Luis Estrada: “Todos los mexicanos somos priistas y pasarán 100 años hasta que salga de nuestro ADN”
El director mexicano denuncia las trabas del Gobierno de López Obrador para financiar su nueva película ‘¡Que Viva México!’ y critica la polarización e intolerancia de la sociedad actual
El director Luis Estrada (Ciudad de México, 60 años) nació y se crió en los Estudios Churubusco, la meca del cine de oro mexicano. Hijo del también director José Estrada, el muchacho correteaba entre cables, focos y decorados desde pequeño. Allí vio rodar a Luis Buñuel y cuando se hizo grande fue asistente de Arturo Ripstein y Felipe Cazals. “Soy un dinosaurio y cada día cobro más conciencia de ello”, dice sentado en la oficina que tiene en los estudios. Allí, en esa que siempr...
El director Luis Estrada (Ciudad de México, 60 años) nació y se crió en los Estudios Churubusco, la meca del cine de oro mexicano. Hijo del también director José Estrada, el muchacho correteaba entre cables, focos y decorados desde pequeño. Allí vio rodar a Luis Buñuel y cuando se hizo grande fue asistente de Arturo Ripstein y Felipe Cazals. “Soy un dinosaurio y cada día cobro más conciencia de ello”, dice sentado en la oficina que tiene en los estudios. Allí, en esa que siempre ha sido su casa, se encuentra el cuartel general de Bandidos Films, su productora, con la que hace sus películas y que en realidad es él mismo, una computadora, varias butacas de cine, una pantalla, una mesa de despacho llena de quemaduras de cigarro, una cafetera que avienta un café fuerte como el petróleo y un baño. De las paredes cuelgan algunos carteles de sus obras más famosas: La Ley de Herodes (1999), Un mundo maravilloso (2006), El infierno (2010) y La dictadura perfecta (2014). En los recovecos de esta guarida se acumulan libros, películas y recuerdos de toda una vida dedicada al cine o a “hacer películas”, como lo llama él.
Por algo Estrada es uno de los directores mexicanos más reconocidos y aplaudidos. Su marca personal es ser políticamente incorrecto con un tono ácido, irreverente, provocador y sarcástico que levanta ampollas al poder sin importar qué partido esté en el Gobierno. Sus películas critican el clasismo, el racismo, la violencia y la idiosincrasia de un país tan complejo como México. Sus críticas no dejan indiferente a nadie porque dispara contra todo y contra todos sin importar a quien tenga enfrente. Eso le ha granjeado muchos amigos y muchos enemigos, tantos, que hasta le han ofrecido ser diputado plurinominal y senador. “A Todos les he hecho así” y saca a pasear el dedo corazón. “Yo hago películas. A mí que no me mezclen en sus cochinadas”, dice lenguaraz.
Después de ocho años en silencio, el cineasta anunció que volvería a la carga con la que considera su película “más ambiciosa”, una superproducción pagada por Netflix, titulada ¡Que Viva México! donde retrata la polarización y la intolerancia que atraviesa el país en tiempos de la cuarta transformación, el proyecto político de Andrés Manuel López Obrador. Pero un día antes del estreno, Estrada hizo saltar todo por los aires y abrió lo que él llama “la caja de Pandora”.
Se peleó con Netflix por la exhibición de su película en un puñado de salas de cine, compró los derechos de la cinta y decidió encargarse él mismo de la distribución. Asegura que con Netflix “el estudio más importante del mundo en términos de producción”, mantiene una buena relación y que después del estreno en las salas, su película podrá verse en la plataforma. Aunque también cuestiona la manera inconsciente con la que la industria del cine se está arrojando en brazos del gigante del entretenimiento por existir poco presupuesto público para la cultura. De momento la película sigue sin fecha de estreno.
Estrada enciende un cigarro y empieza a hablar apasionadamente. Las ideas se le amontonan en la punta de la lengua y salta de un tema a otro deprisa, como si se le acabara el tiempo. Sus dos ojillos pequeños se asoman por encima de una espesa barba blanca, gesticula con las manos y cuando acaba la conversación decide posar con lentes oscuros de manera desenfadada “a lo James Dean”.
