El siguiente reto de Clara Brugada

No tiene que renunciar ni a su esencia y menos a su causa. Pero para que ésta tenga una oportunidad con su nombre y apellido, ha de conquistar, primero, a los votantes que preferían a Harfuch

Omar García Harfuch y Clara Brugada, durante un evento en agosto de este año.Galo Cañas Rodríguez (Cuartoscuro)

En demérito de sus pertrechos reputacionales e ideológicos, en la interna morenista por la capital se le reclamaba a Clara Brugada que no fuera otra persona, que tuviera trayectoria y perfil tan propios de la izquierda popular mexicana; mas ha sido precisamente por eso que ganó.

La batalla más importante de la definición de las nueve candidaturas a gobiernos estatales a renovarse en 2024 ha concluido. Los saldos del choque por la ...

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En demérito de sus pertrechos reputacionales e ideológicos, en la interna morenista por la capital se le reclamaba a Clara Brugada que no fuera otra persona, que tuviera trayectoria y perfil tan propios de la izquierda popular mexicana; mas ha sido precisamente por eso que ganó.

La batalla más importante de la definición de las nueve candidaturas a gobiernos estatales a renovarse en 2024 ha concluido. Los saldos del choque por la Ciudad de México aún no. La exjefa de Gobierno aprendió que un destape no se puede convertir en una carrera parejera. ¿Qué aprendió Clara?

La exalcaldesa de Iztapalapa Clara Brugada se impuso a Omar García Harfuch por tres razones.

Primera. Al movimiento le gusta verse en el espejo. El lopezobradorismo es orgullosamente retórico, y procede en consecuencia, de todo eso que hace que la vieja clase política se remueva en el asiento, de su esencia popular, de su arraigo entre el pueblo.

El cariz de la maestra Delfina Gómez es muestra de esa veta. En Estado de México no buscaron un perfil para agradar, desecharon todo cálculo de quienes argumentan que tal rostro, acento o proceder sería espantapájaros de votos clasemedieros. ¿No les gusta? Doble ración, entonces.

La incorporación de Omar García Harfuch a la pelea por la candidatura en la capital fue un duro pellizco a ese nervio del orgullo por lo popular que tiene el lopezobradorismo.

García Harfuch no leyó bien las señales o su patrocinadora le impuso un cadalso harto predecible. Porque la propia Claudia Sheinbaum es producto de esa cultura del esfuerzo, de esa raíz nada “fotogénica” según los cánones de la mercadotecnia que desprecia lo popular y a las causas de la izquierda.

Claudia aplastó a Marcelo porque tiene galones en las luchas que provocan ensoñación al imaginario lopezobradorista —vocación por Palestina, protagonismo en la lucha universitaria, e intransigente apego a la filosofía antiaspiracionista…—, y porque la comentocracia la veía menor al excanciller.

Y es que hace nada Marcelo Ebrard fue García Harfuch. Apelar a que Ebrard traería votos fuera del diámetro del lopezobradorismo nunca constituyó una ventaja. Incluso si se diera el caso de un producto químicamente morenista que guste al aspiracionismo, la ponderación para ello sería marginal. Muy.

He ahí la razón de la revuelta clarista. El movimiento escucha muy bien los discursos de AMLO y el del 18 de marzo es clave. El líder proclamó ese día en el Zócalo que el futuro no se debía entender sino en función de radicalizar lo logrado en este sexenio. Nada de Ávilas Camachos (nada de Ebrard/Omar).

Clara ganó precisamente porque hubo quien subestimó las posibilidades que tiene de romper los cotos del voto duro lopezobradorista en CDMX, y porque activa a la base del movimiento como nadie hoy en la capital, ni Sheinbaum.

Será una apuesta de riesgo de cara a las urnas en junio, sí; será uno de esos retos que tanto estimulan al movimiento que disfruta casi igual del abuso verbal tras imponerse, que de la victoria misma.

La segunda razón del triunfo de Brugada proviene de que entendió en muy pocas semanas que si quería tener futuro electoral más allá de Iztapalapa luego de esta batalla, no podía ser ella la estridente, quien polarizara en primera persona, la cara misma de la radicalización o la resistencia.

El oleaje empujó las posibilidades de García Harfuch, ganador indiscutible de las encuestas de la interna capitalina. En eso, Sheinbaum hizo un AMLO: sí lee las encuestas y las lee bien. Omar es un gran candidato en el papel, solo que no lo es para el movimiento hoy, y menos para el gran bastión de la capital.

La prudencia con que Clara enfrentó incluso la cargada morenista que sin rubor aupaba al exsecretario de Seguridad fue crucial para minimizarle a Sheinbaum los costos por bajar a su colaborador.

