Medalla de oro en troleo

¿Es normal que se dediquen tantos minutos o incluso horas en las redes a cubrir de insultos a los atletas mexicanos que participan en los Juegos Olímpicos?

Prisca Awiti Alcaraz de México durante el encuentro de judo en los Juegos Olímpicos de París, Francia, el 30 de julio de 2024.Kim Kyung-Hoon (REUTERS)

¿Cuál es la diferencia entre aquel que se la vive metido en internet, lanzando tarascadas, y la gente a secas, la que tiene una vida real, que puede o no incluir a las redes, pero sin que estas marquen su agenda o su rutina? ¿Por qué a veces esas personas, a la vez rarísimas y abundantes, que acampan en una suerte de sesión permanente en X (antes Twitter), o cualquier otra plataforma similar, con el fin de dejarnos en claro “sus verdades”, se comportan como unos emperadores psicópatas con derecho a todo? ¿Es normal que esos troles dediquen tantos minutos o incluso horas de su tiempo ...

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¿Cuál es la diferencia entre aquel que se la vive metido en internet, lanzando tarascadas, y la gente a secas, la que tiene una vida real, que puede o no incluir a las redes, pero sin que estas marquen su agenda o su rutina? ¿Por qué a veces esas personas, a la vez rarísimas y abundantes, que acampan en una suerte de sesión permanente en X (antes Twitter), o cualquier otra plataforma similar, con el fin de dejarnos en claro “sus verdades”, se comportan como unos emperadores psicópatas con derecho a todo? ¿Es normal que esos troles dediquen tantos minutos o incluso horas de su tiempo a cubrir de insultos a los atletas mexicanos que participan en los Juegos Olímpicos de París 2024 cuando pensamos que, con muy pocas excepciones, resulta francamente remoto que supieran de su existencia antes de que las competencias comenzaran (y seguro la olvidarán apenas se apague el pebetero en que arde el fuego de Olimpia)?

¿Por qué un señor (o señora) que no se cuenta entre los mejores cien exponentes de ninguna actividad bajo el cielo, deportiva o no, y que mira la televisión, y tose y come Cheetos y se embarra las manos con ellos y se las chupa o las restriega en la tapicería del sofá, se siente autorizado a enviar mensajes burlescos, amenazantes o violentos en contra de una competidora o competidor que sí tiene una clasificación mundial, aunque fuera eliminado a las primeras de cambio, o se quedara en semifinales, o terminara séptimo, y a tildarlo de “fracasado”? ¿O, incluso, como ha sucedido, por qué se creen dignos de increpar a los medallistas, es decir, a quienes sí consiguieron triunfos objetivos en sus disciplinas y a los que se ven obligados, por tanto, a descalificar con puyas sin sentido, como sucedió con la judoca y medalla de plata Prisca Guadalupe Awiti Alcaraz, a la que le han dicho de todo por su físico, su origen, el color de su piel y hasta por cómo pronuncia el español? (Aquí cabe reconocer que también hay muchos que apoyan a los atletas, desde luego, pero, como suele suceder en las redes, esas buenas personas hacen menos ruido).

Demos por descontado que millones de mexicanos no han prestado más que una atención fugaz a los Juegos Olímpicos: hay demasiadas personas en este país sumergidas en las exigencias que plantea la supervivencia cotidiana, con actividades absorbentes y pesadas, y que no disponen de tiempo o ganas de seguirlos. Otras andan de vacaciones, aprovechando el asueto escolar de los hijos, y tampoco les da la vida. Y a algunas más no les interesa el deporte o, cuando menos, no verlo por televisión o seguirlo por las redes, y se concentran en sus propios asuntos. Sin embargo, son más quienes sí han estado pendientes de qué sucede, de quién gana o se queda en la orilla, o quién no tiene buenos resultados y, querámoslo o no, el desempeño de los deportistas mexicanos es el tema obligado de las charlas casuales, y los reportes en los medios y, desde luego, de millones de mensajes minuto a minuto en las dichosas redes.

En fin. Quizá peque de idealista, pero no me parece que los competidores mexicanos en estos Juegos puedan ser acusados de hacer ninguna clase de “turismo deportivo” o de ser unos ineptos mantenidos con nuestros impuestos. La enorme mayoría recibe apoyos moderados o insuficientes de parte del Estado (o ninguno en lo absoluto, en ciertos casos) y muchos tuvieron que botear para costearse parte de su preparación, equipo y necesidades. No andamos peleando los primeros lugares del medallero (por otro lado, no lo hemos hecho jamás, en toda nuestra historia), pero muchos de los nuestros han tenido actuaciones destacadas, cayeron medallas de improviso (que levante la mano el que esperaba que Prisca se llevara esa plata) y aún podrían llegar más.

¿Y los dirigentes deportivos? ¿Y el papel de las instituciones? Ah, esa es una discusión que deberá plantearse una vez que terminen los Juegos.

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