El futuro de Europa
Catherine Ashton pasó ayer sin provocar el más mínimo entusiasmo su examen en la Eurocámara para el cargo de alta representante para la Política Exterior y vicepresidenta de la Comisión Europea. La británica, que apenas ha tenido 40 días para estudiar papeles, salvó la comparecencia a base de prometer continuidad en las políticas seguidas hasta ahora, dar respuestas vagas y reconocer, con modestia, que está todavía en proceso de aprendizaje.
España quiere evitar a toda costa cualquier polémica con sus socios comunitarios, y menos aún con Alemania, en los primeros días de la presidencia española de la Unión. Para despejar cualquier duda, la vicepresidenta primera del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, aseguró ayer que "en ningún momento hemos hablado de sanciones" en relación a los posibles incumplimientos de la llamada estrategia UE-2020, un plan para el crecimiento y la competitividad en Europa que impulsa España.
Olli Rehn, propuesto como próximo responsable de Asuntos Económicos y Monetarios de la Comisión Europea, defendió ayer una representación única de la zona euro en los foros internacionales como el G-20 o el Fondo Monetario Internacional (FMI).
La crisis familiar del ministro principal de Irlanda del Norte, Peter Robinson, tomó ayer un sesgo político al anunciar por sorpresa su renuncia temporal al cargo para poder atender a su esposa y defenderse él mismo de las acusaciones de posible corrupción política que rodean al caso de infidelidad protagonizado por ella, de las que él se declara inocente.
Sin una sola cicatriz, ataviado con su inseparable plumífero de la Marina rusa, regalo de su amigo Vladímir Putin, y bromeando sobre la agresión que sufrió el 13 de diciembre en Milán ("los souvenirs cada vez valen menos, la gente los va tirando por la calle"), Silvio Berlusconi volvió ayer al trabajo en Roma y demostró que sigue siendo el mismo: rescató una vieja promesa electoral sobre fiscalidad y dio un impulso a la reforma judicial que debe garantizarle la inmunidad personal.
El Partido Republicano reclama la dimisión del senador demócrata Harry Reid debido a unos comentarios que considera racistas sobre el presidente de Estados Unidos, Barack Obama. En un libro que sale hoy a la venta, el líder de la mayoría demócrata en el Senado es citado durante la campaña electoral de 2008 diciendo que Obama es popular entre los votantes porque es un negro "de piel clara" que no tiene "dialecto negro a menos que quiera tenerlo".
LALI CAMBRA | Ciudad del Cabo
Una comisión independiente concluye que los radicales hutus asesinaron al presidente ruandés para forzar la guerra