El derrumbe final de las elecciones primarias en Chile

Este paupérrimo desempeño se explica por una simple razón: cuando las primarias son voluntarias, los candidatos solo les hablan a sus nichos (electorales, ideológicos, identitarios), quedando muy lejos de lo que en ciencia política conocemos como el votante medio

Ciudadanos durante la jornada electoral en el Colegio San Ignacio, en Santiago, el 27 de octubre de 2024.Cristobal Venegas

Tras las elecciones regionales y municipales de este fin de semana que acaba de concluir, se abre la temporada de análisis e interpretaciones de los resultados. De estas batallas analíticas surgirá algún tipo de relato de quien ganó y quien perdió, tal vez una representación dominante. En lo personal, me parece difícil sostener algo distinto a la restauración de un equilibrio general entre partidos que se extravió en 2021, lo que nos habla de la cantidad de cosas irreales que ocurrieron en esa anómala elección local y de convencionales, lo que dio lugar a todo tipo de sobre-interpretaciones. Recordemos que esa elección local y de convencionales elegidos para redactar una nueva Constitución se sitúa en la prolongación de lo que fue el estallido social de octubre de 2019. Para ser completos con lo que fueron los resultados de las elecciones de este fin de semana, es importante tomar nota de la consolidación de los independientes, tanto de partidos como fuera de ellos (y contra ellos), alcanzando éxitos a veces sorprendentes. No es posible soslayar la considerable participación electoral gracias al voto obligatorio con sanción económica que fue introducido hace un par de años, así como su efecto perverso: la inquietante masa de votos nulos y blancos, especialmente cuando las papeletas contenían decenas de candidatos (lo que fue el caso para consejeros regionales y concejales). Finalmente, ya es hora de tomar en serio los efectos de la acumulación incesante de elecciones desde 2020 hasta hoy, incluso dos o más veces dentro de un mismo año: si las elecciones pueden provocar pasiones en los partidos, su acumulación en cortos periodos de tiempo puede producir estragos en las personas comunes y corrientes (aburrimiento y hasta hastío).

Sin embargo, hay un aspecto en el que vale la pena detenerse, el que opera como agravante de lo que hemos presenciado.

En el mes de junio de este año, el Estado organizó a través del Servicio Electoral (SERVEL) poco más de 60 elecciones primarias de alcaldes. En esa campaña, los partidos hicieron gala de sus identidades, haciendo como si esas identidades tocaban la fibra más profunda de las chilenas y chilenos: ¿cómo no recordar que tan solo un puñado del electorado votó?

Pues bien, de los 65 triunfadores en esas primarias, tan solo 16 ganaron la elección municipal. Para hacerse una idea de la inanición de estas primarias, voy a colocar dos ejemplos políticamente equilibrados: de los 6 triunfadores de Renovación Nacional, solo uno venció en la elección definitiva, mientras que de los 5 triunfadores comunistas, todos perdieron este fin de semana. Aunque de modo algo menos exagerado, la situación no es muy distinta para el resto de los partidos (de los 11 vencedores socialistas, tan solo dos fueron electos como alcaldes, de los 5 frenteamplistas dos se transformaron en ediles): el único contraste lo proporciona el partido de centroderecha Evopoli, cuyos tres triunfadores en primarias confirmaron su victoria en las elecciones municipales. Lo que hace de estas primarias un evento de selección de candidatos aun más extraño es que los partidos permitieron que candidatos independientes identificados con alguna coalición o partido pudiesen participar. El resultado está a la vista: son muchos los independientes que se impusieron en primarias derrotando a candidatos de partidos, para inclinarse ante candidatos que no pasaron por el filtro de este procedimiento aparentemente democrático. De este modo, el fenómeno de los independientes no solo aumenta en volumen, sino que se expande incluso con ocasión de elecciones primarias de partidos.

Este paupérrimo desempeño se explica por una simple razón: cuando las primarias son voluntarias, los candidatos solo les hablan a sus nichos (electorales, ideológicos, identitarios), quedando muy lejos de lo que en ciencia política conocemos como el votante medio. Puede entonces entenderse la enorme inelectividad de quienes triunfan en primarias, y el irracional costo económico en el que incurre el Estado.

Si alguna legitimidad relevante del resultado queremos atribuir a las elecciones primarias, entonces estas deberían ser obligatorias. De lo contrario, seguiremos presenciando elecciones primarias que más se parecen a decisiones tribales con algún tipo de participación de miembros de la tribu, que a un evento nacional y popular en donde de pueblo hay poco, y patriotas nada.

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