Pregunta. Usted ha denunciado que las autoridades culturales rechazaron su película hasta en cinco ocasiones. ¿Cree que el actual Gobierno le ha puesto trabas para rodar ¡Que Viva México!?
Respuesta. No hay manera de que justifiquen lo que hicieron. No hay manera. Desde cualquier lectura era una arbitrariedad y un acto de censura. La censura se disfraza no es como la entendemos en su definición clásica. Pero el sabotaje es una forma de censura. El boicot es otra forma de censura. Hay censuras previas y posteriores. Hay censuras económicas, hay censuras legales, hay censuras de todo tipo. El acto de censurar es el mismo, pero no pueden tener el mismo nivel de autoritarismo e impunidad.
P. ¿Por qué?
R. Porque lo haces público y entonces hablas. Y los expones. Y tiene un efecto porque desde siempre les ha salido el tiro por la culata. No hay un acto de censura que no haga del objeto algo más deseado.
P. ¿Se ha autocensurado alguna vez sobre lo que dice o piensa?
R. Jamás. Lo único peor que la censura es la autocensura.
P. Los anteriores gobiernos trataron de evitar que se estrenaran La Ley de Herodes, El Infierno y La Dictadura Perfecta pese haber sido hechas con dinero público, ¿siente que le ha pasado lo mismo con su última película?
R. Son tiempos diferentes. Después de tres rechazos consecutivos de parte del IMCINE con Zedillo, a fuerza de patear la puerta, pude filmar la Ley de Herodes con apoyo del Estado mexicano, no del Gobierno. Porque si no se entiende la diferencia entre Gobierno y Estado, entonces no se entiende nada. A mí no me apoyó el Gobierno, me apoyó el Estado cuya obligación es proteger la cultura y el cine es cultura. Cuando hice El Infierno, en tiempos de Felipe Calderón -uno de los episodios más siniestros de este país- y mira que tenemos la historia del PRI... me rechazaron en todas las convocatorias, hasta que salió una convocatoria excepcional por el Bicentenario. Como soy un cabrón hecho y derecho conseguí los fondos y le arruiné la fiesta del Bicentenario. Y luego, La Dictadura Perfecta fue la furia de Peña Nieto. El EFIcine y la propia Televisa me dieron dinero, aunque luego trataron de boicotear el estreno en los cines.
P. ¿Cree que a los mexicanos les cuesta reírse del poder?
R. No, para nada. A nosotros nos ha salvado el humor negro. Tenemos una tradición fantástica de la mejor caricatura del mundo. Venimos de la tradición de Posada, de Abel Quezada, del Chango García Cabral, de Naranjo, de Helio Flores. Los mexicanos nos hemos burlado de la muerte y de todos los hijos de puta que nos han enfrentado. La mejor manera de entender este país es a través de la caricatura política.
P. Usted encontró un filón haciendo sátira política en el cine…
R. Sí, pero ese filón salió única y exclusivamente de dos cosas muy importantes: la rabia cabrona de ver qué es lo que estaba pasando en este país y el amor a mis hijos. Soy un tipo que tiene razones de peso para hacer lo que hace y decir lo que dice porque estoy muy cansado de este país.
P. ¿Qué pretende lograr con sus películas?
R. Que ayuden a tratar que este país sea un poquito mejor. Yo no creo en el cine como propaganda. No creo en el cine como herramienta. No creo en el cine como pedagogía para que la gente entienda. No creo, porque entonces sería una cagada hacer películas para entronizar una ideología, a un partido o a un personaje.
P. Hablemos de su próxima película. ¿Cómo es ¡Que Viva México!?
R. Es una película sobre la idiosincrasia de los mexicanos, sobre por qué somos como somos. No lo explica, pero hace un retrato caricaturesco. Es como el cuadro de Diego Rivera Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central. Te puedes pasar una hora viéndolo. Explica cómo somos, de dónde venimos, quién ha sido importante en la historia de este país.
