Los símbolos de Sheinbaum ante el Congreso: de la comitiva de mujeres a una Ifigenia Martínez al límite
El discurso de investidura en el Congreso de la primera mujer en presidir México rebosa simbolismos, desde los guiños a la herencia de López Obrador a la causa feminista
Da la impresión de que Claudia Sheinbaum ha entrado en solitario al salón de sesiones donde ha de tomar posesión del cargo como presidenta de México. Pero, en realidad, detrás de ella, o a su lado, o delante, o arriba, han entrado miles, millones de mujeres mexicanas. Se han agolpado en la puerta de la Cámara de Diputados y se han metido a raudales, como un mar incontenible. Sheinbaum, la primera mujer que conducirá el país tras 65 hombres que le antecedieron, ha dicho al jurar al cargo: “En 503 años de historia [desde la Conquista española], por primera vez llegamos las mujeres a la presidenc...
Da la impresión de que Claudia Sheinbaum ha entrado en solitario al salón de sesiones donde ha de tomar posesión del cargo como presidenta de México. Pero, en realidad, detrás de ella, o a su lado, o delante, o arriba, han entrado miles, millones de mujeres mexicanas. Se han agolpado en la puerta de la Cámara de Diputados y se han metido a raudales, como un mar incontenible. Sheinbaum, la primera mujer que conducirá el país tras 65 hombres que le antecedieron, ha dicho al jurar al cargo: “En 503 años de historia [desde la Conquista española], por primera vez llegamos las mujeres a la presidencia. Y digo llegamos, porque no llego sola, llegamos todas”. La investidura de Sheinbaum, una científica izquierdista de 62 años, ha estado nutrida de alusiones al feminismo, una de las banderas de la mandataria, y también ha sido un homenaje al expresidente Andrés Manuel López Obrador. En una imagen que desborda simbolismo, Sheinbaum ha recibido la banda presidencial de manos de la emblemática diputada Ifigenia Martínez, una de las primeras luchadoras del movimiento izquierdista en México.
A petición suya, Sheinbaum, que ha usado un vestido bordado por una artista indígena, ha sido recibida por una comitiva estrictamente conformada por legisladoras. Al dar su primer discurso, ha pedido: “Hago una respetuosa invitación a que nombremos presidenta, con ‘A’ al final, al igual que abogada, científica, soldada, bombera, doctora, maestra, ingeniera, con ‘A’, porque, como nos han enseñado, solo lo que se nombra, existe”. En el recinto legislativo, las y los diputados y senadores de Morena, el PVEM y el PT, el bloque oficialista, rompían en gritos de “¡presidenta, presidenta!”. En el pleno de la Cámara de Diputados estaba ya Andrés Manuel López Obrador, el fundador de Morena e indiscutible dirigente de la izquierda mexicana, que ha acudido al recinto legislativo a hacer entrega de la banda presidencial, el símbolo de autoridad del Ejecutivo.
El traspaso de la banda presidencial de manos de Ifigenia Martínez, como pidió Sheinbaum, fue accidentado, debido a la avanzada edad de la pionera izquierdista (94 años). Martínez fue llevada a la mesa directiva en silla de ruedas, auxiliada por un enfermero y con un tanque de oxígeno. Entre varios la alzaron para sentarla en el asiento de la presidencia de la mesa. A su arribo, para ayudarla a saludar al pleno, el diputado Ricardo Monreal, jefe del grupo de Morena, le tomó la frágil mano y la ondeó, de cara a los legisladores. Cuando López Obrador le ha entregado la banda presidencial, Martínez se ha alzado con dificultades de su silla. “Híjole, apenas me sostengo”, ha comentado para sí misma, pero se ha escuchado a través de los altavoces. Luego ha tomado el atuendo y lo ha pasado lentamente a Sheinbaum, que le ha susurrado: “Gracias, Ifigenia”. “¡Viva Ifigenia!”, han gritado los diputados y senadores, para animarla. Martínez tenía preparado un emotivo discurso dedicado a Sheinbaum, que ya no pudo dar. “Su llegada a la presidencia es la culminación de una lucha que hemos atravesado generaciones enteras de mujeres, quienes con valentía desafiamos los límites de nuestros tiempos. Hoy, junto con ella, llegamos todas y abrimos paso a una nueva era”, iba a leer.
Sheinbaum sucede a López Obrador, que sale del cargo con una apabullante popularidad cercana al 80% y ha desplegado su enorme influencia hasta el último momento de su sexenio. En un solo mes consiguió la aprobación de la polémica reforma al Poder Judicial, que deja al voto popular la elección de jueces, y otra para traspasar el control de la Guardia Nacional al Ejército. La estela de esas decisiones ha perseguido al exmandatario. El palacio de San Lázaro estuvo rodeado por un cerco metálico y un fuerte despliegue policiaco, mientras un grupo de empleados del Poder Judicial se manifestaba a las afueras del recinto legislativo. Esa es la base sobre la que Sheinbaum busca construir el —según sus propias palabras— ”segundo piso de la Cuarta Transformación”.
López Obrador llegó el primero al recinto entre los abrazos, besos y peticiones de fotos de los legisladores, y tuvo un asiento en la mesa directiva, donde estaban Ifigenia Martínez, Norma Piña —cabeza de la Suprema Corte— y Gerardo Fernández Noroña, presidente del Senado. “La historia y el pueblo lo han juzgado: Andrés Manuel López Obrador, uno de los grandes”, ha definido Sheinbaum. “El dirigente político y luchador social más importante de la historia moderna. El presidente más querido, solo comparable con Lázaro Cárdenas, el que inició y termina su mandato con más amor de su pueblo, y para millones, aunque a él no le gusta que se lo digan, el mejor presidente de México”, ha abundado. López Obrador escuchaba desde su asiento. Los legisladores y funcionarios invitados coreaban: “¡Es un honor estar con Obrador!”.