Ese talante, esa moderación en su proceder, visos de una institucionalidad templada, ayudaron a que donde se ponderan las encuestas revisaran al alza las posibilidades de abrir la puerta a Clara, pues mostró que en el momento de más presión ha resistido sin chistar los momios que la dejaban fuera.

Estrategia o intuición, lo real es que agradeció sin alardes la rijosidad de los duelos de esgrima que sus defensores mediáticos emprendieron en contra de García Harfuch y a favor de la pureza del movimiento. Evitó arrebatos que hacen que no pocos teman su eventual llegada a la jefatura de gobierno.

En sentido contrario, al que faltó temple, quizá porque era su primera campaña, fue a Omar, que minimizó y descalificó la revuelta, que se asumió ungido cuando tanto faltaba por escribirse, que no se zafó de errores como el estadio Azul, que no supo grillar con la resistencia que lo pasó por las brasas.

Afloró el colmillo de Brugada y la inexperiencia de García Harfuch, que sin embargo ha tenido al momento de la caída la estatura para comenzar bien una carrera sin aferrarse a números que si bien ventajosos para él, serían un lastre para el movimiento, con lo que de paso hizo gran servicio a su jefa.

Porque la tercera explicación es que Sheinbaum misma se dio la oportunidad de romper su fama de rigidez. Hay mucho más que leer en este capítulo que la facilona dialéctica de que al no ser Omar el ganador, la virtual candidata carece de mando.

Este ensayo de fallido destape podría ser benéfico para Sheinbaum en el futuro si gana la presidencia. Y será provechoso hoy pues ya sabe quién le disputa el poder. No, no es Clara Brugada, cuya aspiración es legítima, sino personajes que se adueñaron de los pasillos de Palacio Nacional.

Claudia Sheinbaum fortalece su liderazgo dentro del movimiento al ceder la capital a quien genuinamente supo despertar al morenismo de la ciudad. Al perder el que era considerado su delfín, la exjefa de gobierno va a descargar una responsabilidad que se había echado a cuestas.

Porque ya no tendrá que hacer dos campañas, la federal y la capitalina, como sí hubiera ocurrido si ganaba Omar. Ahora Brugada comparecerá ante ella, que le cedió la plaza, para comprometerse a entregar la votación más alta posible para Morena en todas las urnas.

En su trayectoria Claudia se ha hecho una imagen de refractaria a la negociación, de inamovible una vez que se hacía de una idea. Al dejar caer la candidatura de García Harfuch abona una característica de flexibilidad que le hacía falta de cara al electorado general. También eso gana al perder Omar.

Finalmente gana mucho frente a quienes pretendan descalificar estas y próximas internas en Morena. A dónde van a ir los lloriqueantes si la que más apostó y más duramente sería criticada por perder, no se aferró a su gran margen de maniobra para salirse con la suya.

A buena ley, Claudia es la nueva jefa de Clara y ahí comienza el siguiente reto de ésta. La relación entre ambas tendrá que partir de que la primera supo reconocer a la segunda, y que sólo en total reciprocidad de ésta para con aquella puede haber un buen futuro político para ambas.

Le toca a Clara cuidar eso. Engrandecer a su nueva mentora. Y tendrá que hacer ello en una cuerda floja. Al tiempo que logra que sus apoyadores guarden los recelos contra García Harfuch y lo incorporan en un privilegiado lugar, y mientras madura el perfil que ha de presentar allende el morenismo.

Si Clara recuerda que Omar es importante en su campaña, que le debe la candidatura a Claudia y que en parte ganó el bastón de mando capitalino porque supo evitar la caldera de los arrebatos, entonces tendrá claro que la campaña espera de ella una propuesta inclusiva y una personalidad cauta.

Alebrestar al morenismo con una campaña de orgullo por las raíces populares de la izquierda se probará benéfico solo si no se desborda de forma que genere enormes anticuerpos en un electorado que resintió, y cobró muy caro en 2021, esos insultos marginadores de AMLO que tanto jalea la base.

La representante más pura del movimiento ha de cabalgar al mismo con la rienda muy justa, para evitar que se desboque de entusiasmo en una prepotencia triunfalista que haga olvidar a la amazona que en la verdadera elección ella no era la más competitiva.

Clara Brugada no tiene que renunciar ni a su esencia y menos a su causa. Pero para que ésta tenga una oportunidad con su nombre y apellido, ha de conquistar, primero, a los votantes que preferían a Omar, votos que también ha de llevar a las urnas para la candidatura de Claudia Sheinbaum.

Lo bueno es que cuenta con los de la base morenista. A saber si caerá en la tentación de creer que con ello sobra para ganar en 2024 Jefatura de gobierno y Presidencia en la CDMX. Ser una morenista que guste a clases medias es su verdadero reto, el de ella, una de las radicales del movimiento. Eso implica su triunfo.

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