Nueva entrega del enigma Larsson
Stieg Larsson apenas comía y en un día llegaba a fumarse hasta cuatro cajetillas de Marlboro Light. En los últimos años de su vida, la falta de dinero le obligó a pasarse al tabaco liado. Podía beberse hasta veinte cafés y así, por las noches, después de volver de la revista donde trabajaba, escribir sin descanso las andanzas del periodista Mikael Blomkvist y de la salvaje Lisbeth Salander.