El presidente interino de Perú, José Jerí, se lanza a la caza del ‘like’ para salvar su imagen
El mandatario cumplió un mes en el cargo tras la moción de censura a su antecesora con un 55,9% de aprobación
Tres días después del asesinato de un manifestante por el disparo de un policía infiltrado, el presidente interino de Perú, José Jerí, cargó el anda del Señor de los Milagros por las calles de Lima. Envuelto en una túnica morada y portando un detente, Jerí fue uno de los devotos que soportaron sobre sus hombros la imagen de 900 kilos de un Jesucristo crucificado. Una procesión que se remonta al siglo XVII, cuando un terremoto azotó el país y el mural —pintado por un esclavo— no se derrumbó. Un milagro que se conmemora cada mes de octubre en el rito más multitudinario del catolicismo peruano.
El primer baño de multitudes de Jerí, sucesor de Dina Boluarte tras su destitución el pasado 10 de octubre, fue percibido por un gran sector de la población como una muestra de hipocresía e indolencia ante el dolor ajeno. Pero también como un gesto de agradecimiento de un político que acabó siendo presidente sin siquiera haber reunido los votos para ser congresista.
Jerí comenzó con todo en contra ―el séptimo mandatario desde 2016 es parte de una clase política desprestigiada y blanco de una juventud que ha llevado su rabia a las calles―, pero ha apostado por una estrategia que funciona, de Washington a Lima: la del presidente influencer. Tras su primer mes en el poder, el sondeo más reciente de CPI, una de las principales encuestadoras del país, le ha dado un 55,9% de aprobación. Es una cifra extraordinaria si se compara con el 3% con el que Dina Boluarte dejó el poder.
¿Cómo se explica este contraste entre dos políticos que no resultaron victoriosos en las urnas? Si bien Boluarte dejó la valla demasiado baja, varios analistas coinciden en que Jerí se ha desmarcado, apelando a viejas fórmulas como el discurso de la mano dura y un populismo que mezcla la religiosidad y la exaltación patriótica, amplificado gracias a las redes sociales.
Mientras Boluarte eliminó su cuenta de X una vez que ocupó Palacio, Jerí ha exhibido un dominio de las redes en las que su equipo registra todos sus pasos. Pero también por un imitador de TikTok, llamado Martín Palacios, que le ha allanado el camino, con un paso pélvico de reggaeton que se ha viralizado y que le ha obsequiado con una dosis de carisma inesperada. El impacto de su parodia ha sido tal que ha trivializado el asunto más delicado para Jerí: una denuncia por violación sexual que se archivó en medio de irregularidades.
Para el politólogo Carlos Meléndez, América Latina tiene hoy cuatro presidentes millennials: Nayib Bukele en El Salvador, Daniel Noboa en Ecuador, Gabriel Boric en Chile y Jerí en Perú. “Los cuatro poseen esta sensibilidad mediática del selfie y el tuiteo oportuno. Tres de ellos coinciden en buscar apropiarse del tema de la seguridad pública, una debilidad estructural de las sociedades latinoamericanas", explica el investigador de la Universidad de Lisboa. “En un extremo está Bukele (el mano dura consolidado) y en el otro Jerí (el aprendiz). Tienen similares aspiraciones y tópicos, pero diferentes habilidades para alcanzar sus objetivos”, añade.
Apodado Pajerí por estar suscrito a cuentas pornográficas —que dejó de seguir—, el presidente interino se ha inclinado por un modo de hacer política parecido al de Bukele. En una escalada de criminalidad en la que los extorsionadores mantienen atemorizado al país, su primer paso fue fotografiarse con los altos mandos de las Fuerzas Armadas —incluso antes de conformar su gabinete— y visitar las cárceles más hacinadas del país, mostrándose áspero con los delincuentes. Semanas después declaró el quinto estado de emergencia en las provincias de Lima y Callao en los últimos tres años. “Pasaremos de la defensiva a la ofensiva en la lucha contra el crimen”, prometió el líder, que cumple 39 años este jueves.
