Rolando Díaz, cineasta cubano: “No he podido decirle adiós a Cuba, por eso hice una película”
A sus 79 años, el director de ‘Los pájaros tirándole a la escopeta’ aparece con la película ‘Adiós Cuba’, sobre el último gran éxodo de su país
Entre tantas preguntas que ha tenido tiempo de hacerse en 79 años, el cineasta cubano Rolando Díaz se ha cuestionado dónde metió su sentido del humor, por qué el tono de comedia de su obra Los pájaros tirándole a la escopeta (1984) transitó a “un cine tan doloroso” como el de Dossier de Ausencias (2020). La respuesta está en sí mismo y en el cuerpo apaleado de su generación.
Díaz (La Habana, 1947) era un niño del barrio pobre de Luyanó. Para el 1 de enero de 1959, tenía exactamente 11 años y la Revolución lo deslumbró como a muchos. “Alfabeticé, recogí café en plena crisis de octubre, pasé —aunque inconforme— el Servicio Militar durante más de tres años. Fui a Angola como corresponsal de guerra, milité y creí, pero la desilusión fue más fuerte que todo eso”.
La primera revelación le llegó con la lectura de la novela Pabellón de Cáncer, del premio Nobel ruso Aleksandr Solzhenitsyn. “El hecho de comenzar a pensar desde el yo, me colocó frente a acontecimientos pasados, pero harto conocidos, como el apoyo cubano a la invasión soviética a Checoslovaquia en 1968”, cuenta. Luego presenció el fracaso de la Zafra de los Diez Millones de toneladas de azúcar, impulsada por Fidel Castro, o el caso del poeta Heberto Padilla, “el colofón de las apariciones tempranas de la censura en el arte que me fueron abriendo, cada vez más, los ojos”, asegura.
Junto a su gran amigo, el cineasta Daniel Díaz Torres, trabajó a mediados de los setenta en el conocido Noticiero ICAIC, donde vio por primera vez de cerca el rostro censor del Estado cubano. Pero su ruptura personal con el Gobierno la experimentó cuando censuraron Alicia en el Pueblo de Maravillas, la película de Torres. Se fue de la isla, vivió por más de un año en Estados Unidos, se largó a España, luego volvió al Caribe, en esa ocasión a República Dominicana, y una vez más se marchó al otro lado del mundo, a Valencia... “En todos esos lugares rodé películas. Le tomo la palabra a Neruda: ‘Confieso que he vivido”.
Ciertas muertes han marcado el cine que hace, sobre todo la de su hermano, el escritor Jesús Díaz, y la de su esposa por más de 30 años, Ileana García. “A partir de entonces mis películas son como las de una persona con el alma herida”. También ha tenido la oportunidad de ser muchos cineastas en una sola vida: desde el director de comedias como Redonda y Viene en Caja Cuadrada o Melodrama, producidas al interior de las instituciones estatales cubanas, hasta el creador independiente que llegó este año con Adiós Cuba, la cinta que narra el último éxodo cubano, el más grande de la historia de los Castro en el poder.
Es un filme con tan pocos recursos, que tuvo que acudir al crowdfunding. Una película sobre el exilio, de la mano de un director que emigró, se nacionalizó español, y hace un cine con la marca de todos esos lugares de los que se fue y a los que llegó. “La necesidad de rodar esta película brotó de manera impulsiva. Me asaltó la tremenda preocupación de que la isla se estaba vaciando”, cuenta. “Es verdad que la gente se está yendo de Cuba, por diversas razones, desde el propio año 1959, pero este éxodo reciente, que no ha terminado, es casi total. Tengo la sensación de que la isla podría desaparecer”.
Pregunta. En Adiós Cuba se siente el espectro de tanta gente que ha escapado de la isla de tantas formas…
Respuesta. La selección de los entrevistados fue de golpe. Tenía que rodar, este tipo de cine necesita de la inmediatez; o lo haces o lo abandonas. Busqué salidas de Cuba por aire (aviones y aeropuertos), mar (balsas) y tierra (fronteras) y encontré lo que necesitaba para rodar. El compromiso de unir las historias reales a una trama de ficción, también fue un proceso difícil y urgente. Pensé que construir un personaje de ficción, una dramaturga que se planteara hacer una obra de teatro alrededor de los testimonios, era un recurso ideal para contar la película. Al final intenté que lo humano trascendiera sobre lo estrictamente político.
