El rescate con éxito de dos niñas contra la violenta corriente del río Tula

La Cruz Roja evacua a una familia que aguantó aislada durante 40 horas en un tercer piso en el centro inundado de la ciudad hidalguense

Areli Hernández y sus hijas, Loany y Danna, son rescatadas de su casa en el centro de Tula por la Cruz Roja este miércoles, tras más de 40 horas aisladas por las inundaciones.Foto: Foto | Video: Mónica González

Dos hombres navegan por el centro de Tula en una pequeña barca gris. Hacen de correo entre los vecinos que todavía están aislados y los equipos de ayuda que patrullan la ciudad. “¡Hay dos niñas pequeñas atrapadas en un edificio rodeado de agua! Necesitamos ayuda para sacarlas”, le ruegan a los integrantes de un vehículo anfibio de la Secretaría de Marina. La expedición de rescate pone rumbo hacia el lugar. Al llegar, se encuentran con una brigada ...

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Dos hombres navegan por el centro de Tula en una pequeña barca gris. Hacen de correo entre los vecinos que todavía están aislados y los equipos de ayuda que patrullan la ciudad. “¡Hay dos niñas pequeñas atrapadas en un edificio rodeado de agua! Necesitamos ayuda para sacarlas”, le ruegan a los integrantes de un vehículo anfibio de la Secretaría de Marina. La expedición de rescate pone rumbo hacia el lugar. Al llegar, se encuentran con una brigada de la Cruz Roja, que ya ha montado un complejo operativo de cuerdas, arneses y mosquetones, y prefieren que el camión no se acerque demasiado para no provocar más corrientes que dificulten la misión de salvamento. Al otro lado de la calle, en el tercer piso de un callejón sin salida, dos menores de edad, sus padres y dos ancianos esperan a ser evacuados. Llevan más de 40 horas en el lugar, cercados por el desbordado cauce del río Tula.

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En la calle Leandro Valle, que discurre paralela al río y ahora es parte de él, hay dos coches y un gran camión atravesados, unas cuerdas naranjas aseguradas en los postes, un equipo preparado de la Cruz Roja y un grupo de vecinos que se asoma expectante desde una esquina. Hay que sacar a una familia con menores y nada puede salir mal.

La primera en llegar hasta la calle, agarradísima a uno de los rescatistas, es Loany Meléndez. Tiene 13 años y le han puesto un chaleco amarillo. Debe cruzar una avenida de dos carriles ahora invadida por la corriente violenta del río. “Estaba asustada. Solo me abrazaba muy fuerte del señor”, cuenta a EL PAÍS. El avance se hace metro a metro. Detrás sigue su madre, Areli Hernández, de 34 años, que lleva en brazos a Pinky, el perro de la familia. Ambas llegan sin inconvenientes al otro lado.

La parte más compleja de la operación es con Danna, que solo cuenta con siete años y el agua de la calle le llega al pecho. Lleva chaleco y un arnés para que, aunque caiga, siga amarrada a la cuerda que sujetan firme los miembros de la Cruz Roja. Para cruzar el tramo más profundo, el brigadista la alza en brazos y otros dos compañeros los esperan en la mitad de la corriente. Al final, como en una cadena, los rescatistas se pasan a la niña hasta que la alejan del agua. Un rato después, ya en tierra firme, Danna escucha seria a sus padres y solo sonríe para contar que Pinky es a veces “latoso”, aunque se ha portado muy bien durante la evacuación, que ha puesto final a dos días de angustia y miedo al río.

Areli Hernández y Carlos Meléndez con sus hijas, Loany y Danna, y su perro Pinky, minutos después de ser evacuados por la Cruz Roja Mexicana de su casa en el centro de Tula, Hidalgo, este miércoles Monica Gonzalez

Carlos Meléndez, de 36 años, reconoce que lleva dos noches sin dormir. Cuando el lunes por la noche empezó a llover, él y su esposa Areli comenzaron a subir sus muebles y electrodomésticos a la parte más elevada de su vivienda. Residen con las niñas en un edificio de tres alturas a orillas del río Tula, que se desbordó el lunes por la noche. Las inundaciones han dejado 17 fallecidos en el hospital del IMSS de la ciudad y 10.000 evacuados.

