Petro: cuando el pueblo no es pueblo
Uno de los retos del nuevo presidente es dejar atrás sus efectivas frases populistas de campaña
Gustavo Petro Urrego asumió el pasado domingo 7 de agosto bajo juramento la presidencia de Colombia. El candidato de la izquierda, exguerrillero del M-19, exalcalde de Bogotá, exsenador y fundador del partido Colombia Humana, obtuvo la mayoría de votos con un 50.44% en la segunda vuelta del 19 de julio, frente al 47.31% de su contrincante,...
Gustavo Petro Urrego asumió el pasado domingo 7 de agosto bajo juramento la presidencia de Colombia. El candidato de la izquierda, exguerrillero del M-19, exalcalde de Bogotá, exsenador y fundador del partido Colombia Humana, obtuvo la mayoría de votos con un 50.44% en la segunda vuelta del 19 de julio, frente al 47.31% de su contrincante, Rodolfo Hernández. Un resultado que significa una mayoría estrecha, un país dividido y una autoridad leve. Adicionalmente tan solo votó el 58.09% de las personas habilitadas para participar en las elecciones. Es decir, se trata de un ejercicio que desconoce el pensamiento de medio país.
El nuevo presidente representa un hito en la historia de Colombia pues es el primer político de izquierda que asume el liderazgo de este país suramericano. Su triunfo es la prueba de una sociedad que respeta las reglas de la democracia. Al mismo tiempo, la novedad que representa y las ideas que expresó en campaña han generado incertidumbre política, social y económica, generando especial expectativa sobre el nombramiento de sus ministros y frente a su discurso de posesión.
Colombia es una nación con serios problemas de equidad en un territorio cuya topografía dificulta aún mas el acceso del desarrollo a las regiones. En esta llamada “Colombia profunda”, e incluso en las urbes, hay ciudadanos que viven en condiciones indignas y quien no lo reconozca actúa desde una ceguera injusta. En un mundo contemporáneo desarrollado estos contrastes de realidades generan inconformidad, requieren acción y buscan promesas de cambio que honren su palabra.
Uno de los retos del nuevo dirigente será dejar atrás sus efectivas frases populistas de campaña que separan a los colombianos y promueven la lucha de clases, porque hoy es el presidente del país integrado. Al convocar a “el pueblo” no debe promover el odio entre compatriotas porque “el pueblo colombiano” lo conforma toda Colombia, incluso el 47.31% que votó por ideas diferentes a las suyas y el 41.91% que ni si quiera quiso participar en las elecciones. Su discurso de posesión inició con sus clichés de propaganda pero supo terminar bien al afirmar “desde hoy soy el presidente de todos los colombianos y colombianas”. Importante evolución que debe soportar con acciones.
Nunca he olvidado un trino, lamentablemente sí al autor, que en 2015 después de las cercanas muertes del líder empresarial Nicanor Restrepo y el académico Carlos Gaviria afirmaba “si la derecha fuera como la de Restrepo y la izquierda como la de Gaviria, este país funcionaria”. El pensamiento de estos dos hombres era capaces de conversar, encontrar puntos comunes y construir. Si Petro se aleja de la izquierda radical que habla de la deconstrucción del ERstado y sabe fortalecer la conversación entre la izquierda democrática y el centroderecha podrá promover un diálogo nacional que llegue a un acuerdo sobre temas esenciales para lograr la paz social y la paz económica. Una reforma en la que todos los colombianos se comprometan por un país que defiende y protege el derecho a la vida y el derecho a la vida digna.
Es esencial recordarle al nuevo presidente que tiene la oportunidad de actuar con altura de estadista, lo cual implica que las reformas sean concertadas y no impuestas, justificadas en hechos y cifras, y lejos de trincheras radicales. Petro es vocal pero no ha sido bueno ejecutando. Se espera que implemente sus propuestas con respeto por la separación de poderes, la existencia de pesos y contrapesos, la libertad y la propiedad privada. No debe hacer uso de la justicia para venganzas políticas. Y debe respetar la libertad de prensa.
Su programa tiene clara la cultura del territorio y la biodiversidad pero debe considerar también la cultura ciudadana tan extraña a los planes de todos los gobiernos recientes. No puede solo incluir a la identidad (tradición y folclore), también se requiere estudiar los idearios (la manifestación de las ideas y la cultura política).
En el gobierno entrante recibe del gobierno Duque a un país con buenos indicadores económicos que le puede dar algo de viento de cola para terminar el año con cifras interesantes pero en el horizonte internacional está una globalización con grietas: la guerra en Ucrania, presencia de inflaciones, incremento de tasas y predicciones de recesiones. A nivel nacional la tensión está en las reacciones que tendrá el mercado local frente a la reforma tributaria que presentó el gobierno bajo la guía del pragmático nuevo ministro de Hacienda Jose Antonio Ocampo. Mientras tanto la inversión extranjera, especialmente de largo plazo, estudia que tan clara y estable será la reglamentación colombiana.
Otra de las banderas del presidente es el tema del medio ambiente. Nadie cuestiona la importancia de evolucionar en pro de un mundo con conciencia verde, sin embargo es fundamental calcular con prudencia el ritmo responsable de la transición. Sus posiciones frente al petróleo y la minería se suavizaron durante el empalme. No es para menos si aterrizamos en la realidad y, en las palabras del propio ministro de Minas y Energía saliente, Diego Mesa, al diario El Espectador: “El sector de hidrocarburos es fundamental para la estabilidad de la economía colombiana, pues representa el 3,3 % del PIB del país y aporta entre un 12 % y un 15 % de los ingresos de la Nación”. Representó este semestre el 54% de las exportaciones. Negarle a Colombia esos ingresos afecta sin duda su capacidad de inversión y acción en programas de desarrollo.
Ahora bien, la propuesta de “Paz Total”. La historia colombiana muestra que firmar acuerdos no es el reto real, la dificultad está en implementarlos con éxito. Pero en este planteamiento conceptual que es todavía ambiguo surge de entrada una complejidad y es el cómo diferenciar los diversos grupos pues una cosa son aquellos que tienen carácter politico y otra, muy distinta, son los grupos delincuentes y mafias narcotraficantes. Un concepto de “Paz Total” sin estructura podría convertirse en un incentivo perverso porque si se llegará a entender que Colombia es una sociedad sin consecuencias frente al crimen y sin justicia existe el riesgo de terminar como una sociedad caótica donde todo tiene perdón. Sin embargo el presidente afirmó en su discurso “cumpliré y haré cumplir nuestra constitución”. Esa es la expectativa.
En el tema de equidad, no solo con la mujer, hay grandes esperanzas. Esta ilusión estará en la vicepresidente Francia Marquez y el recién creado ministerio de Igualdad. Las otras tensiones están en la moral de la Policía Nacional y la protección al uso político de sus miembros al ser retirada del ministerio de Defensa.
En fin, Gustavo Petro tiene el reto de cumplir con las expectativas de partidarios y contradictores, de su capacidad de ejecución dependerá que la euforia de su triunfo pase y vea en su propia plaza las manifestaciones que apoyó. Tiene una oportunidad histórica si entiende que el pueblo es el “Pueblo Total”. Colombia unida.
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