Migración y el futuro de la salud pública y los cuidados en Chile

Desde una perspectiva de política pública, conformar equipos de salud interculturales se perfila como una medida urgente

Migrantes esperan para su registro de identificación en Santiago, Chile, el 16 de diciembre de 2024.Esteban Felix (AP)

En Chile, los desafíos estructurales del sistema de salud y cuidados se ven intensificados con la creciente diversidad demográfica que trae la migración. En un país donde la saturación de servicios, la falta de especialistas y la desigualdad territorial marcan la agenda sanitaria, los migrantes representan una oportunidad para reforzar y enriquecer la capacidad del sistema. Sin embargo, a pesar de sus significativos aportes, los migrantes enfrentan barreras de acceso y discriminación que exigen mejores políticas públicas.

La situación actual del acceso a la salud en Chile muestra tanto avances como carencias. Según un reciente informe del Centro de Políticas Migratorias y Espacio Público, el 96% de la población extranjera residente está afiliada a Fonasa, pero un 34,3% se encuentra en el grupo más vulnerable, sin recursos ni cotizaciones. Además, solo el 65,6% de la población extranjera accedió a tratamientos cubiertos por AUGE-GES, frente al 78% de los nacionales.

Estas cifras evidencian brechas significativas, mientras que el tiempo de espera para acceder a consultas médicas y el uso menos frecuente de servicios de salud entre migrantes resaltan la necesidad de estrategias de inclusión. La experiencia internacional ofrece aprendizajes clave. El programa Más Médicos, de Brasil, que moviliza médicos extranjeros para atender regiones vulnerables, podría inspirar iniciativas similares en Chile. Asimismo, herramientas tecnológicas como el Sistema Integrado de Información de Protección Social de Colombia o el programa australiano My Health Record, demuestran cómo la digitalización puede mejorar el acceso y la calidad de los servicios, incluso en contextos diversos y con barreras idiomáticas.

Más allá de los números, el valor cualitativo de los aportes de migrantes al sistema de salud y cuidados chileno no puede ser ignorado. Profesionales de la salud extranjeros han contribuido no solo con su experiencia, sino también con una atención culturalmente pertinente. En distintas regiones de Chile su presencia ha sido indispensable, aportando un enfoque en la prevención y la empatía, lo que destaca la necesidad de integrar aprendizajes interculturales al sistema. Sin embargo, desafíos como la homologación de títulos y el acceso al mercado laboral formal continúan limitando su potencial.

Además de su impacto en el sistema de salud, las actividades de cuidado desempeñadas por mujeres migrantes representan un aporte importante al bienestar social en Chile. Estas mujeres suelen encargarse del cuidado de personas mayores, niños y pacientes con necesidades especiales, tareas que muchas veces son rechazadas por los trabajadores locales. Sin embargo, este trabajo está marcado por la informalidad y la precariedad laboral, lo que refleja la falta de valoración estructural de estas labores. A pesar de ello, los migrantes destacan por su disposición y habilidades blandas, atributos que las familias chilenas valoran positivamente.

En el caso de las mujeres migrantes, muchas veces enfrentan la contradicción de desempeñar roles de cuidado remunerado mientras delegan el cuidado de sus propios hijos. Esto pone de manifiesto no solo el impacto social y económico de su labor, sino también los desafíos asociados a la feminización de la migración y la necesidad de políticas que mejoren las condiciones laborales en este sector, como la certificación de competencias y la formalización de sus actividades. Tales medidas no solo beneficiarían a las trabajadoras, sino que fortalecerían las redes de cuidado en un país que enfrenta actualmente un proceso de envejecimiento evidente.

Desde una perspectiva de política pública, conformar equipos de salud interculturales se perfila como una medida urgente. Por otra parte, la agilización en la homologación de títulos y la descentralización de procesos administrativos no solo beneficiarían a los profesionales migrantes, sino que también ayudarían a aliviar la crisis de recursos humanos en salud. Asimismo, es fundamental avanzar en la formalización y reconocimiento de las actividades y competencias laborales en el ámbito de los cuidados. En conclusión, Chile tiene la oportunidad de avanzar hacia un sistema de salud y cuidados más inclusivo y resiliente, aprovechando la riqueza que aporta la diversidad migrante. Sin embargo, esto requiere un enfoque integral que no solo reconozca sus contribuciones, sino que también aborde las desigualdades y barreras estructurales que enfrentan. Es momento de transformar los desafíos en oportunidades y de construir un sistema de salud verdaderamente universal.



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