Los frentes del ELN que ponen en peligro el proceso de paz: grupos llenos de díscolos y narcos
La justicia colombiana identifica a grupos descontrolados de la guerrilla involucrados en el negocio de la cocaína que no cumplen con los altos al fuego
Sus combatientes pelean por un sueldo y no por ideología. Amasan cantidades enormes de dinero con el tráfico de droga y la minería ilegal. Extorsionan a empresarios, políticos y mineros. No necesariamente obedecen las órdenes de la dirección nacional, se puede decir que casi actúan por libre. La justicia colombiana ha detectado el peligro que suponen seis frentes de guerra del ELN que podrían estar tentados a boicotear el proceso de paz con el Gobierno de Gustavo Petro que se negocia estos días en Caracas. Un atentado, un secuestro de una autoridad importante o el incumplimiento del alto el fu...
Sus combatientes pelean por un sueldo y no por ideología. Amasan cantidades enormes de dinero con el tráfico de droga y la minería ilegal. Extorsionan a empresarios, políticos y mineros. No necesariamente obedecen las órdenes de la dirección nacional, se puede decir que casi actúan por libre. La justicia colombiana ha detectado el peligro que suponen seis frentes de guerra del ELN que podrían estar tentados a boicotear el proceso de paz con el Gobierno de Gustavo Petro que se negocia estos días en Caracas. Un atentado, un secuestro de una autoridad importante o el incumplimiento del alto el fuego por parte de estas células anárquicas podrían poner en peligro el deseo de Petro acabar con la última guerrilla activa en Latinoamérica.
No sería ninguna novedad, siete procesos de negociación anteriores han resultado un fracaso. Llegar a un acuerdo con el Ejército de Liberación Nacional, que no tiene una jerarquización tan vertical y castrense como las FARC, no resulta nada sencillo. La Unidad de Investigación de la JEP, un mecanismo de justicia que se creó en el anterior proceso de paz, ha alertado en un informe que se hará público el lunes de la existencia de estas facciones dentro de la guerrilla que, aparentemente, pueden no tener interés en dejar las armas. La guerra es su forma de vida.
El ELN ha sido la organización armada ilegal que más se ha expandido en los últimos seis años, se explica en el documento. En 2016 ocupó partes del país que dejó vacías las FARC y de las que el Estado no supo o no pudo hacerse cargo. Y durante la pandemia de Covid-19 se reasentaron en lugares donde habían perdido influencia y allí sofisticaron sus métodos de control social. A su vez, pretendieron llevar la guerra a los núcleos urbanos con el aumento de milicias y el uso de explosivistas. De acuerdo al texto, la guerrilla ha tenido presencia en 186 municipios de Colombia; en 125 se ha impuesto de manera violenta con la población civil, en 60 ha combatido con las fuerzas públicas y en 87 se ha vinculado directamente con producción de coca o con la minería ilegal de oro.
Ese es el ELN más peligroso, el que puede hacer saltar todo por los aires. “Los “spoilers” utilizarán todos sus recursos para evitar las salidas políticas a los conflictos armados en diferentes momentos de la negociación. Por ejemplo, al inicio, pueden propiciar rompimientos prematuros en la mesa de conversaciones y en las etapas finales, pueden persuadir y chantajear a una proporción significativa de las combatientes para que no se desmovilicen y decidan continuar en la ilegalidad armada”, señala el informe. El informe revela que son los frentes Camilo Torres, Che Guevara, José Antonio Galán, Manuel Hernández El Boche, Cimarrón y Domingo Laín. Grupos que operan en los departamentos de Arauca, Antioquia, Chocó, Cesar, Magdalena, Norte de Santander y Valle del Cauca.
Los comandantes de estas subestructuras armadas no están completamente subordinadas a los mandos nacionales y pueden tener la tentación de no acatar las decisiones a las que lleguen los delegados en las mesas de Caracas. En la historia de Colombia, se lee en ese texto, ha sido una constante el surgimiento de disidencias de oposición a los acuerdos de paz. Hace seis años, por ejemplo, el guerrillero Iván Márquez, jefe negociador de las FARC y uno de los miembros más importantes en las conversaciones con el Gobierno de Juan Manuel Santos. Llegó a ser senador, pero perseguido todavía por la justicia y convencido de que el Estado le traicionaba, volvió a esconderse en la selva con un puñado de hombres armados. Hace unos meses sufrió un atentado cometido por unos mercenarios que querían cobrar la recompensa millonaria que hay por su cabeza, aquí y en Estados Unidos. No murió, pero ha perdido la vista de un ojo y tiene medio cuerpo paralizado, según fuentes de seguridad.
Hay indicios de que ELN sigue librando una guerra territorial con otros grupos armados, pese a que la dirección esté negociando con el Gobierno. En los últimos tres meses, la guerrilla se ha enfrentado en municipios de cinco regiones distintas al Clan del Golfo, un grupo paramilitar dedicado al narcotráfico. El Clan del Golfo ha expresado en una carta a Petro que tiene intención de acogerse a la paz total, un mecanismo para desarmar y ofrecer ventajas carcelarias a criminales en activo.
Sin embargo, las dos empresas criminales siguen levantados en armas y atacándose mutuamente. Lo mismo ocurre entre el ELN y las disidencias de las FARC de Iván Mordisco, un guerrillero que, a diferencia de Márquez, nunca creyó en el proceso de paz —ahora también tienen intención de rendirse—. Los dos entes continúan matándose mutuamente, sobre todo en Arauca, una región fronteriza con Venezuela. El que domina esa zona controla el trasiego de droga y pozos petroleros. Una de sus ciudades, Saravena, tiene una de las tasas de homicidios más altas del mundo. El ELN logró echar a las disidencias en los últimos tiempos, pero ellos no parecen rendirse. El informe recoge unas declaraciones de Antonio Medina, líder de una de las disidencias: “La idea es retomar Arauca y poner unos 300 muertos, antes de diciembre, entre jefes y colaboradores eleno”. La paz no será fácil de conseguir.
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