Desde la inmigración a la igualdad de género: artistas hispanas exponen su visión del mundo en Washington
La exposición ‘Nuevos Mundos, Mujeres a Seguir en 2024’ del Museo Nacional de la Mujer en las Artes incluye a artistas de Argentina, Chile, Perú, Venezuela, México y España
En el Museo Nacional de la Mujer en las Artes de la capital de Estados Unidos, hay una escultura de mármol de una mujer a tamaño natural que impacta a primera vista. En lugar de un seno, la figura tiene una marcada cicatriz, evidencia de haber sufrido una mastectomía. La artista española Marina Vargas se usó a sí misma como modelo para crear la pieza, llamada Intra-Venus, después de que fuera diagnosticada con cáncer de mama durante la pandemia y tuviera que pasar por la operación. Con esta obra, quiere “mostrar la vulnerabilidad y el miedo como fuerzas motoras”, explica. Vargas es una de las artistas hispanas incluidas en la exposición Nuevos Mundos, Mujeres a Seguir en 2024, en vista hasta el próximo 11 de agosto en el museo de Washington, D.C.
Entre las mujeres hispanas elegidas para participar en esta exposición, hay artistas argentinas, chilenas, peruanas, venezolanas, mexicanas y españolas. Todas buscan busca mostrar su propia visión sobre el mundo, reflejando su perspectiva en temas como la pandemia, la igualdad de género, la inmigración, el medio ambiente y la justicia social. La muestra, dirigida por las curadoras Virginia Treanor y Orin Zahra, “habla de visionar el futuro estando en el presente”, explica Vargas.
La artista andaluza cuenta que dos meses antes del encierro que supuso la pandemia de la covid, fue diagnosticada con cáncer de mama y tuvo que vivir aislada un tratamiento que de por sí es duro. Fue por ello que decidió investigar sobre artistas que habían pasado por lo mismo y optó por continuar un proyecto anterior sobre cánones. “En ese momento me di cuenta de que yo había roto el canon de belleza. Desnudarme ante desconocidos fue asumir mi propia nueva normalidad”, admite. Así es cómo nació su obra Intra-Venus. El brazo izquierdo de la figura aparece levantado en la escultura, simbolizando la recuperación que Vargas tuvo que sobrellevar después de la operación. Levantar la extremidad supuso un esfuerzo arduo para ella, recuerda. El material elegido fue el mármol de Carrara, propio de las esculturas grecorromanas que inculcaron los cánones de belleza que llegan hasta hoy.
Vargas explica que esta exposición empodera a las artistas femeninas, cuya presencia en el mundo del arte no refleja la extensión de su obra. “En los lugares que nos legitiman, como los museos, el porcentaje de mujeres es minoritario”, afirma.
Situado en el centro de Washington, en un edificio construido como templo masónico en 1908, el Museo Nacional de la Mujer en las Artes (NMWA, por sus siglas en inglés) estuvo cerrado por reforma durante tres años. En octubre del año pasado reabrió con el mismo propósito con el que nació en 1981: dar visibilidad a las mujeres artistas, poco representadas en los circuitos culturales. La séptima edición de Nuevos Mundos, que el museo organiza cada tres años, ha servido además para crear vínculos entre las artistas, añade Vargas, especialmente con las hispanas. Cada artista ha sido seleccionada por alguno de los comités nacionales e internacionales de la red del NMWA.
La representación de la mujer inmigrante
El tema de la inmigración, latente en la mayoría de las familias de las artistas latinas, surge como protagonista en varias de las obras expuestas. La mexicana Arely Morales, retrata en su pintura Una por Una a tres mujeres inmigrantes latinoamericanas a gran tamaño, el reservado a sujetos reales, mitológicos o religiosos. Con determinación y mirada fija, las tres mujeres sostienen útiles de limpieza, desafiando las reglas no escritas que invisibilizan a las personas, generalmente, inmigrantes, que realizan trabajos como el suyo.
La venezolana Saskia Jordá también dedica su obra Raíces a las mujeres migrantes de su familia. Sujetos en la pared cuelgan tres conjuntos de cuerdas de algodón entrelazadas que descansan sobre tres pares de pies de escayola. Los del medio representan a la propia artista, que está flanqueada por los que emulan a sus dos abuelas. Las cuerdas que caen sobre los pies reflejan las raíces que se llevan consigo cuando las personas emigran a otro país.
Por su parte, la peruana Graciela Arias Salazar expone 10 machetes pintados con escenas de la mitología de las culturas indígenas del Amazonas. La obra cuenta una historia de cómo los habitantes de la región aprendieron a conectar con las plantas, los animales y los espíritus.
La lucha por los derechos de las mujeres
La chilena Daniela Rivera expone 1033 botes de la serie Ella nunca chuteó la pelota, inspirada en las mujeres de Chuquicamata, en Chile. La obra es el resultado de los tres años que Rivera pasó entrevistando a residentes de esta ciudad, situada al lado de una cantera de cobre en las montañas de los Andes, y en un vídeo cuenta su historia. El relato es una crónica de éxito en la lucha por la igualdad de género.
Las mujeres de la comunidad estaban excluidas de todos los beneficios y protecciones sociales que se ofrecían a sus maridos, empleados de la mina. Para ganar visibilidad formaron un equipo de fútbol, aunque nunca jugaron, y fundaron la Corporación de las Mujeres de Trabajadores del Cobre. Eso les permitió tener acceso a la educación, entrenamiento técnico y otras protecciones sociales. Las mujeres ganaron representación y el principal sindicato local aceptó la candidatura de una mujer. Mirta Moreno se convirtió en la primera presidenta del sindicato de los trabajadores del cobre, que con 4.000 trabajadores es el mayor de todo el país.
“Para mí, Nuevos Mundos significa repensar formas de conseguir justicia social. La libertad se encuentra en lo colectivo más que en lo individual”, expresa Rivera.
También chilena, Francisca Rojas Pohlhammer plantea el tema de la igualdad de género en su obra Universalis Cosmographia. Formando una chakana, una cruz usada por incas y otras culturas andinas antiguas, Rojas sitúa figuras femeninas como las que tradicionalmente han fabricado generaciones de mujeres en Quinchamalí, Chile, a las que les sustituye la guitarra por un arma. Ambientándolas en un ambiente predominantemente masculino como es el Ejército, las figuras rodean un dron, artilugio utilizado en las guerras actuales.
Por su parte, la argentina Ana María Hernando presenta su obra Nadar en el diluvio de aguas caldas, un despliegue de colorido tul en el que la luz y el aire recuerdan la vestimenta de la mujer. Otra argentina, Irina Kirchuk, elige la abstracción en su obra Tetris II. Inspirada por las rejas que cubren las ventanas y puertas de los edificios en Buenos Aires, realiza un montaje de figuras geométricas en diferentes tonos rojos en el que los materiales descartados muestran la belleza de los detritos de la ciudad.