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La T-4, usted y 100.000 más
La mujer del uniforme azul se para en mitad del pasillo. Escurre la fregona y la gira. Saca un cartón, con parsimonia, y comienza a secar el suelo, moviéndolo como un abanico. Ajena a todo. En apenas dos minutos, una treintena de viajeros la sortean. Veloces, sin mirar el rodal recién seco. Lo pisan.