¿Voto secreto?

Conviene, o no, que la intención de voto y las preferencias políticas de los periodistas sean de público conocimiento

Una persona vota durante las elecciones legislativas en Bogotá Colombia, el 13 de marzo de 2022.Gladys Serrano

En Colombia, revelar el voto no atenta contra la Constitución. Más bien contra la estabilidad de las familias, el derecho al trabajo, la amistad e, inclusive, el amor. Florido, pero real.

Si eres colombiano, no digas por quién vas a votar. Si lo haces en redes, soportarás un matoneo apenas comparable al de quien confiesa un hecho delictivo o una infidelidad. Si eliges comentarlo en una reunión pública, con licor de por medio, es posible que alguien termine en el cementerio o en la cárcel. Si ventilas tu voto en familia, muchos parientes dejarán de apreciarte. Y si, como periodista, lo a...

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En Colombia, revelar el voto no atenta contra la Constitución. Más bien contra la estabilidad de las familias, el derecho al trabajo, la amistad e, inclusive, el amor. Florido, pero real.

Si eres colombiano, no digas por quién vas a votar. Si lo haces en redes, soportarás un matoneo apenas comparable al de quien confiesa un hecho delictivo o una infidelidad. Si eliges comentarlo en una reunión pública, con licor de por medio, es posible que alguien termine en el cementerio o en la cárcel. Si ventilas tu voto en familia, muchos parientes dejarán de apreciarte. Y si, como periodista, lo adelantas a través de los medios de comunicación, tu vida jamás volverá a ser la misma.

Nuestra Constitución, que en meses podría convertirse en libro de historia, reza (¡aunque somos un Estado laico!) que se darán todas las garantías para que los colombianos voten sin presiones y en secreto. Es la misma Carta Magna que asegura salud, educación, seguridad, trabajo y otros elementos de la trama de ciencia ficción que es Colombia, el país en que todo funciona... pero solo por escrito y en tinta.

Más allá de las garantías de utilería, tenemos el derecho a revelar nuestro voto y a participar en política activamente, salvo que esté expresamente prohibido por el ordenamiento legal, como es el caso del Ejército, cuyo comandante, el general Enrique Zapateiro, sigue esperando la llegada de la Constitución que compró por correo hace unas semanas. Debe ser el mismo servicio de mensajería que no ha podido entregarle sus gafas de fórmula a la procuradora y exministra Margarita Cabello.

¿Pueden los periodistas revelar su voto? Sí. De la misma manera en que uno puede darse un tiro en el pie. La verdad es que no hemos llegado a un grado de madurez política que permita a los periodistas salir bien librados de exponer abierta y sinceramente sus apetencias políticas. Nuestra historia es generosa en ejemplos de periodistas dedicados a defender candidatos, partidos y presidentes de turno.

En el escenario de la revelación del voto, que cada tanto algunos colegas hacen en columnas de opinión, recomendando por quién votar, el verdadero peligro es otro. Anunciar el voto es un estadio que, ya superado, alienta cierta tendencia de “hacer campaña” a través de medios, de favorecer con comentarios y entrevistas a unos y desconocer a otros. Entonces, lo que era riesgoso se gradúa de peligroso.

El activismo en periodismo no tiene cabida, a menos que sea para informar sobre su existencia o influencia. El activismo compromete participación y apoyo (incluso si se desarrolla en campos tan gratos como el medioambiental). Y los presupuestos del periodismo son, entre otros, no tomar partido, no vestirse de prejuicios, no favorecer a nadie. El periodismo sirve a la verdad; la verdad se busca, nunca se impone.

Hablando de presupuestos del periodismo, también está prohibido hacer parte del presupuesto de terceros. Los periodistas, además, y con denodado empeño en tiempos electorales, deben guardar una sana distancia entre la información y los intereses de los dueños de medios. Los periodistas no son accionistas ni socios. En momentos de tremenda confusión, en los que la humanidad podría representarse con un complejo diagrama de Venn, los puntos de convergencia que involucren al periodismo deben ser precisos. La tarea de informar requiere apenas de una recompensa: la garantía del respeto a la independencia.

Hay quienes sostienen que el fin del periodismo está cerca. Puede ser. No tengo bola de cristal para contradecirlos. Pero voto por algo: el periodismo debe seguir siendo periodismo hasta el último minuto de la última hora. Y, más allá, deberá ser recordado como periodismo.

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