La masacre del ‘Ajolotón’
En un acto político, seis alcaldes capitalinos de Morena lanzaron a los canales de Xochimilco a decenas de estos anfibios en peligro de extinción. Los biólogos avisan: “Los condenaron a muerte”
En la imagen de seis sonrientes alcaldes de Morena subidos a una trajinera con ajolote en mano todo estaba mal. Al acto ellos lo llamaron Ajolotón, pero los biólogos lo revelaron como lo que es: una masacre de estos anfibios mexicanos en peligro de extinción. Los políticos sacaron a los animales de sus peceras de conservación, los colocaron sobre el pasto, los agarraron como peluches, se hicieron muchas fotos y después los aventaron al agua en una de las zonas más contaminadas de estos canales al sur de Ciudad de México. El investigador y veterinario de la UNAM Horacio Mena, que lleva 1...
En la imagen de seis sonrientes alcaldes de Morena subidos a una trajinera con ajolote en mano todo estaba mal. Al acto ellos lo llamaron Ajolotón, pero los biólogos lo revelaron como lo que es: una masacre de estos anfibios mexicanos en peligro de extinción. Los políticos sacaron a los animales de sus peceras de conservación, los colocaron sobre el pasto, los agarraron como peluches, se hicieron muchas fotos y después los aventaron al agua en una de las zonas más contaminadas de estos canales al sur de Ciudad de México. El investigador y veterinario de la UNAM Horacio Mena, que lleva 14 años estudiando a los ajolotes, calcula que no debieron sobrevivir más de tres horas. Para los morenistas, en cambio, el show ayudó a preservar la especie.
El ajolote es un emblema nacional. Ahora se han vuelto codiciados los billetes de 50 pesos con su imagen, pero ya fascinaba hace más de 500 años a los pueblos originarios, que consideraban que el dios Xólotl, hermano de Quetzalcóatl, se había escondido en ese cuerpo de ojos separados y corona de corales. Es un anfibio delicadísimo y apasionante, capaz de regenerarse, que funciona como un sensor ambiental, suele descansar durante el día y ondularse bajo el agua al caer el sol, que tiene unos dedos casi humanos sobre los que puede caminar, y, además, casi parece que sonríe. Es el rey amable de Xochimilco.
En 1998, la investigadora Virgina Grague, pionera en estudiar a estos seres únicos, completó el primer censo en el humedal: había unos 6.000 ajolotes por kilómetro cuadrado. El mismo censo, mismo método, en 2014 reveló que en cada kilómetro ya solo había 37. El protagonista de las chinampas estaba desapareciendo. Su ecosistema se había llenado de aguas negras y residuales, del diésel de las barcas a motor y del ruido de las borracheras de tequila sobre las trajineras. Las carpas y los tilapios —unas especies invasoras que fueron introducidas en Xochimilco en los 80 por otros políticos también muy concienciados— se habían multiplicado hasta ocuparlo todo y se comían su comida y sus huevos. Para salvar la especie, los conservacionistas empezaron a reproducirlos en cautiverio. Así sobreviven cientos ahora, cuidados con mimo en peceras, donde reciben alimentos y se les modera la luz y la temperatura, para que lo artificial parezca naturaleza, cuando esta ha sido destrozada.
De una de estas unidades de manejo ambiental sacaron los alcaldes a decenas de ajolotes el jueves en la mañana. No se sabe si los compraron o se los regalaron. Vestidos con los colores del partido, los mandatarios de Iztapalapa, Milpa Alta, Tláhuac, Gustavo A. Madero e Iztacalco acudieron listos para el acto ecológico del día al embarcadero de Cuemanco, donde el alcalde de Xochimilco, José Carlos Acosta, había convocado a la prensa para la masiva “liberación”. Las cámaras estaban listas para grabar a estos anfibios desecarse sobre la hierba. “¿Cuánto tiempo pueden ellos estar ahí fuera? ¿Cuánto tiempo podemos nosotros estar con la cabeza sumergida? No hay que llevar a ninguna especie al límite”, explica Horacio Mena, uno de los autores de la guía internacional de manejo de esta especie.
Entre foto y foto le dio tiempo a Clara Brugada incluso de proponer al ajolote como símbolo del movimiento de la 4T en Ciudad de México por su capacidad de “regeneración”, dijo mientras espachurraba a una de estas criaturas entre las manos. “A un anfibio jamás lo debes agarrar. Son muy sensibles y puedes pegarles bacterias que no hay en el agua”, insiste Mena. Los biólogos protestan porque ninguno de los políticos tuviera el sentido común de parar aquello. “Es deplorable. Demuestra la falta de conocimiento de la biología, de los animales y de la ecología del lugar. Hay cosas muy básicas que fueron pasadas por alto”, dice enojada al teléfono Cristina Ayala, doctora en Ciencias de la Sustentabilidad.
Después del manoseo de campaña llegó la traca final: el aventón. Soltar a estas decenas de ajolotes en las aguas sucias del embarcadero fue como soltarlos a los leones. Unos animales criados en cautiverio lanzados sin tiempo de readaptación ni protocolos a una muerte segura. Los expertos coinciden: fue un caso de maltrato animal. ¿Y cuál era el objetivo?
Las alcaldías han tratado de escudarse tras los acuerdos de colaboración que tienen en Xochimilco con la UNAM y la UAM; incluso José Carlos Acosta se atrevió a nombrar en ese acto de prensa al equipo del prestigioso biólogo Luis Zambrano. Bajo su batuta se inició el proyecto Chinampa Refugio, donde se crean unas pequeñas áreas protegidas limpias de carpas y ácidos, controladas, para devolver a los ajolotes a su hábitat natural, que no es la pecera. Mena, el experto en veterinaria del equipo de Zambrano, confirma a EL PAÍS que ellos ni siquiera sabían que iba a realizarse un acto. Entre tanto absurdo, a los biólogos solo les queda poner el grito en el cielo: “¡Paren la masacre del Ajolotón!”.
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