P. ¿Y cómo diría Luis Estrada que son los mexicanos?
R. Somos muy complejos. Es casi imposible definirnos. Pero las idiosincrasias existen y tenemos rasgos muy particulares que no los tienen otros. Hay buenos y malos; feos y guapos; sanos y enfermos; de izquierdas y de derechas. Pero sí existen las idiosincrasias. Sí hay cosas que son bastante comunes en personas que crecieron, que nacieron y se educaron en un país. Y cuando vives mucho en un país empiezas a hacer cosas que no pensabas hacer, pero si todo el mundo las hace... todo el mundo dice: aquí no se puede mear saliendo del bar, pero te meas porque hay otros ocho. Oye, pérate, yo en mis cinco sentidos no hubiera hecho esto, pero todo el mundo lo hace. O te para un policía y te dice: “¡Huy, joven!, fíjese que nos va a tener que acompañar al corralón, pero ya cerraron, entonces va a tener que recoger su coche hasta el lunes y tiene que traer dos copias originales de su factura…” y entonces es cuando dices: “¿no lo podríamos arreglar de otra manera, oficial?”.
P. ¿Y diría usted que después de 70 años de gobiernos del PRI, el país también tiene una idiosincrasia política?
R. Este país está conformado por priistas.Todos somos priistas y va a llevarnos 100 años que salga de nuestro ADN. Fox era un presidente priista. Calderón es un presidente priista. Peña Nieto por supuesto que también y López Obrador es un priista de hueso colorado. El más fiel representante de lo que es el pensamiento priista. Es ser de izquierda y de derecha al mismo tiempo. Es ser católico y agnóstico; es ser machista y feminista. Porque en el priismo cabe todo, pero es parte esencial de nuestra idiosincrasia. Mi esperanza con López Obrador era que, a lo mejor, él podía empezar a sacarnos de la sangre y del cerebro nuestra cultura priista. Pero parece que no lo voy a ver. En sus hechos, en su manera de ejercer la política y de implementarla, sigue siendo priista.
P. ¿Usted votó por López Obrador?
R. Siempre que López Obrador se ha presentado a un cargo de elección popular, he votado por él. ¿Por qué lo hago? Pues porque los otros me parecen más lamentables. Porque tenía un discurso que yo sí le compré. Señalaba directamente a la mafia del poder. Y él me prometió que si llegaba a la presidencia, iba a hacer justicia contra esos hijos de puta y no lo ha hecho. Se toma fotos con ellos y los invita a cenar a Palacio Nacional.
P. ¿Qué repercusiones cree que tiene para México la polarización que estamos viendo en las calles y en las redes sociales?
R. El problema de este país es que se perdieron los grises. Y cuando se perdieron los grises, se perdió la moderación, se perdió la inteligencia. Y se perdió, sobre todo, la tolerancia. Entonces estamos metidos en una guerra que no sé dónde va a acabar y estoy muy asustado.
P. Usted critica en su película de manera directa los programas sociales del actual Gobierno, ¿por qué?
R. Efectivamente hay que ayudar a los pobres y lo suscribo por completo. Pero entre ayudar a los pobres y hacer clientelismo hay un matiz muy peligroso. Porque resulta que los viejitos no reciben algo justo, reciben una dádiva del presidente y la gente lo llama “la pensión del presidente”, y no es la pensión del presidente porque la da el Estado. Otra vez volvemos al problema del Gobierno y el Estado. El Estado somos todos, no es el presidente.
P. ¿Y usted cree que el Estado está personificado en el presidente en este momento?
R. El presidente en este momento es omnipresente y omnipoderoso.
P. ¿Y eso a usted qué le parece?
R. Me parece un retroceso democrático peligrosísimo. Pero no creo que tenga nada de original ni de novedoso.
P. ¿Tiene miedo de que no pueda estrenar su película?
R. Ja, ja, ja. Miedo que les dé a ellos. Por mis pistolas que la sacaré como he sacado cada una de mis películas. Y veo venir un éxito sin precedentes.
P. ¿Por qué?
R. Porque creo que a nadie le va a gustar y que a nadie va a dejar indiferente. Nunca una película se había atrevido a decir lo que se dice en esta sobre López Obrador. ¡Ah, por cierto! El presidente actúa en ella.
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