El asalto pacífico del cielo de la izquierda colombiana

En el país que tuvo la guerrilla más antigua del continente, en el que los líderes progresistas fueron eliminados a tiros, este asalto del cielo de la izquierda fue calmo

Simpatizantes de Gustavo Petro celebran, en Cali.Foto: PAOLA MAFLA (AFP) | Vídeo: REUTERS/AP

Colombia finalmente dio el vuelco histórico y llevó a la izquierda al poder. En el país que tuvo la guerrilla más antigua del continente, en el que el statu quo se defendía con militares y paramilitares, y en el que líderes progresistas fueron eliminados a tiros, este asalto del cielo de la izquierda fue sorprendentemente pacífico. En una hora y media de conteo, el binomio de Gustavo Petro y la activista feminista afrocolombiana ...

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Colombia finalmente dio el vuelco histórico y llevó a la izquierda al poder. En el país que tuvo la guerrilla más antigua del continente, en el que el statu quo se defendía con militares y paramilitares, y en el que líderes progresistas fueron eliminados a tiros, este asalto del cielo de la izquierda fue sorprendentemente pacífico. En una hora y media de conteo, el binomio de Gustavo Petro y la activista feminista afrocolombiana Francia Márquez se hacía con la victoria y dejaba atrás al pintoresco empresario Rodolfo Hernández, quien a fuerza de TikTok, una sofisticada campaña en redes y la crítica a la “robadera” de los políticos desplazó a la derecha convencional y se volvió el vector del voto antiPetro.

Como se titula su autobiografía, Petro tiene “una vida, muchas vidas” y, con una personalidad que muchos señalan como compleja, logró, contra todo pronóstico, federar el voto del cambio progresista. Y ya, con Hernández como rival, el del cambio “no suicida” frente al imprevisible ex alcalde de Bucaramanga.

Pero si Petro tuvo muchas vidas, la de exguerrillero (del M-19) fue recordada estos días por sus adversarios en la política y en los medios. La revista Semana publicó una difundida portada en la que se presentaba la elección como una opción entre el “exguerrillero” y el “ingeniero”. En las redes respondieron con otras dos fotos: la del exguerrillero uruguayo José “Pepe” Mujica frente al ingeniero peruano Alberto Fujimori.

Lo cierto es que el acuerdo de paz permitió que la izquierda pudiera conseguir este triunfo electoral en Colombia -que fue el único país de América del Sur no gobernado por la izquierda o la centroizquierda-. Y no es casual que este resultado del Pacto Histórico, en tanto izquierda democrática, tenga como correlato la desaparición de la fuerza electoral creada por los desmovilizados de las FARC por ausencia de votos.

Con esta elección, Colombia se suma al “club” de un progresismo sudamericano que se encuentra en un momento algo paradójico: es más exitoso en victorias electorales que en una gestión estatal que se fue volviendo esquiva y atravesada por tensiones internas en las coaliciones gobernantes. Pero al mismo tiempo, el arribo de Petro le da un renovado aire a este bloque que este año podría sumar a Lula da Silva en Brasil. La derrota de la derecha colombiana termina de cerrar, además, la imagen del bloque Pacífico como la contraparte liberal-conservadora del “populismo” del otro lado del continente.

La victoria de Petro fue jalonada por un proceso de masivas movilizaciones que pusieron en juego las nuevas sensibilidades juveniles mientras el uribismo perdía su halo de invencibilidad y dejaron ver el hartazgo social con un modelo de desarrollo para muchos necesitado de cambios profundos. Sin olvidar el efecto electoral de la profunda impopularidad del gobierno de Iván Duque.

Petro se sumará al discurso de izquierda moderna que ya enarbola Gabriel Boric y su “diplomacia turquesa” (verde y azul de los océanos) en Chile, preocupada por los temas ambientales, por los derechos de las mujeres y las minorías sexuales, y también por la desigualdad social. Para ganar, el ex alcalde de Bogotá debió luchar por diferenciarse de la imagen que proyecta Venezuela y su migración masiva a Colombia, que recuerda a cualquier hijo de vecino que el modelo del “socialismo del siglo XXI” no funciona.

La campaña de Petro y Márquez combinó épica política y ciudadana con acuerdos con diversas maquinarias de poder locales, sumadas a antiguos operadores del ex-presidente Juan Manuel Santos, aquel que entró al poder como halcón y salió como paloma, dejando como legado los acuerdos de paz. De hecho, el voto a Petro coincide con el apoyo geográfico a esa agenda.

La directora de la revista digital La Silla Vacía, Juanita León, resumió así lo inédito de esta elección: “Por primera vez, el bipartidismo y todas sus ramificaciones no entran en la competencia. Por primera vez, hay dos mujeres afro en el tarjetón electoral. Por primera vez, la izquierda llega prácticamente unida. Por primera vez, se habló de racismo, de feminismo, de los fondos de pensiones, de si el petróleo es bueno o no para Colombia, del lenguaje inclusivo. Por primera vez en este siglo, la campaña no giró alrededor de Álvaro Uribe ni de las FARC. Por primera vez llega un candidato que le produce mucho miedo al [establishment] y a las fuerzas militares, y llega vivo”. Llegar vivo, en Colombia, no es un detalle. Y llegar vivo y ganar, ya es pasar a la historia. Lo que el liberal progresista Luis Carlos Galán no pudo en 1989, cuando fue acribillado en pleno mitin de campaña mientras denunciaba a la casta política.

Al final, detrás de la barbarie del conflicto armado y las respuestas no menos bárbaras del Estado, y como parte de las tantas paradojas colombianas, el país fue construyendo instituciones que permitieron redactar y aprobar la Constitución de 1991 -en una Asamblea Constituyente que tuvo entre sus líderes a Antonio Navarro Wolff, otro exM19- y este domingo esas instituciones habilitaron un profundo cambio político por la vía electoral. Más allá de los resultados de la gestión de Petro, que como en el resto de la región no será fácil, Colombia hizo con esta elección un gran ajuste de cuentas consigo misma.

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