Del “¡Bájate, Máynez!” a “¡presidenta!”

Las horas de espera en el Zócalo, escenario del triunfo morenista, dejaron estampas curiosas, una larga sesión de mariachi y un recatado grito de victoria

Seguidores de Claudia Sheinbaum en el Zócalo, este 3 de junio.Hector Guerrero

Entonaban los mariachis el Cielito Lindo, himno emocional de la mexicanidad, cuando la presidenta del INE, Guadalupe Taddei, leía los resultados del conteo rápido. Protestaban los músicos con su “¡ay, ay, ay, ay!”, mientras Taddei, los papeles doblados, sugería que Morena podría alcanzar mayorías calificadas en el Congreso. Era casi medianoche. En la plaza del Zócalo, en el corazón de Ciudad de M...

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Entonaban los mariachis el Cielito Lindo, himno emocional de la mexicanidad, cuando la presidenta del INE, Guadalupe Taddei, leía los resultados del conteo rápido. Protestaban los músicos con su “¡ay, ay, ay, ay!”, mientras Taddei, los papeles doblados, sugería que Morena podría alcanzar mayorías calificadas en el Congreso. Era casi medianoche. En la plaza del Zócalo, en el corazón de Ciudad de México, todo era una mezcla de jolgorio y tedio. Nadie dudaba allí de la victoria, pero tantas horas de espera, sin una taquería abierta a mano, empezaban a pesar.

La fiesta había empezado temprano. A eso de las seis de la tarde ya había seguidores de Claudia Sheinbaum en la peatonalizada plancha del Zócalo. Los mariachis estaban por empezar, pero antes, varios hombres se acercaron al templete a probar los micrófonos. Uno guardaba cierto parecido con Jorge Álvarez Máynez, candidato de Movimiento Ciudadano. Aburrido, ajeno aún al empacho posterior de rancheras y boleros, el respetable chifló al pobre técnico. “¡Bájate, Máynez, culero!” Era divertido y hasta tierno. Unos metros atrás, niños y niñas volaban aviones de plástico y papalotes. Mientras, el cielo se pintaba de un naranja radioactivo.

Un simpatizante de Claudia Sheinbaum celebra el triunfo morenista bajo los fuegos artificiales, en el Zócalo.Nayeli Cruz

En la espera, cada uno hacía lo que podía. En la esquina sureste de la plaza, cerca del lugar donde 234 años antes unos albañiles encontraron la enorme mole de la Coatlicue, diosa tutelar azteca, este domingo en la tarde, una mujer vendía muñecos, tazas, llaveros y playeras de Andrés Manuel López Obrador, presidente de la República y dios tutelar del movimiento que ha llevado a Sheinbaum a la victoria. “Mire”, decía la vendedora, “de Claudia no he estado vendiendo estos días por la veda electoral. Pero ahora los voy a sacar”. Preguntada por quién vendía más, si ella o el jefe, no dudo: “De Andrés vendó más de 10 al día”.

Claudia Sheinbaum celebra con sus seguidores.Hector Guerrero

Es un paralelismo histórico interesante, el de la Coatlicue, Faldas de Serpiente, madre del dios guerrero Huitzilopochtli. El monolito emergió del subsuelo de la vieja Plaza de Armas de la capital novohispana cuando aquello era un muladar. El escritor Francisco Sedano escribió: “Había un beque –un orinal comunitario– que despedía un intolerable hedor que, por lo sucio de los tablones de su asiento, hombres y mujeres hacían su necesidad trepados en cuclillas con la ropa levantada, a la vista de las demás gentes, sin pudor ni vergüenza (...) Cerca del beque se vendía en puestos carne cocida, y de ellos al beque andaban las moscas”.

Las obras de remodelación de la plaza sacaron de allí el mercado y también el beque. El mercado se instaló donde hoy está la Suprema Corte de Justicia de la Nación –no está claro si el orinal también– y el segundo conde de Revillagigedo, virrey entonces, ordenó rebajar la plaza metro y medio, igualarla y sanearla. Así, un día de agosto de 1790 emergió la piedra de 24 toneladas de la Coatlicue, que luego mandaron a la vieja sede de la universidad, que con el paso de las décadas se convirtió en un McDonalds, como explicaba hace un par de años el arqueólogo Leonardo López Luján, en una divertida conferencia que puede encontrarse en Youtube.

Emergía Sheinbaum este domingo en la noche del Zócalo, dos siglos y un puñado de años más tarde, de las tripas de un carro sedán, en la misma línea austera que el dios tutelar de Morena. Llegaba a una plaza remodelada por empuje del Gobierno de Ciudad de México, que ella misma dirigió de 2018 a 2023. La plaza se adapta a los nuevos tiempos, lo ha hecho siempre. Antes quitaron el beque, ahora patearon el tráfico. El mercado es un flujo cambiante de puestos ambulantes, rendido este domingo a los héroes de Morena. Moscas no había ni una.

No se llenó el Zócalo, nada que ver con el día de la victoria de López Obrador en 2018, que algunos locales emparejaban a la algarabía de la fiesta patria, el 15 de septiembre. Era la gran paradoja: la primera presidenta de la historia de México, que seguramente alcanzará la cifra récord de 35 millones de votos, cinco más que el carismático mandatario, apenas consiguió juntar a unos pocos miles para celebrar la victoria. Escuchado, sentido su discurso, no parecía importarle demasiado. “¡Sí se pudo, sí se pudo!”, gritaba Sheinbaum. Abajo, las mujeres contestaban, “¡presidenta, presidenta!”.

Una niña en hombros de sus familiares, durante los festejos en Ciudad de México.Nayeli Cruz

Entre el público había un señor que parecía minero, con su casco retocado con unas lucecitas, la cara pintada de rojo y negro, y una gran pancarta en las manos. De un lado del cartel figuraba la propia Sheinbaum. Del otro, la leyenda “al fin se van”, las palabras “fin” y “van” emulando los logotipos de PRI y PAN, respectivamente. El señor, que repartía monedas y billetes a quien pensaba que lo necesitaba, decía que “Sheinbaum no es como López Obrador, es más centro-izquierda”. Y añadía: “Pero dentro de lo malo, es lo mejor”.

El señor no era minero y tampoco quiso decir su nombre. Dijo que había sido trabajador de Luz y Fuerza del Centro, vieja compañía eléctrica que, por cierto, estuvo detrás del rescate del otro gran monolito azteca recuperado de las fauces de la tierra del centro, la Coyolxauhqui, esto hace poco más de medio siglo. Preguntado por qué había venido, si Sheinbaum solo le parecía lo mejor de lo malo, decía que, al fin y al cabo, era su opción. Luego se puso a gritar eso de “es un honor estar con Claudia hoy”.

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