Un sabor agridulce
No estaba la cosa para muchas fiestas después de los desastres de hace unos días en el sureste asiático y el Concierto de Año Nuevo se ha impregnado inevitablemente de esa sensación. Su sabor ha tenido algo de agridulce a pesar de la excelencia de su resultado y, desde luego, más por la disposición del oyente o de unos intérpretes que no son de piedra que por las cualidades de una música hecha para el gozo, para el disfrute de los pequeños placeres de este bajo mundo.