La odisea administrativa para conseguir la incapacidad por covid: “Debería estar en mi casa”
Los contagiados enfrentan largas filas y horas de espera para tramitar sus permisos laborales ante un IMSS desbordado por la variante ómicron
La frustración y el contagio hacen fila frente a la Clínica número 28 del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) en la capital. Decenas de trabajadores enfermos de covid-19, muchos de ellos con síntomas, llevan horas formados para obtener la incapacidad laboral y comparten espacio con personas que solo van a hacerse la prueba y que se exponen al contagio. Por si fuera poco, no se va a poder atender a todos los que esperan, advierten las enfermeras. Es la estampa del México de ómicron, pocos fallecimientos pero ...
La frustración y el contagio hacen fila frente a la Clínica número 28 del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) en la capital. Decenas de trabajadores enfermos de covid-19, muchos de ellos con síntomas, llevan horas formados para obtener la incapacidad laboral y comparten espacio con personas que solo van a hacerse la prueba y que se exponen al contagio. Por si fuera poco, no se va a poder atender a todos los que esperan, advierten las enfermeras. Es la estampa del México de ómicron, pocos fallecimientos pero un récord de casos que ha desbordado la capacidad de la atención primaria y atascado los trámites administrativos.
Andoni Méndez, de 24 años, lleva seis horas fuera de la clínica, una mole gris en una colonia de clase media de Ciudad de México. En una carpeta de cartulina color azul guarda una prueba positiva de laboratorio. No se encuentra bien; le duele la garganta y tiene los ojos llorosos, pero no le queda más remedio. “Si no me dan la incapacidad, o no voy a trabajar y no me pagan o contagio en la oficina”, cuenta, sentado sobre la baqueta. El teletrabajo no es una opción. Labora en un call center y en su casa la conexión de internet viene y va. Mientras, la empresa le exige el trámite porque la ley establece que el Seguro Social paga parte del salario durante la convalecencia.
Es la segunda vez que, enfermo de covid, Méndez tiene que romper el confinamiento para acudir a la clínica. La primera, el lunes pasado, fue peor. Esperó más de 12 horas para que lo recibiera la doctora y salió pasada la medianoche “tiritando de frío”. Pese a que la Secretaría de Salud recomienda una cuarentena de 14 días, la doctora solo le concedió a Méndez siete días de incapacidad y ha tenido que regresar este lunes a renovarla porque en el trabajo le piden confinarse dos semanas.
La ola de ómicron ha provocado un embudo administrativo en las solicitudes de incapacidad. En teoría, el enfermo puede tramitarla por internet; rellenar un formulario y subir a la plataforma el resultado positivo. El IMSS pedía explícitamente a los pacientes que no fueran a las clínicas a hacer el trámite. “No acudas para evitar contagios, puede asistir en tu lugar un beneficiario, familiar o representante”, rezaba un documento oficial con fecha de enero del año pasado, durante la segunda ola.
Ahora, justo cuando los casos diarios superan la barrera histórica de los 30.000 tras las vacaciones de navidad, los enfermos consultados se quejan de que la plataforma digital no funciona bien y afirman que las enfermeras les han dicho que no pueden acudir familiares en su lugar, solo ellos. Sin embargo, el secretario de Gobernación, Adán Augusto López, ha negado este martes que haya filas e insistido que los trámites se pueden hacer por internet. “Quien esté contagiado de covid tiene que estar aislado pero el IMSS tiene definido que puede ser a través de un familiar o incluso vía electrónica”, ha afirmado.
Méndez se ha traído una gruesa chamarra roja por si la espera vuelve a eternizarse y le acompaña su abuela Blanca Estela Vélez. Antigua enfermera en el IMSS, ella ha venido a intentar agilizar el trámite, sin mucho éxito. “Me dan ganas de regresar a trabajar aquí para organizar esto, porque hace falta. ¿Cómo es posible que tengan a los positivos formados con los que no lo son?”, pregunta, abriendo mucho los ojos. En la fila, los que buscan la incapacidad y los que van a hacerse la prueba se lanzan miradas incómodas y maniobran para mantenerse a distancia.
“¡Ya no quedan fichas para la tarde! ¡Ya no hay más!”, grita una enfermera, mientras recorre la fila. Han repartido unos 60 turnos en la mañana y otros 24 en la tarde, pero al menos treinta personas de las que esperan no han conseguido ficha. Urgencias seguirá abierta toda la noche, pero “todavía es incierto” si se va a atender a los que faltan, reconocen las enfermeras.
“¡Esto es inhumano!”, les suelta indignada Laura Almeida, una pediatra de 35 años que espera desde hace tres horas su documento de incapacidad. Saca su celular para grabar lo que dice la enfermera. “Tengo tos, dolor de cabeza, me duelen los pies… Debería estar en mi casa, no aquí”, señala. “Voy a pedir el uber y ya volveré″.
Un poco más adelante en la fila, Guadalupe Aragón, gerente hotelera de 43 años, y Pedro Contreras, un diseñador de videojuegos de 34, han decidido quedarse. Todavía tienen esperanzas de que les atiendan, aunque sea entrada la noche. “Por internet no funciona. Lo he intentado tres veces por si mi conexión estaba fallando y nada. Voy a pedirle a mi esposo que me traiga una manta”, dice ella, mentalizada.
Contreras, con un suéter de hilo, asegura que él aguanta así y que tampoco se va a ninguna parte. Es la segunda vez que acude a la clínica en menos de una semana. Dio positivo hace cuatro días, en Reyes, y en su primer intento de conseguir la incapacidad en la clínica le dijeron que volviera otro día, que ya no quedaban fichas. “Si no lo hago hoy, no va a tener sentido. Ya prácticamente estoy saliendo”.
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