Sheinbaum todavía se refería a López Obrador como “presidente”, sin percatarse de que ella llevaba puesta ya la banda presidencial, de que las posiciones habían cambiado. En algún momento rectificó y, con una sonrisa, comenzó a llamarlo por su nombre a secas. “Usted nos ha pedido en varias ocasiones no develar bustos, ni poner su nombre en calles, avenidas, barrios o colonias, tampoco monumentos, ni hacer grandes homenajes. La verdad es que no hace falta, porque usted estará por siempre donde solo residen los que luchan toda la vida, los que no se rinden, los que devuelven la esperanza y la alegría. Usted estará siempre en el corazón del pueblo de México. Se retira de la vida pública como un demócrata”, ha indicado. En el pleno, hubo legisladores que gritaron: “¡Te vamos a extrañar, presidente!”, “¡Gracias por lo que nos diste!”, “¡Nunca nos fallaste!”, “¡Te amo desaforadamente!”. Sheinbaum ha rematado: “Profundas gracias, gracias, gracias por siempre. Ha sido un honor luchar con usted. Hasta siempre, hermano, amigo, compañero Andrés Manuel López Obrador”.
Con la ministra Norma Piña sentada a su lado, y el resto de los ministros de la Suprema Corte en un lugar especial en el flanco derecho de la mesa directiva, Sheinbaum ha defendido la peliaguda reforma al Poder Judicial. La mayoría en el pleno aplaudió. “Si el objetivo hubiera sido que la presidenta controlara la Suprema Corte, hubiéramos hecho una reforma al estilo [del expresidente Ernesto] Zedillo. No. Eso es autoritarismo, nosotros somos demócratas. Queremos que se termine la corrupción en el Poder Judicial”, ha señalado. De los ministros presentes, solo la ministras Lenia Batres y Loretta Ortiz, cercanas al oficialismo, aplaudían. Yasmín Esquivel, otra allegada, permanecía incólume como el resto de jueces. “¿Cómo va a ser autoritaria una decisión que, en esencia, es democrática y permite que el pueblo decida? Estoy segura de que, en unos años, todos estaremos convencidos de que esta reforma es lo mejor”, ha dicho. Al recinto de San Lázaro logró colarse un pequeño grupo de manifestantes contra la enmienda judicial, que llevan semanas demandando un diálogo con las autoridades del oficialismo.
Pese a su defensa a favor de la reforma, Sheinbaum ha tenido un gesto de conciliación con el Poder Judicial, un contraste con los largos desencuentros que fomentó López Obrador a lo largo de meses. Al alcanzar su asiento en la mesa directiva, Sheinbaum se ha acercado a Piña y le ha saludado de mano. El gesto fue apreciado por la oposición en el pleno, que aplaudió. En cambio, López Obrador, cuando llegó a su lugar, solo se acercó a Ifigenia Martínez, a quien le besó la frente y la mano, y evitó aproximarse a Piña. No hubo sorpresa en ese desaire. Lo sorpresivo hubiese sido lo contrario.
En la sesión de investidura presidencial hubo otros simbolismos. Las y los legisladores del conservador PAN se presentaron vistiendo rigurosamente de negro, como si acudieran a un funeral. Mientras el pleno esperaba a que llegase Sheinbaum, una larga fila de diputados y senadores se formó en el flanco derecho de la mesa directiva para llegar al asiento de López Obrador y saludarlo, abrazarlo o tomarse fotos. La oposición no quiso quedarse atrás y comenzó a hacer otra fila, pero en el lado opuesto de la mesa, en el extremo donde estaba sentada Piña, a la que buscaron para, también, saludarla y dedicarle algunas palabras. Era una escena dividida como por un espejo: de un lado, una colorida hilera festejando la continuidad del proyecto obradorista; del otro, una fila fúnebre que parecía darse el pésame.
La disminuida y herida oposición también ha tomado la percha del discurso feminista. Las coordinadoras parlamentarias de Movimiento Ciudadano (MC) y del Partido Acción Nacional (PAN), Ivonne Ortega y Guadalupe Murguía, respectivamente, han puesto por delante su disposición de conciliar y recuperar el diálogo con el Ejecutivo, y de paso le han dado peso a la solidaridad entre mujeres. “En Movimiento Ciudadano encontrará sororidad pero no complicidad, diálogo pero no sumisión, respeto mas nunca sometimiento”, ha afirmado Ortega. Murguía ha pedido inaugurar una nueva era con equilibrios políticos. “Señora presidenta, no cometa los mismos errores del pasado, Morena sí necesita de la oposición”, ha dicho la líder panista. En contraste, desde la trinchera priista, su camaleónico dirigente y senador, Alejandro Moreno, ha sido lanzado guiños de reconciliación a la nueva presidenta y el oficialismo. “Pueden contar con el PRI para que corrijamos juntos lo que sea mejor para México”, ha dicho.
Sheinbaum ha homenajeado a las mujeres que participaron en las gestas más importantes de la historia mexicana, pero también a aquellas “heroínas anónimas, a las invisibles”, las mujeres sin historias grandilocuentes: a las trabajadoras del hogar, las indígenas, las bisabuelas, las madres, las hermanas, las amigas, las hijas, las nietas. “Llegan las que, desde su hogar, las calles, o sus lugares de trabajo lucharon por ver este momento”, ha dicho Sheinbaum, la primera mujer en presidir México en la historia.