P. ¿Cuán difícil es hacer cine con mínimos recursos, en un mundo rodeado de imágenes y dispositivos para producirlas?
R. El tremendo desarrollo tecnológico facilita rodar, o, al menos, hacer una película con muy pocos recursos. Pero el no tener dinero se siente. Muchas personas no cobraron nada. Otras, muy poco. La casi totalidad del dinero del que dispusimos, se destinó a cuestiones técnicas, y con algún dinero más hubiéramos podido rodar mejor. Hay amigos dentro del equipo que me dicen que no hable de eso, porque está mal visto hacer cine pobre, pero no puedo negar la realidad. Me molesta tener que mentir.
P. La emigración, este tema que atraviesa Adiós Cuba, es su propio drama. ¿Cuánto ha condicionado el cine que hace el hecho de haberse ido a otro país?
R. Es muy complicado emigrar. Tengo la nacionalidad española, pero soy cubano de alma. Cuando llegué no conocía todas las cosas que podría hacer desde mis propios esfuerzos. Te das golpes fuertes. Y recibes alegrías con miedo. Acabado de llegar a España, mi documental, El largo viaje de rústico, fue nominado a los Premios Goya, y aunque era una coproducción con Cuba, en la gala todos lo percibían como un documental español. En la ceremonia casi nadie sabía que yo era cubano. Me sentía rarísimo, porque cada vez que hablaba, mi acento los desubicaba. Después estuve en La Berlinale con otra película que quiero mucho, Si me comprendieras. Que esta película sea española es un absurdo total. Es una historia netamente cubana, rodada con mujeres cubanas y grabada toda en Cuba de manera oculta, pero como no podía tener la nacionalidad cubana, porque Cuba no la admitía como tal, se hicieron las gestiones para que perteneciera a la Compañía Luna Llena. Desde ahí comprendí que tenía que hacer cine sometido a una presión muy especial.
P. Ha dicho que Los pájaros tirándole a la escopeta no es su mejor película, pero ha trascendido como una indudable pieza de la filmografía cubana. ¿Qué rescataría de ella hoy?
R. Es una película que me supera. Lo reconozco. Lo que resulta indudable es que me ha traído muchas alegrías. En ella hay mucho de lo espontáneo que fue para mí recrear el barrio y los personajes con los que conviví de primera mano. También tuve un reparto muy especial. Aseguro que hay actores y actrices cubanos extraordinarios. Es una pena que no tengamos condiciones para producir mejor.
P. Adiós Cuba no ha sido seleccionada por ningún festival de cine en España. ¿Cuál cree que sea la razón?
R. Me provoca desconcierto. Empiezo por decir que los festivales de cine tienen toda la potestad en decidir qué seleccionan. Sé lo duro que es. También sé que el tema cubano no está de moda, quizás en otros momentos los cineastas cubanos nos hemos visto favorecidos, pero los tiempos cambian. Creo que también pesa hacer una película totalmente independiente, fuera de todo el engranaje del cine aceptado.
P. ¿Cuál es, para usted, el valor de Adiós Cuba?
R. Creo y quiero pensar que estará ahí para siempre. Es el adiós que muchísimos nos hemos visto obligados a protagonizar. Estoy seguro, pese a que no existen números enteramente confiables, de que somos más de tres millones los cubanos que por una u otra razón hemos abandonado el país. Es demasiado. Ahí está la película y tendrá un valor en sí misma. Lo que pretenderé de ahora en adelante, mientras viva, es que la vean la mayor cantidad de cubanos posible. Ojalá pudiera vivir hasta el día en que se pueda ver libremente en cualquier pantalla dentro de la isla.
P. ¿Ha podido decirle adiós a Cuba?
R. No. Por eso, por contradictorio que parezca, hice una película. Para convencerme de que ya no tengo nada más que hacer, más allá de una película, respecto a Cuba. No me considero un nacionalista; creo que los nacionalismos, en política, suelen ser demasiado conservadores. Hablo de Cuba a través de sentimientos, no de una idea estrecha de lo nacional. El sentimiento que significa dejar atrás para siempre lo que ha sido tu vida, es muy frustrante. Emigrar significa abandonar muchas cosas, no solo la política. Te vas de los olores, los recuerdos de la primera novia, del amor de tu madre (muchos hijos se van sin sus madres, fue mi caso), de infinitas cosas que han armado las esencias de tu yo.
P. Ha dicho que aún le falta una comedia por hacer. ¿Por qué cerrar este ciclo de su vida a modo de comedia?
R. La situación actual es tan dramática, que, por contraste, reírse es una excelente opción. Amo la comedia. Incluso pensé hacer de Adiós Cuba una comedia. La comedia la llevo dentro a pesar de todos mis sufrimientos. Pero salvo en una escena teatral aislada, me puse serio. Quizás por eso y porque tengo una comedia en el bolsillo desde hace un par de años, no decido cerrar las puertas del todo al cine.