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Revocación: lo que la oposición no aprende

Subestimar a Morena en su falta de escrúpulos a la hora de mezclar partido y Gobierno en una elección con revocatorio podría resultar costoso para los opositores

La oposición no lee prensa. No, lo correcto es decir: no lee ni la prensa, porque a leguas y de tiempo atrás que se nota que los opositores perdieron la capacidad de otear el horizonte, descifrar los signos en el cielo, percibir los aromas y, no se diga, advertir huellas o tremores, según sea el caso, en el suelo.

El 7 de octubre, ...

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La oposición no lee prensa. No, lo correcto es decir: no lee ni la prensa, porque a leguas y de tiempo atrás que se nota que los opositores perdieron la capacidad de otear el horizonte, descifrar los signos en el cielo, percibir los aromas y, no se diga, advertir huellas o tremores, según sea el caso, en el suelo.

El 7 de octubre, EL PAÍS México publicó que Morena apostaba a poner a Claudia Sheinbaum de mascarón de proa en 2027. La información era diáfana: el régimen corría un año, a las intermedias, la cita revocatoria para así colgarse de la fama de la presidenta.

Un mes después, la oposición se dice sorprendida por la intentona, tan antidemocrática como lógica en el huizachero estilo de Morena, que mete con calzador a Sheinbaum en la boleta justo cuando se han de elegir 17 gubernaturas, Cámara de Diputados y cientos de puestos más.

Una cosa es criticar a Morena por su oportunismo y otra muy distinta no señalar que nuestras oposiciones se dejan sorprender vez tras vez. A siete años del triunfo del obradorismo, los derrotados aún fallan en la fórmula para no parecer, sin remedio, unos incautos.

Nadie se puede llamar a engaño. Tiempo atrás se sabe que Morena no juega derecho. Sus foros para escuchar opiniones son montajes; cada oferta de negociar, táctica dilatoria; la palabra diálogo se traduce en monólogo que ni una coma mueve. Eso que demandaban cuando no gobernaban es exactamente lo que escatiman desde el poder.

La constante es tan consistente, así, con cacofonía deliberada, que si no fueran graves cada una de las materias en las que la oposición es tomada fuera de base, para no decir de plano chamaqueada, podría resultar entretenido llevar un conteo de sus flagrantes ingenuidades.

Tan es así que en un vehemente exhorto, el académico y exconsejero electoral Mauricio Merino demandaba a la oposición levantarse de la mesa y hacer el vacío al oficialismo. Total, si la marca morenista es la cerrazón, para qué prestarse a la simulación. (Los bobos útiles, El Universal 20/10/25)

Eso de Merino fue antes de que la semana pasada un diputado claudista formalizara en San Lázaro la nueva tarascada contra comicios sin interferencia del Gobierno. Ese legislador, Alfonso Ramírez Cuéllar, quiere que Claudia vaya a revocatorio en 2027.

En línea con lo que publicó EL PAÍS, Morena dice que para qué marear a los electores con un proceso extra; mejor ahorrar al poner el plebiscito (que la sociedad no pidió ni pide) en la fecha que además de gubernaturas de medio país, se renovarán juzgados, diputaciones y municipios.

Hay que ser un recién nacido para creerle a Morena; para comprar eso de que es por los miles de millones de pesos que costaría la revocación que ahora pretenden homologar las fechas para, por vez primera en la historia, poner a un titular de Ejecutivo en una boleta.

Hay que ser un recién nacido para decirse sorprendidos; o hay que ser un opositor, visto que estos, una tras otra, lucen carencia de recursos prácticos y retóricos que les permitan reaccionar pronto, articuladamente y con éxito a cada una de las jugarretas de Morena.

No terminaba de desgañitarse la oposición por las aberraciones del presupuesto 2026 cuando con ya le estaban cambiando el tema legislativo y político con eso de adelantar la revocación de mandato, y lejos reaccionar piden tiempo fuera, como lo hizo el líder de los diputados panistas Elías Lixa a fin de irse a pensar qué hacer.

Meter con calzador a Claudia Sheinbaum en la boleta, como pretende ella misma, es sin lugar a dudas el nuevo abuso de un partido que por años denunció que desde el poder se le impedía con malas artes acceder a los principales puestos de elección popular.

Sin rubor, esos que tanto cuestionaron la equidad de las contiendas, esos que no sin elementos recriminaron a panistas como Vicente Fox abusar de posiciones de poder para interferir en lo que solo tocaba a los ciudadanos decidir, hoy quieren a la presidenta en campaña.

Resulta ocioso insistir en que así es Morena, cuyos dirigentes cancelaron la autocontención frente a normas y leyes. Lo que es una interrogante es cuál ha de ser el modo de comportarse de las oposiciones, que son rebasadas y su papel ni a testimonial llega.

Hay voces que señalan que aceptar a Sheinbaum en la boleta abre una oportunidad, que el régimen sobreestima la popularidad de la presidenta, que el desgaste pasará costos a Morena. La duda, si embargo, es si ese pretendido riesgo del incumbent es real con un régimen volcado a operar políticamente y una oposición lerda.

Subestimar a Morena en su falta de escrúpulos a la hora de mezclar partido y Gobierno en una elección con revocatorio podría resultar costoso para los opositores. O, dicho correctamente, para los electores, porque luego la oposición retiene privilegios y es la sociedad la que paga los platos rotos del régimen.

Se le están acabando a la oposición las oportunidades de desarrollar capacidades para responder efectivamente a cada garlito que le pone el oficialismo. Ya tenía encima la amenaza de una reforma electoral y ahora le enjaretan la revocación. ¿A poco los volvieron a sorprender?

Aquí la cosa no es de si Morena tiene o no los votos para aprobar lo que quiera. El tema es si la oposición logra, con argumentos y recursos mediáticos, que la sociedad rechace como antidemocrático lo que el régimen quiere vender como el ejercicio de un derecho.

Y tema también es si en ese intento los opositores serán capaces de mostrar que no son las y los imberbes que a tiro por viaje les cambian la jugada y cuando pretenden reaccionar ya solo sirven para validar lo que de antemano había sido decidido por Morena.

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