La vida en Chile de Edwin Arrieta, el cirujano colombiano asesinado en Tailandia
El médico vivió dos años en Santiago, y así como forjó lazos profundos de amistad con algunas pacientes, también tenía una querella de una de ellas. Uno de sus sueños era crear una línea de vinos: se llamaría Cirujano
Cuando el médico colombiano Edwin Miguel Arrieta Arteaga contó a sus amigos en Santiago que iría de vacaciones a Tailandia, a ninguno le llamó especialmente la atención. Viajar, cuentan, era algo habitual en él y, más que un pasatiempo, era una forma de vida. Lo hacía tanto por turismo como por trabajo. No hace mu...
Cuando el médico colombiano Edwin Miguel Arrieta Arteaga contó a sus amigos en Santiago que iría de vacaciones a Tailandia, a ninguno le llamó especialmente la atención. Viajar, cuentan, era algo habitual en él y, más que un pasatiempo, era una forma de vida. Lo hacía tanto por turismo como por trabajo. No hace mucho había estado en Turquía y España. Además, estaban acostumbrados a verlo cada 15 días: pasaba la mitad del mes en Chile y la otra en Colombia. En ambos países tenía una consulta, donde realizaba, principalmente, liposucciones, lipoesculturas, abdominoplastias e implantes mamarios.
La noche del sábado 29 de julio, un día antes de tomar el vuelo, Arrieta, de 44 años, cenó junto a una amiga en uno de sus restaurantes favoritos en la comuna de Vitacura, en un exclusivo sector de Santiago. Volvería, aproximadamente, en 20 días a Santiago. Poco antes, en la página de Facebook que mantenía en Chile, había anunciado que todavía tenía cupos en agosto para lipoescultura y abdominoplastia. Cobraba unos 5.400 dólares. Pero de ese viaje nunca regresó: en Tailandia fue asesinado por el chef español Daniel Sancho, de 29 años, autor confeso de haberlo descuartizado. Es un nombre que sus cercanos no habían escuchado.
Arrieta vivía en Santiago aproximadamente hace dos años. Arrendaba un departamento en el piso séptimo de un moderno edificio en Las Condes, en un sector acomodado de la capital de Chile. Fue en ese mismo lugar que, cuando sus amigos en Chile se enteraron del asesinato -la noticia se reveló el sábado 5 de agosto-, se reunieron allí para rezar un rosario por él. El médico, cuentan, era católico, devoto de la virgen de Lourdes y la de Guadalupe. El domingo 6, a las 12.30, se volvieron a encontrar. Esta vez en una misa en una iglesia en Los Dominicos, también en Las Condes -donde él asistía todos los domingo-, en la que pidieron que se mencionara su nombre.
El médico tuvo varios trabajos en Chile. Primero, según consignó el diario chileno La Tercera, ejerció en Viña del Mar, una ciudad ubicada a unos 120 kilómetros de Santiago. Pero fue a partir de 2021 que se asentó en Santiago. Comenzó con cirugías en una clínica en Providencia, en el sector oriente de la capital, donde estuvo hasta en 2022. Luego se independizó. Una de sus últimas consultas, relatan sus cercanos, estaba ubicada en la calle Los Militares, en Las Condes. La dirección, en sus redes sociales, no la difundía: solo dejaba el número de teléfono de una asistente. Las operaciones eran realizadas en distintas clínicas.
De acuerdo con el Registro Nacional de Prestadores Individuales de Salud de la Superintendencia de Salud, que es un organismo estatal, Arrieta aparece inscrito como médico en Chile recién desde el 3 de diciembre de 2021. Allí se consigna que su título de médico cirujano otorgado por la Universidad Metropolitana de Colombia en 2004, fue reconocido por el Ministerio de Relaciones Exteriores chileno el 20 de julio de 2014.
Sin embargo, ese diploma, ha dicho en Chilevisión el vocero de la Sociedad Chilena de Cirugía Plástica, Esteban Torres, solo se refiere a que estaba certificado como médico. “En Chile el título de médico cirujano significa que es un médico general”, pero, agregó, “eso está muy lejos de poder decir que es un médico cirujano y, además, cirujano plástico”. Tras la noticia de su muerte, se ha hecho público que Arrieta, así como mantenía vínculos muy estrechos de amistad con algunas de sus pacientes, también tenía quejas por su trabajo. Algunas de ellas se reflejan en funas por redes sociales pero, la principal, es una querella que fue presentada por una mujer en febrero de 2022 ante el Séptimo Juzgado de Garantía que, si bien fue acogida a tramitación, no registró avances.
En febrero de 2022, Arrieta inscribió en una notaría una sociedad, CIRUPLÁSTICO CHILE GROUP SpA. Fue registrada con un giro amplio, que comprendía desde la prestación de servicios profesionales e intervenciones quirúrgicas, asesorías, consultorías y capacitación, hasta la importación, compra y venta de artículos e, incluso, la explotación de toda clase de establecimientos de comercio por cuenta propia o de terceros.
Una línea de vinos
El año pasado, Arrieta tuvo la idea de crear una pequeña línea de vinos orgánicos, cabernet sauvignon, que pretendía exportar a Colombia. El plan avanzó bastante. Nicolás Larenas, quien junto a su esposa, Maite Quintas, eran sus amigos -se conocieron después de una intervención médica de ella- fue parte de ese proyecto. Incluso, cuenta Larenas, imprimieron las etiquetas, color rojo: se llamaría Cirujano. La imagen tiene una C en mayúscula color dorado y, abajo, una figura negra que simula tanto la cordillera chilena como la silueta de una mujer.
El matrimonio cuenta a EL PAÍS que el nombre del vino se fraguó porque Arrieta solía subir videos suyos a sus historias de Instagram de distintos momentos del día que él mismo titulaba allí como el café del cirujano o el descanso del cirujano. Pero el plan no prosperó porque la importación tenía un alto costo.
De todas formas, Larenas y Arrieta siguieron conversando, pues era un sueño del médico emprender en esta área. “Queríamos plantar 1.001 parras para sacar una edición de unas 700 botellas al año exclusivas”, cuenta.
Larenas recuerda que, en un viaje que el médico realizó España este año, un día lo llamó para retomar la idea. Ambos se trataban, cariñosamente, de socios. Le dijo que tenía planes en ese país. “Tengo ganas de abrir un negocio relacionado con la comida”, le comentó Arrieta a su amigo chileno. “El espíritu no era comercializar como una gran viña, sino más bien una aventura y negocio de amigos y ponerlo como su propia marca”.
Maite Quintas y Nicolás Larenas recuerdan que, el sábado 29 de julio, fue la última vez que hablaron él. Querían juntarse los tres a cenar por la noche, pero el tiempo no les alcanzó. “Solo tenemos gratitud hacia él por la amistad que forjamos por más de un año”, dicen hoy.
Edwin Arrieta no les comentó con quién se encontraría en Tailandia.
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