Xóchitl Gálvez cierra con un balance desigual su gira por EE UU y España
La agenda española de la candidata, con notables ausencias políticas y sociales y la foto con Felipe Calderón, ha dado una baza a sus adversarios. Mejor resultado obtuvo en su viaje a EE UU
Si se tratara de una crónica taurina, podría decirse que la visita a España de Xóchitl Gálvez encontró una plaza medio vacía y los toros deslucidos. No fue la mejor tarde, en definitiva. La candidata aliancista viajó a Madrid el domingo y lunes pasados para entrevistarse con miembros de la oposición y del gobierno, también con empresarios y paisanos que viven allá, pero nada de lo que ha trascendido a la opinión pública puede contarse como é...
Si se tratara de una crónica taurina, podría decirse que la visita a España de Xóchitl Gálvez encontró una plaza medio vacía y los toros deslucidos. No fue la mejor tarde, en definitiva. La candidata aliancista viajó a Madrid el domingo y lunes pasados para entrevistarse con miembros de la oposición y del gobierno, también con empresarios y paisanos que viven allá, pero nada de lo que ha trascendido a la opinión pública puede contarse como éxitos que sumar a la campaña electoral: su encuentro con Felipe Calderón, expresidente panista, ha dado una buena baza a sus adversarios políticos y las ausencias del líder español de PP, Alberto Núñez Feijóo, y del nobel Mario Vargas Llosa, con quien también tenía una cita agendada, acabaron por aguar el viaje. La audiencia privada con el Papa Francisco, el martes en El Vaticano, no ha hecho sino enturbiar las cosas. Más rentabilidad obtuvo la candidata presidencial de su gira por Estados Unidos, días antes, que su equipo calificó de “exitosa” y donde el manejo de las redes sociales convirtió su mal inglés en un buen video electoral, lejos de las osadas chanzas que le reservó el presidente del Gobierno, quien lo habla aún peor, o nada.
Gálvez anunció el 8 de enero que embarcaría hacia España tres días después, pero entonces ni ella ni su equipo podían todavía concretar la agenda programada. El priista Ildefonso Guajardo, quien lleva los asuntos exteriores en la campaña aliancista, solo dijo, y repitió, que se reunirían en Madrid con miembros del Gobierno y de la oposición, algo que no ha ocurrido. El narco se atravesó en el camino, maldita casualidad: Alberto Núñez Feijóo, líder de la oposición, tuvo que acudir al funeral por dos guardias civiles que perdieron la vida en un accidente en el mar contra una lancha de los criminales, y la cita quedó en una breve llamada por teléfono. El encuentro celebrado en la Fundación Internacional para la Libertad, que preside Vargas Llosa, no contó con la asistencia del escritor, que delegó en su hijo y tampoco fue. La única foto reseñable fue con el expresidente de su partido Felipe Calderón, que no ha traído muchas alegrías para la candidata presidencial.
Este examen, como deben sentirse cada día los candidatos en campaña, no resultó muy preparado. Todos sabían que en Madrid vive Calderón y nadie puede extrañarse de que un encuentro con él daría que hablar. El presidente arrastra una pésima fama tras la guerra contra el narco emprendida en su mandato, que trajo dolor e incontables víctimas por todo el país, por no hablar de que su secretario de Seguridad, Genaro García Luna, el llamado zar antidroga, está preso en Estados Unidos por sus relaciones con el narcotráfico.
La foto de Gálvez con él ha dejado un reguero de críticas, hasta la candidata morenista, Claudia Sheinbaum, que no suele entrar al trapo por más que se lo lanzan los opositores, aprovechó la circunstancia para arrinconarla junto a Calderón y mofarse de su programa contra la violencia y el narco en México. “La imagen da más que mil palabras, muestra hacia dónde va la política [de seguridad] del Frente, y eso el pueblo de México no lo quiere. Por eso están en donde están en las encuestas”, dijo Sheinbaum. La morenista golpeó en la herida de los sondeos, donde Gálvez no es capaz de remontar.
Xóchitl tuvo que salir a defenderse: dijo que no admira a Calderón, que no recibe consejos de él y que lo saludó como a cualquier otro paisano, porque es mujer educada. A la candidata le lastran las amistades, siempre se dice. Si se fotografía con Alito Moreno, líder priista, los suyos tuercen la boca. Si lo hace con Calderón, panista, le cae un chaparrón. Si es Vicente Fox el que opina de política nacional, tiene que echar capotes fuera para deslindarse de la cornada. Difícil tarea andar huyendo de los propios para atacar a los ajenos.
Con los empresarios tampoco hubo mucha suerte, eran pocos y de medianía, tronaron las crónicas. El anuncio del viaje comenzó bien, con muestras de fraternidad hacia España, para desmarcarse del tropiezo diplomático que dio el presidente López Obrador al inicio del sexenio, cuando pidió al rey Felipe VI que pidiera perdón por los desmanes de sus antepasados en la conquista mexicana. “Es necesario reconstruir la amistad y confianza que durante este sexenio se perdió con el pueblo y el gobierno español. Conmigo no habrá pausas ni agravios […] la discordia reciente ha sido artificial, estéril y solamente motivada por mezquindades políticas. Nada más alejado de mi persona, mi carácter y mi proyecto”, dijo a los empresarios de Alianza por Iberoamérica.
El mensaje era idóneo para una audiencia que quiere hablar de futuro y de economía sin que se resientan las relaciones mercantiles. Y también para un electorado, el de derechas en México, que no comparte la animadversión por el empresariado español que ha caracterizado a la actual Administración mexicana. Tomándolo desde un modo simplista, podría afirmarse que las llagas de la conquista pesan más en la izquierda que en la derecha mexicanas. O visto de otra manera, cierta izquierda gusta criticar a sus adversarios políticos por sentirse cómodos con lo español. En ese sentido, Xóchitl jugaba en casa. Pero el resultado no ha sido el esperado.
Faltaba la coda. Este miércoles, las imágenes de la candidata en El Vaticano también se han visto de forma extraña. ¿Alguien sabía que se reuniría en audiencia con el papa Francisco? Se ha señalado que era una visita privada, a la que acudió acompañada de sus hijos y su marido, muy católico, según ella ha dicho en ocasiones. ¿Por qué privada? Todavía se desconoce. Quizá el Papa no quería entrar en campaña electoral, pero esa foto no habría sido mal vista por sus correligionarios. Lástima.
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