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Hay Festival | Diego Luna: “Uno tiene derecho de hablar del tema que más le importe y necesite”

En conversación con el subdirector de EL PAÍS América, Javier Lafuente, el actor mexicano dialoga con el director de teatro Diego del Río sobre arte y sus motivaciones vitales

Pocas ocasiones congregan a tantas personas con tanto y tan evidente entusiasmo como cuando estrellas como el actor Diego Luna aparecen en un escenario. La tarde de este domingo, el Hay Festival lo ha vivido una vez más. Las filas de espectadores que aguardaban para entrar al Teatro de la Ciudad, en el corazón de Querétaro, daban vuelta a las calles. Una vez dentro, Luna, en una conversación muy personal con el director de teatro Diego del Río y el subdirector de EL PAÍS América, Javier Lafuente, habló sobre sus más grandes pasiones, sobre su padre, sobre la actuación y sobre la necesidad de defender lo que a cada artista le mueve por dentro: “Uno tiene el derecho de hablar del tema que más le importe y necesite”, dice, con la voz fuerte y emocionada.

El teatro entero le aplaude. El carisma del actor y su total dominio del escenario confluyen con la claridad y la lucidez del director de teatro Diego del Río. Al tener en común las tablas, ambos comienzan a hacer una especie de presentación común, llena de sinceros halagos mutuos y genuinas muestras de admiración. Nunca han trabajado juntos, aunque en la charla es claro que tienen muchísimas cosas en común.

El teatro y la vida sobre el escenario se convierten de pronto en el tema principal de la conversación, algo que toca las fibras más profundas y sensibles de Luna y Del Río. “Yo aprendí a hablar con mi padre a través del Teatro”, se sincera el primero. “En un mundo en el que las cosas nos llegan con una rapidez que incluso nos seda, estar frente a un otro, mirarlo, sentirlo, puede, paradójicamente, meterte más en ti y al mismo tiempo abrirte a la experiencia de un otro, ahí está la importancia de lo que hacemos nosotros”, dice Del Río.

El teatro mexicano, propulsor del cine nacional

La conversación ha sido un alegato por el teatro. Una oda hacia esa especie de magia que un escenario con público y actores y actrices en vivo generan en un espacio de tiempo que, siendo tan breve, queda por mucho tiempo en las consciencias de los espectadores. “Hoy el cine que hacemos [en México] vive la realidad que vive por el teatro, porque el teatro ha sido la fuente de inspiración, el espacio, el taller, el gimnasio donde se han ejercitado esos músculos”, dice Luna.

Diego del Río, quien recientemente dirigió la obra Un tranvía llamado deseo, con la actriz Marina de Tavira como protagonista, habla del teatro como la posibilidad de crear pequeñas “sociedades modelo” en el que todas las partes que lo integran participan, incluso el público. “Existe este baile que es una cosa viva, que se parece casi a la experiencia amorosa, es algo que se siente y que está palpitando ahí”, añade.

Del Río, que además de director, es docente y fundador del Conservatorio de Actuación en Sunland, asegura que lo que le permite anclarse con más fuerza a los temas que le interesa trata en su trabajo, es tomar riesgos elegiendo las cosas que siente que podrían ser incluso de carácter urgente, espacios “casi de un territorio personal”. “El teatro se ensaya, se repite y se vuelve a hacer. Los mejores momentos, los más interesantes en mi proceso, eran donde aparecían más limitaciones”, dice.

No hay tiempo para tantas preguntas de las tantas manos que se han alzado entre el público del Teatro de la Ciudad. Luna y Del Río tratan de cerrar la conversación respondiendo a la pregunta de la responsabilidad que ese escenario que tanto amán y al que le deben tanto, les da también como ciudadanos. Ambos coinciden, en que son tiempos complejos, en los que se debe mirar al otro y crear espacios comunes para volverse a encontrar. Diego Luna concluye: “Qué bonito que estamos hablándolo en un teatro. Porque el teatro no puede pasarte solo, como la vida no puede pasarnos solos”.

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