La falta de confianza en los Gobiernos deteriora el clima económico en Latinoamérica
La falta de innovación, la política económica del Gobierno y la corrupción son los principales obstáculos al crecimiento económico, de acuerdo a una encuesta a especialistas
El cambio político que los latinoamericanos han pedido con su voto en las elecciones recientes en la región ha sido recibido con desconfianza por inversionistas y empresas. Un índice que califica el clima económico en América Latina, publicado periódicamente por el Instituto Brasileño de Economía de la Fundación Getúlio Vargas (FGV), muestra tres trimestres consecutivos de deterioro. Este pesimismo coincide con una sacudida política en la región.
Elaborado a través de encuestas con especialistas en las 10 economías más grandes, el índice identifica los principales obstáculos al crecimie...
El cambio político que los latinoamericanos han pedido con su voto en las elecciones recientes en la región ha sido recibido con desconfianza por inversionistas y empresas. Un índice que califica el clima económico en América Latina, publicado periódicamente por el Instituto Brasileño de Economía de la Fundación Getúlio Vargas (FGV), muestra tres trimestres consecutivos de deterioro. Este pesimismo coincide con una sacudida política en la región.
Elaborado a través de encuestas con especialistas en las 10 economías más grandes, el índice identifica los principales obstáculos al crecimiento económico. En su última edición, en la que se incluyó la guerra en Ucrania como un factor a considerar, economistas latinoamericanos identificaron sus tres máximas preocupaciones, en este orden: la falta de innovación, la política económica del Gobierno y la corrupción.
El análisis de FGV muestra que, entre enero y abril de este año, la confianza se deterioró más en Argentina (-42%), seguido de Chile (-36%), Ecuador (-23%), Paraguay (-20%), Perú ( -19%), México (-19%), Colombia (-13%) y Bolivia (-8%). En resumen, sentencia el reporte, “el empeoramiento en la valoración de las expectativas domina los resultados del clima económico”.
Que dos de estas tres preocupaciones —la política económica y la corrupción— dependan de los Gobiernos en el ejercicio de sus funciones es particularmente revelador, ya que los países están experimentando con nuevos liderazgos políticos. En el último año, prácticamente todos los países que tuvieron elecciones presidenciales votaron por sacar al partido en el poder. Ecuador, Perú, Chile, Honduras y Costa Rica han elegido candidatos de oposición —algunos de ellos de izquierda y auto-declarados gestores de un cambio radical. La única excepción ha sido Nicaragua. El 19 de junio, Colombia se unirá a esta lista, ya que los candidatos que buscarán ganar la presidencia en una segunda ronda son de partidos de oposición y ambos no pertenecen a los partidos que tradicionalmente han ostentado el poder.
Esto refleja una creciente tensión entre los grandes capitales, que son los inversionistas y empresas que derraman recursos en la economía, y los ciudadanos en la calle, explica Daniel Zovatto, director regional para América Latina y el Caribe de IDEA Internacional, organización independiente que estudia la democracia.
“Primero hay que preguntarnos, esta desconfianza es ¿de quién?”, cuestiona Zovatto. “Para las calificadoras de riesgo, para inversionistas extranjeros y locales, por lo general, tener Gobiernos de derecha y de centro-derecha es, a priori, una suerte de garantía de que ciertos temas centrales a sus intereses se van a respetar”, opina el especialista.
Pero es justo la protección de los intereses de los grandes capitales lo que ciudadanos han denunciado desde 2019, cuando protestas sociales irrumpieron en la escena en varios países, desde Brasil hasta Colombia. Las exigencias incluyen frenar una creciente desigualdad y una mayor movilidad social para los jóvenes. Grupos ambientalistas piden un fin al modelo extractivista que por décadas ha hecho de los recursos naturales el mayor atractivo de la región. En las protestas, los ciudadanos piden también mejorar la calidad de vida, los servicios de salud y la educación.
“Lo que tienes una doble mirada”, dice Zovatto, “la de una ciudadanía joven con pocas expectativas y prospectos, y la de los grandes capitales que buscan exprimir sus modelos de negocio y no les interesa que haya un cambio mientras le dé resultados. Estas élites que, quizás hicieron una tarea importante años atrás, deben entender que es absurdo pensar que se puede poner el genio dentro de la botella”.
Esta semana, organismos internacionales revisaron a la baja sus prospectos de crecimiento económico a nivel mundial, derivado de la ofensiva rusa en Ucrania. La guerra ha impedido la producción de cereales y fertilizantes que se exportaban a diferentes partes del mundo, lo cual pudiera generar una crisis alimentaria en las poblaciones más pobres. El producto interno bruto (PIB) de Latinoamérica crecerá 2,5% este año, de acuerdo con el Banco Mundial. El Banco estima que el PIB per capita de la región aumente solo un 0,6% entre 2019 y 2023.
Uruguay: la excepción
El clima económico, de acuerdo al índice de FGV, solo mejoró en Uruguay (+10%) y, ligeramente, en Brasil (+3%). Uruguay pasa por un momento distinto al resto de sus pares, en el que la confianza de la población es lo suficientemente fuerte como para que su presidente, Luis Lacalle Pou, envíe al Congreso reformas estructurales durante la segunda mitad de su mandato.
“Estos incluyen abordar problemas clave de competitividad: altos costos de combustible, resultados educativos decrecientes, rigideces del mercado laboral y apertura comercial estrecha”, de acuerdo con un reporte de la empresa calificadora de riesgo crediticio, Fitch Ratings.
“En sus primeros dos años en el cargo, el gobierno ha logrado un progreso significativo en la consolidación fiscal, lo que refleja medidas de alivio de la pandemia bien dirigidas, ingresos resilientes y aumentos salariales por debajo de la inflación que dieron como resultado ahorros en los salarios públicos y beneficios de pensión indexados”, concluye la empresa.