Argentina, nada está dicho todavía
De aquí al 19 de noviembre, cuando los argentinos volverán a las urnas, tanto Sergio Massa como Javier Milei se disputarán al 33% del electorado que no los votó
En la Argentina, la manzana no cae del árbol; asciende a los cielos. Esa fue la sensación que compartieron este domingo millones de ciudadanos argentinos. Porque en un país donde la inflación es del 140% anual, el 40% de la población se encuentra por debajo de la línea de la pobreza, el dólar trepa a los 1.000 pesos y la economía cae 3,3% anual, el candidato oficialista ganó la elección y quedó a un paso de ganar la presidencia. Y sus rivales hicieron hasta lo impo...
En la Argentina, la manzana no cae del árbol; asciende a los cielos. Esa fue la sensación que compartieron este domingo millones de ciudadanos argentinos. Porque en un país donde la inflación es del 140% anual, el 40% de la población se encuentra por debajo de la línea de la pobreza, el dólar trepa a los 1.000 pesos y la economía cae 3,3% anual, el candidato oficialista ganó la elección y quedó a un paso de ganar la presidencia. Y sus rivales hicieron hasta lo imposible por ayudarlo, aunque todavía no está todo dicho.
Cuesta creerlo. La combinación de esas variables económicas y sociales sería letal para las aspiraciones electorales del candidato oficialista en cualquier país del mundo. Pero no en Argentina, donde el resultado de las urnas resulta aún más inverosímil porque el postulante del Gobierno, Sergio Massa, es el ministro de Economía desde hace más de un año. Debería ser, en otras palabras, el funcionario más vilipendiado del país. Pero no en la Argentina.
Massa ganó por méritos propios —es un tiburón político que se mueve con muchísima astucia en las aguas más profundas— y contó además con dos aliados decisivos para ganar la primera vuelta: Javier Milei y Patricia Bullrich. Ambos boicotearon sus propias aspiraciones de manera tan consistente como metódica. Flojos en los debates presidenciales, envueltos en discusiones innecesarias, dividieron el voto opositor.
¿Está todo dicho? Claro que no. De aquí al 19 de noviembre, cuando los argentinos volveremos a las urnas para definir quién ingresará a la Casa Rosada el 10 diciembre, tanto Massa como Milei se disputarán al 33% del electorado que no los votó. Serán cuatro semanas intensas que incluirán un debate entre ambos y en las que mucho estará en el aire. ¿Logrará Massa contener el dólar y la inflación? ¿Podrá atraer a los votantes más progresistas de Juntos por el Cambio y a los de la izquierda? ¿Logrará Milei aquietar los temores que levanta a su paso por su estabilidad psíquica, la endeblez de su equipo y mucho más? ¿Podrá seducir a los suficientes votantes de Juntos por el Cambio para ganar?
Queda claro, pues, que el futuro de Massa, Milei y, por encima de todo, de la Argentina dependerá en gran medida de aquellos ciudadanos que votaron este domingo a Juntos por el Cambio (alrededor del 23,8%) y en menor medida de los votantes del cordobés Juan Schiaretti (6,8%) o de la izquierdista Myriam Bregman (2,7%).
Tanto Massa como Milei le dedicaron a ese electorado que les fue renuente largos tramos de los discursos que dieron el domingo por la noche. El oficialista le habló a los indecisos y convocó “a un Gobierno de unidad nacional”; el libertario, a aquellos que quieren más libertad y dejar atrás al populismo. “Todos los que queremos un cambio tenemos que trabajar juntos”, dijo.
Algún día, además, habrá tiempo para analizar todo lo que Juntos por el Cambio hizo mal durante el último año. Porque el espacio que aglutina al PRO de Mauricio Macri, Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta, y a la Unión Cívica Radical, entre otras fuerzas, pasó hace un año de dar por descontada la victoria a quedar anoche en tercer lugar, golpeado y desnortado. Deberá esforzarse, y mucho, para que este no sea su final.
Bullrich jamás logró transmitir un mensaje que atrajera al electorado, al que empezó por prometerle apenas que terminaría con el kirchnerismo y terminó como el jamón del sándwich, entre Milei, por la derecha, y Massa, por el centro y la izquierda. Y ni siquiera alcanzó su propósito más básico porque el kirchnerismo retuvo la provincia de Buenos Aires, el distrito más populoso y más rico del país. El gobernador Axel Kicillof orilló el 45% de los votos, con más de 18 puntos porcentuales de distancia del rival más cercano.
Pero esa es otra historia. Ahora colisionarán dos visiones muy distintas. Massa, que había quedado tercero en las primarias de agosto, buscará mostrarse como un tren cuya próxima estación es la Casa Rosada. Y Milei, que había quedado primero y hasta se ilusionaba con ponerse la banda presidencial sin pasar por una segunda vuelta, buscará encarnar a toda la oposición. Serán cuatro semanas de vértigo en el país donde la manzana asciende a los cielos.
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