“Entró el agua por las coladeras y cuando nos dimos cuenta ya estaban tronando las puertas de las casas, y todas las primeras plantas se inundaron totalmente”, cuenta Areli Hernández. Creen que en la primera noche el agua superó los tres metros. La familia lleva décadas viviendo en esa privada Leandro Valle. Allí residen junto a sus padres, primos y tíos. En la noche del lunes, mientras veían cómo el río rugía, Areli, Carlos y las dos niñas brincaron por las azoteas hasta llegar a la casa de un familiar, para pasar lo que pensaban que sería solo un par de días todos juntos.

A pesar de la cercanía de la casa con el Tula, Hernández explica que en un primer momento no se alarmaron en exceso: “Contábamos con víveres suficientes, con comida, latas, agua...”. Además, ya tenían experiencia en estas lides: en 2008, otra riada golpeó la ciudad, aunque de forma mucho más leve: “Nos confiamos por la inundación de hace 13 años, que no estuvo tan fuerte”.

El martes cuando despertaron, además de haberse quedado sin línea telefónica, tampoco había electricidad. El agua bajó, ya solo cubría 40 centímetros, así que sus primos, con hijos más pequeños, aprovecharon para salir con un equipo de rescate. Ellos eligieron quedarse por miedo a las rapiñas que esa madrugada se habían cebado con el centro de la ciudad.

El momento crítico llegó con el terremoto de 7,1 de magnitud que sacudió el centro de México desde el Estado de Guerrero a las 20.47. Ahí es cuando se asustaron de verdad. “El movimiento fue muy fuerte, además la tierra está muy blanda por la inundación” describe Hernández. Por si fuera poco, por la tarde volvió a llover con fuerza —“la corriente subía y subía, estábamos muy pendientes”— y abrieron las compuertas para desfogar la presa, ya que las autoridades temían que su pared pudiera llegar a romperse —este jueves, la presa Endhó todavía se encontraba a un 107% de su capacidad y la presa Requena a un 125%, según datos de la presidencia de Tula—. Para las diez y media de la noche, el río ya había sumergido las calles otra vez más de dos metros. Fue la segunda inundación.

La madre de Areli Hernández es evacuada por brigadistas de la Cruz Roja este miércoles después de estar más de 40 horas aislada por la inundación del centro de Tula Mónica González

El miércoles por la mañana, la familia decidió que era el momento de abandonar su hogar. Metieron los documentos y una muda en las maletas, tomaron en brazos a Pinky y esperaron al equipo de rescate. Con ellos salieron los padres de Hernández. Alrededor de las cuatro de la tarde, y solo un rato antes de lo que amenazaba con ser el tercer día de inundaciones en el centro por el desfogue de la presa, llegaron los brigadistas gritando hasta la puerta de su casa. Los seis descansan ya en casa de un familiar, fuera de peligro.

El Gobierno y las fuerzas de seguridad están concentrando sus esfuerzos en evacuar a los últimos vecinos atrapados por el agua que todavía no habían querido dejar sus casas. Aunque las lluvias han parado, las presas que controlan el flujo del río Tula siguen por encima de su capacidad. Durante esta semana, la presa más grande, la Endhó, ha vertido su récord histórico: 579,2 metros cúbicos por segundo. Esto quiere decir que, sin abrir las compuertas, las presas siguen soltando agua porque sencillamente ya no cabe más, lo que obliga a las autoridades a ir desfogándolas para evitar rupturas. En cuanto se abren las presas, el agua vuelve incluso a las calles que ya se habían secado. La pregunta es ahora cuándo podrán volver los vecinos a sus casas.

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