Un banco mediano y conocido: las quinielas sobre el próximo dueño de Banamex se centran en un puñado de actores
El precio de venta oscila, según los expertos, entre los 12.500 y los 16.000 millones de dólares
Se busca comprador de un banco con 1,4 billones de pesos en activos. La decisión de Citi de vender la mayor parte de Banamex ha disparado las quinielas sobre el potencial nuevo dueño: ¿mexicano o extranjero? ¿grande o pequeño? El interés que despierta la incógnita es proporcional a la dimensión de la operación, la mayor en el sector financiero de México desde que Citi compró la entidad en 2001. Pese a lo suculento del negocio, no hay tantos actores con capacidad para engullir tamaño elefante. Los expertos consultados apuestan por un perfil de banco mediano ya presente en el país y que pueda so...
Se busca comprador de un banco con 1,4 billones de pesos en activos. La decisión de Citi de vender la mayor parte de Banamex ha disparado las quinielas sobre el potencial nuevo dueño: ¿mexicano o extranjero? ¿grande o pequeño? El interés que despierta la incógnita es proporcional a la dimensión de la operación, la mayor en el sector financiero de México desde que Citi compró la entidad en 2001. Pese a lo suculento del negocio, no hay tantos actores con capacidad para engullir tamaño elefante. Los expertos consultados apuestan por un perfil de banco mediano ya presente en el país y que pueda sortear los requisitos de competencia. Ven menos probable, en cambio, la entrada de un actor nuevo.
Citi pone a la venta la Afore -la administradora de fondos para el retiro-, la cartera de crédito familiar y empresarial, los seguros, las 1.276 sucursales… Y, por supuesto, la marca: Banamex. Un nombre que lleva sonando en los oídos de los mexicanos desde 1884, que fue nacionalizado en los ochenta, reprivatizado en los noventa, y finalmente vendido al gigante estadounidense con el cambio de siglo por 12.500 millones de dólares.
Aunque ha caído su cuota de mercado, Banamex se mantiene como el tercer mayor banco del país por activos, con un 12% del total, según datos de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV) a noviembre del año pasado. El comunicado hecho público por Citi el lunes no menciona el precio al que se busca vender, pero instituciones financieras como Bank of America o la mexicana Actinver lo sitúan en una horquilla que va de los 12.500 a los 16.000 millones de dólares.
Ante la incógnita de los posibles interesados, solo cabe deshojar la margarita. Entre los actores todavía no establecidos en México, Itaú es el que suena más fuerte. El principal banco brasileño expresó su interés por comprar Banamex en 2015 pero lo descartó porque el precio, unos 30.000 millones de dólares en aquel entonces, les parecía caro, según declaró su presidente Roberto Setúbal a El Economista. Desde entonces, Itaú ha reforzado su presencia en Sudamérica con adquisiciones en Chile y Colombia pero no ha vuelto a pronunciarse sobre Banamex.
Al mismo tiempo, el clima económico y político de México hacen poco probable que el nuevo dueño sea un recién llegado, según los expertos. El economista Carlos Ramírez señala que el negocio bancario está viviendo “una transformación gigantesca, por cambios tecnológicos. Súmale el momento político y los posibles cambios regulatorios en los próximos años”, dice. En octubre las autoridades establecieron un tope a la comisión que las Afores cobran a los trabajadores por administrar sus ahorros, y la iniciativa de eliminar las comisiones bancarias, aunque fue frenada al inicio del sexenio, sigue flotando en la agenda pública.
La atención se centra, por tanto, en jugadores que ya tienen un pie en México y no son tantos con la capacidad suficiente y las sinergias adecuadas. Banorte es uno de los favoritos de los analistas. La entidad demostró un apetito voraz durante los 90 y la primera década de los 2000. Una serie de adquisiciones agresivas lo elevaron de banco regional al cuarto puesto por activos, con 1,3 billones de pesos, un 11% del total, según la CNBV. Además de su experiencia en compras, Enrique Mendoza, analista de Actinver, ve ventajas para Banorte. “Siempre les ha llamado la atención este negocio que tiene muchos depósitos, mucha cartera minorista y que le puede dar más rentabilidad a los préstamos que ya tienen colocados”, dice.
