin empleo, hace varios años, emigrar es una idea que ha venido tomando fuerza. Es el único camino que le queda si es que quiere surgir. Mientras busca trabajo, César Muñoz se las ingenia: hace correcciones de textos y, aunque teme decirlo porque no está reglamentado, es conductor de Uber, una actividad que apenas le deja para los gastos básicos y que considera una explotación. “Utilizas tu carro, lo deterioras y te expones a ciertos peligros y sanciones, y ellos no pierden nada”, explica. Recoger pasajeros le ha servido para promover su libro Nueve claves para decirlo bien, publicado de manera independiente y que exhibe en la guantera del vehículo. “Uber no me da para vivir, es una suerte de rebusque y, sobre todo, un pretexto para promocionar el libro y charlas sobre ortografía y gramática, pero eso lo intento con el 3% de pasajeros que está dispuesto a tener una conversación”, dice.

Su crisis laboral coincidió con la pandemia, cuando comenzó a hacer todo tipo de trabajos para subsistir. Preparaba tortas que vendía a domicilio. “La gente para no morirse de hambre recurre a vender comida”, dice. No encontrar ninguna estabilidad laboral en la carrera que estudió es frustrante, es postergar sus sueños. Un hermano, radicado en México, le ha ofrecido que se vaya, pero sabe que no será fácil con los trámites de visado y, sobre todo, porque tiene familia en Colombia.

Abogada y agente Call Center

Con 26 años y graduada de Derecho de la Universidad Nacional de Colombia, Juanita Getiva no ha podido conseguir trabajo en su profesión. “En 2020 me gradué por PDF (formato digital)”, dice. Salir al mercado laboral ha sido más difícil de lo que pensaba. Los míseros sueldos que le ofrecían (un poco más del salario mínimo) la obligaron a tomar un trabajo en un Call Center.

Jornadas de hasta 12 horas pero mejor pagas que un empleo como abogada, la dejaron exhausta. Con lo que ahorró se fue a España inicialmente a estudiar una maestría, pero no la pudo terminar y trabajó durante un año en ese país. Allí se dio cuenta de la diferencia colosal entre el salario mínimo colombiano y el español. “Yo hice cálculos y aquí en Colombia a uno se le va el 30% del sueldo en transporte público, mientras que allá era el 10%”, dice.

Juanita Getiva posa para un retrato en Bogotá, Colombia el 6 de julio del 2023. Diego Cuevas

Hace nueve meses, Juanita regresó a Colombia y volvió a su trabajo de Call Center, esta vez en otra empresa. Desde antes de irse ya había constatado que es muy difícil surgir para las personas de clase media (Colombia está segregada por estratos sociales). Durante su carrera también tuvo que trabajar y su esperanza era encontrar un trabajo cuando se graduara. “Me hizo mucha ilusión estudiar y me siento orgullosa, pero al ver el mundo laboral me cayó todo el peso de la realidad y me bajé de la nube de ser una abogada”, dice con énfasis.

Juanita acaba de casarse con su novio alemán y se irá del país, con sus papeles en regla, en pocos días. Sueña con aprender algún oficio relacionado con el diseño. “En Europa es mucho más fácil conseguir trabajo de lo que sea. En Alemania no sentiré el mismo miedo que acá porque, si no consigo trabajo, el gobierno del estado de donde esté tiene un fondo de empleo al que puedo acudir”, dice.

Colombia es el cuarto país del mundo que más solicita asilos en la Unión Europea. Los jóvenes están en el grupo poblacional de los que más se les dificulta encontrar empleo. En abril, el desempleo en Colombia llegó al 10,7% y por eso quieren emigrar. Buscan un nuevo horizonte. Irse del país les da esperanzas aunque les asusta el cambio. “El exiliado mira hacia el pasado, lamiéndose las heridas; el inmigrante mira hacia el futuro, dispuesto a aprovechar las oportunidades a su alcance”, entre estas dos perspectivas se debaten quienes abandonan sus países, de acuerdo con la escritora Isabel Allende.

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