En avión o por el Darién: los venezolanos que llegan a México huyendo de las políticas de Maduro
Desde hace al menos 10 años, la migración de venezolanos hacia México ha aumentado, pero en los últimos años ha cambiado la forma de llegar al país, destapando las necesidades de los más desprotegidos
México no era el destino más popular de la migración venezolana. Cuando inició el éxodo, los que venían al país lo hacían principalmente con papeles y una carrera que les facilitaba incorporarse al competitivo mercado laboral. Con el paso de los años, Venezuela se ha ido vaciando casi por estratos sociales, dejando a los más pobres la titánica tarea de abrirse un camino hacia el norte por el Tapón del Darién para llegar a Estados Unidos.
A Juana Sanabria se le va la mirada cuando recuerda la selva del Darién. Aunque usa un nombre ficticio por seguridad, dice que nació en La Victoria, en el Estado venezolano de Aragua y tiene 41 años. Llegó a México hace 9 meses, después de un periplo que inició en 2018 probando suerte en Perú, Argentina y Chile. Nada. No hay trabajo. La pandemia, la mala economía y la incertidumbre constante la llevaron a Medellín, donde dejó a su familia para emprender una caminata mortal hacia el norte y así conseguir un futuro mejor en Estados Unidos usando la aplicación CBP One, una herramienta donde los venezolanos pueden programar citas para optar por un permiso humanitario desde México.
Sin embargo, llegar hasta la Ciudad de México, donde ahora trabaja en una cocina mientras espera que le salga la cita para irse a Estados Unidos, no fue fácil. “Esa travesía en la selva no fue nada agradable”, recuerda. “Si uno no va bien preparado, uno se puede quedar allí. Yo vi mucha gente que tenía hasta siete días dentro de la selva porque no tenían como sostenerse. Adentro de la selva se encuentran muchas sorpresas, porque no te esperas que te vayan a secuestrar, no te esperas que te vayan a robar, no te esperas que te vayan a amedrentar y lamentablemente eso sucede”, dice.
El Tapón del Darién es apenas la primera parte de un viaje de dos semanas por Centroamérica. Cualquiera que haya pasado por ahí habla de muertes, secuestros, violaciones y robos. Todo el que llega a México gastó más de 1.000 dólares, que piden prestado a familiares y amigos en una deuda que no sabrán si podrán pagar. Todo dependerá de sobrevivir a las mafias de los diferentes países, que encontraron un negocio bastante provechoso a cuesta de las personas que huyen de las malas políticas de sus gobernantes.
Pero México parece ser una sala de espera minada para todo el que quiera ir a trabajar a Estados Unidos. Desde 2022, Venezuela es la primera nacionalidad con más personas en situación irregular en México. Coincide con el año en que el Gobierno de Andrés Manuel López Obrador impuso visa a los ciudadanos de este país, lo que ha resultado en un aumento año con año de los venezolanos irregulares que entran a México.
Según cifras de la Unidad de Política Migratoria, de enero a agosto de 2024, 266.846 venezolanos entraron irregularmente al país. Un año antes fueron 222.143 y en 2022 fueron 96.197. Año con año, la cifra ha ido aumentando significativamente. En 2021, la nacionalidad venezolana era el octavo lugar en entradas irregulares, con solo 4.360 entradas irregulares.
Daniel Carrillo, de 34 años, también cruzó por el Darién. Dice que es como caminar por una cuerda floja. “Con cualquier mal movimiento puedes perder la vida”, comenta. Desde septiembre vive en Tuxtla Gutiérrez, en Chiapas, aplicando diariamente al CBP One para conseguir una cita y poder llegar a Estados Unidos. No se mueve del sur de México porque todo el país está minado de coyotes que cobran por cada traslado hasta la frontera norte. Mientras tanto está durmiendo en una iglesia de Tuxtla que le apoya con la alimentación. No puede trabajar porque no tiene papeles. “En este pueblo lastimosamente no nos quieren dar empleo porque somos extranjeros, no tenemos documentos ni nada”. Sin embargo, dice que no volvería a cruzar la selva del Darién. “No recomiendo que ninguna persona haga esta travesía. Es demasiado peligroso. En el camino ves personas muertas y da tristeza; de repente querían algún futuro mejor para su familia que los está esperando”.
La crisis política que vive Venezuela ha expulsado a casi 8 millones de personas a distintos países del mundo. Desde que Hugo Chávez ganó las elecciones presidenciales de 1998, la idea de la emigración estuvo presente primero en las familias más privilegiadas, que temían perder su patrimonio en un Gobierno autoritario. Sin embargo, fue después de la muerte de Chávez, en 2013, cuando comenzó una migración masiva. Se pensaba que la situación económica cambiaría, pero el chavismo se radicalizó y la juventud empezó a perder la visión de futuro en su país. Primero, salieron los que podían pagarse un boleto de avión. La hambruna de 2016 y el apagón masivo de 2017 explotó el éxodo de los más necesitados. Muchos salieron por la frontera con Colombia hacia Cúcuta, pero luego se encaminaban a Ecuador y Perú. México empezó a popularizarse desde la pandemia, cuando los migrantes venezolanos que estaban en Sudamérica decidieron volver a migrar de nuevo, esta vez hacia Estados Unidos.
Los que se quedan
Según cifras de la Secretaría de Gobernación, desde 2016 hay 93.835 venezolanos residiendo legalmente en México. Esto sin contar a los nacidos en Venezuela que realizan sus trámites de residencia con un pasaporte europeo, muy común en algunas familias con historia de migraciones pasadas. Una vez con papeles, encontrar trabajo en México no es más fácil pero sí menos complicado.
Jorge Luis Castillo Silva, de 57 años, llegó a México en 2017. Antes había estado en Perú y tenía un negocio de comida venezolana que sufrió con la pandemia. En Perú, las restricciones fueron más fuertes y por eso decidió viajar a la Ciudad de México y emprender de nuevo. “Aquí el mexicano es amable y me tendió la mano al 100%. Es un país de muchas oportunidades, pero tienes que venir a trabajar y hacer las cosas bien”, cuenta. Así rentó un puesto en la calle, muy cerca del Paseo de la Reforma, donde ofrece la comida que cocina su esposa con algunos guiños mexicanos.
Sobre la política en su país no tiene muchas esperanzas, él solo quiere trabajar. “La situación en Venezuela no se va a arreglar de un día para otro. Pasarán años para que sea un país recuperado”, reflexiona. Tiene siete hijos que viven en varios países. Ninguno vive con él, pero asegura que se siente bien en México y no piensa en regresar en caso de un cambio político. “Por el momento no volvería a Venezuela, solo de visita 15 días y regresarme. Vamos a ver qué va a pasar. Yo estoy bien en México, me gusta”.
Lo mismo piensa Yorbi Daniel Navas Cuevas, de 45 años, quien llegó hace un año a México y está trabajando en el Mercado de Medellín de la Colonia Roma. “Tengo un año y dos meses acá. Te puedo decir que es un país espectacular, su gente es demasiado preciosa, no solamente de cara sino de personalidad, de corazón. Son personas que en verdad ayudan demasiado”.
En medio de la crisis política que atraviesa el país y las ganas de los venezolanos de que la situación mejore, hay una certeza incómoda: los que se fueron, por ahora, no regresarán.