Una compatibilidad que Mendoza también encuentra en el caso de Banco Azteca, con su enfoque en zonas más rurales y clases trabajadoras. “Le ayudaría en mercados donde no tiene presencia, por ejemplo en tarjetas de crédito donde es muy fuerte Banamex”, afirma. Ricardo Salinas Pliego, dueño de Azteca y tercer hombre más rico del país, ha sido el primer empresario en romper el silencio y mostrar abiertamente su interés. “Le he pedido a mi equipo analizar la conveniencia de adquirir Citibanamex y redoblar mi apuesta en México, los mexicanos y su futuro”, tuiteó tras la noticia de la venta.
Tanto Banorte como Azteca comparten, además, un rasgo apreciado por el Gobierno. A diferencia del resto de pesos pesados, en manos extranjeras desde la privatización de los 90, estos dos son de capital mayoritariamente mexicano. Aunque el Ejecutivo no ha expresado todavía una preferencia por el origen del comprador, el discurso del presidente Andrés Manuel López Obrador es a menudo crítico de la multinacionales extranjeras. Los analistas creen que el Gobierno puede decantar la balanza si así lo desea. “Tiene todo el poder, el punto es si quiere ejercerlo. La CNBV podría pronunciarse en contra si no le gusta el potencial comprador”, dice Ramírez.
Por otro lado, Azteca y Banorte tendrían que hacer un esfuerzo importante para fondear la operación. Por activos, Banamex es cinco veces mayor que el primero y un poco mayor que el segundo. Allí juegan con ventaja ScotiaBank y Santander, para quienes México solo es una pieza de un vasto negocio internacional. Además, la presidenta del Santander, Ana Botín, ha exhibido afinidad con López Obrador y se ha reunido cuatro veces con él en tres años. El presidente destacó en abril pasado su “muy buena relación” y Botín afirmó querer seguir invirtiendo en el país.
Ninguna lista está completa sin el magnate Carlos Slim, otro empresario cercano a López Obrador. Su Grupo Inbursa está centrado en clientes de alto poder adquisitivo y la compra de la banca de consumo y minorista de Banamex le abriría una ventana a una nueva área de negocio. Sin embargo, los analistas ven poco probable que el empresario esté dispuesto a desembolsar una gran cantidad. “En mi experiencia de verlo operar en la Afore, la percepción es que está contento con su tamaño”, señala Carlos Ramírez.
Superar el examen de competencia económica
Más allá de la capacidad y sinergias de los posibles compradores, toda puja tendrá que pasar bajo la lupa de la CNBV y de la Comisión Federal de Competencia Económica (Cofece), el organismo autónomo encargado de velar por el buen funcionamiento del mercado. La operación merecerá un escrutinio estrecho dada la alta concentración que ya existe en el sector.
En este sentido, el que sí parece descartado en las quinielas es el rey del sector, BBVA. Con activos de 2,6 billones de pesos, concentra el 22% del mercado y tiene un perfil parecido al de Banamex. “Tiene una participación altísima. Coincide con Banamex en la mayoría de mercados. Los problemas son más serios”, señala el abogado Miguel Flores, excomisionado de la Cofece entre 2006 y 2013. “No es tan claro respecto a los demás jugadores. HSBC, Banorte y Santander tienen participaciones altas en algunos sectores y no en otros. Hay que ver mercado por mercado”.
La compra de la Afore de Banamex, incluida en el paquete de venta, es otro punto delicado. La ley del sector establece que ningún fondo para el ahorro podrá tener más del 20% de participación. La Afore en venta, la tercera más importante del país, representa el 16% del total de recursos administrados. Con el fondo de ahorro de Banorte llegarían al 37%, muy por encima del tope, y con el de Grupo Azteca lo rozarían.
En este caso, la Cofece puede autorizar “un límite mayor”, según prevé la ley, u obligar al comprador a vender parte del negocio o a excluir de la compra el área conflictiva. En cualquier caso, Miguel Flores apunta que la Comisión “no es una autoridad radical que bloquee por bloquear”. De los más de 100 casos que al año aterrizaban en su escritorio, el excomisionado calcula que apenas uno o dos eran rechazados.
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