Pero las cifras de criminalidad ―a diferencia de las de popularidad―, no respaldan su estrategia. De acuerdo al Sistema Informático Nacional de Defunciones (Sinadef), se han reportado 147 homicidios durante su gestión; la sensación de inseguridad permanece y los más afectados son los gremios del transporte y los pequeños comerciantes que caen abatidos a diario por las mafias.
El exviceministro del Interior, Julio Corcuera, considera que con sus recorridos por los barrios —siempre en una pulcra camisa blanca remangada—, Jerí ha creado la impresión de tener voluntad de trabajo. Pero aclara que con esos esfuerzos no basta y, sin un trabajo articulado de inteligencia, no tendrá mayores efectos. “Cuando esta presencia (mediática y en sitio) no se condice con una disminución efectiva de la criminalidad, se da sustento a los argumentos que sostienen que solo es un show mediático”, señala el especialista en materia de seguridad.
En una columna de opinión titulada “El Estado opresor es un macho violador”, la excongresista Rocío Silva Santisteban describe a Jerí como un político criollo con “voz engolada, pose patriarcal” que se ha convertido en meme (Pajerí) por sus bajas pasiones. “Más allá de la burla gruesa y la indignación de los ciudadanos, Jerí se ha instalado en Palacio de Gobierno con acciones que lo enquistan en su fratría homosocial como exaltación de la virilidad”, argumenta. “No es tan difícil plantear el contraste con Boluarte”.
Desde la campaña a las elecciones de 2021, bajo su partido Somos Perú, José Jerí ha demostrado que el populismo —el de toda la vida— es una de sus armas. Grabó un spot con el exboxeador Jonathan Maicelo, donde —con muchos kilos más encima— prometía noquear a la delincuencia, a la corrupción y a los malos congresistas. Hace poco saludó por videollamada a los jugadores de Universitario de Deportes, el club que ha ganado el título del fútbol peruano en los últimos tres años. Además, ha sobrevolado la ciudad en helicóptero y caminó la avenida Abancay, en el centro de Lima, durante las manifestaciones en su contra.
También su política exterior le ha servido para distanciarse de su antecesora. Jerí ha dividido aguas con su postura de dilatar la entrega del salvoconducto a la exprimera ministra de Pedro Castillo, Betssy Chávez, acusada de ser una de las coautoras del autogolpe fallido de Castillo a fines de 2022, y que estaba refugiada en la embajada de México en Perú. En solo unos días, Perú rompió relaciones con México, expulsó a la encargada de la delegación diplomática y declaró persona non grata a la presidenta mexicana Claudia Sheinbaum. Además, expulsó al embajador de Cuba, Carlos Zamora, por ser un presunto operador de inteligencia y retomó el contacto con el Gobierno boliviano.
¿Sobrevivirá José Jerí hasta julio de 2026, cuando deba entregar el mando? Carlos Meléndez advierte que “desde que comenzó la crisis de inestabilidad presidencial, ningún inquilino de Palacio puede asegurar que terminará su mandato”. Aun así, la campaña electoral podría ser su respiro: le resta atención pública y reduce las exigencias de rendición de cuentas, salvo que estalle un escándalo o una crisis mayor.
Mientras los colectivos de la sierra sur, ciertos gremios del transporte, la Generación Z y un gran número de ciudadanos autoconvocados no han cesado en su grito del “que se vayan todos”, el cuarto presidente más joven del Perú —después de Felipe Santiago Salaverry, Alan García y Manuel Pardo y Lavalle— ha anunciado que este martes iniciará una gira de tres meses por todas las regiones del país. “Vamos a escuchar las preocupaciones y las expectativas de la gente”, ha dicho. Hace un mes un aspirante a la presidencia que calumnió a los ciudadanos de la región de Puno tuvo que salir escoltado por un contingente de policías para no ser linchado. Está por ver cómo le irá a Jerí, el influencer que se encomienda al Señor de los Milagros.