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Estados Unidos se entrena para enfrentar al ICE: “Se ha pasado del miedo a la acción”

Ya sea con avisos de silbatos, talleres o grupos de respuesta rápida, cada día más vecinos se capacitan para saber cómo enfrentar el asalto migratorio del Gobierno de Trump

Lily Rodríguez se acercó a la señora que vende elotes a las afueras de la estación de metro de su barrio en Queens. Le compró uno, pero lo que en realidad quería era entrar en confianza, encontrar la forma de ofrecerle un silbato. Iba junto a otros voluntarios que extendían la mano a cuanta persona pasaba, distribuyendo así más de 200 pequeños artefactos para chiflar, para hacer ruido por las calles de Nueva York. Hoy Estados Unidos es un país que está aprendiendo a cómo protegerse de los agentes enmascarados del Servicio de Control de Inmigración y Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés), a quienes azoran los silbatos, las cámaras y la gente que los encara en la calle.

En enero, Donald Trump estaba a punto de mudarse de nuevo a la Casa Blanca y Rodríguez, de 39 años, hija de migrantes, sintió que tenía que hacer algo con tanto enojo. Localizó un taller de ICE WATCH, el movimiento que ha renacido en el país para mantener a las comunidades migrantes a salvo de las redadas y detenciones de los agentes federales. Hoy es una de las voluntarias locales, visita pequeños negocios para enseñar a los dueños a cómo lidiar con la presencia de los agentes, y reparte silbatos para mantener en alerta a los indocumentados.

“El ICE se está volviendo más fuerte y más agresivo cada día”, dice. “Estar en comunidad y conocer a las personas a nuestro alrededor es más importante que nunca. La protección real también nace del contacto cotidiano, de hablar con la señora en la esquina que vende tamales, el muchacho de la bodega, los barberos en la barbería dominicana. Conocer a quienes forman el tejido de nuestras calles”.

El día que salieron a repartir silbatos por el vecindario de Queens también distribuyeron instrucciones de cómo usarlos: tres pitidos cortos comunican que hay agentes cerca, mientras que un silbido largo y continuo significa que los agentes están deteniendo a alguien.

En ciudades de todo el país hay negocios que ofrecen silbatos gratuitos, e incluso hay paquetes de silbatos enganchados a postes de luz. Han sido tan efectivos que las autoridades estadounidenses reconocieron que ese ruido obstaculiza su trabajo. No obstante, Tricia McLaughlin, portavoz del Departamento de Seguridad Nacional, declaró que sus “oficiales están altamente capacitados” y “no les temen a los ruidos fuertes ni a los silbatos”.

Ese chiflido de alerta es hoy la banda sonora que recorre la geografía de las ciudades donde el ICE, a pesar de los pasamontañas, ha mostrado su rostro más fiero a lo largo de este año. Lo primero fue desplegar agentes federales y tropas en Los Ángeles, luego descender en Washington D.C. Más tarde desembarcaron en Chicago o Portland con la Guardia Nacional. Ahora, que permanecen en Nueva Orleans con la operación Catahoula Crunc, también han comenzado a tener más presencia en Nueva York. Todas son grandes ciudades, todas son demócratas, y poco a poco sus residentes han tenido que adiestrarse para enfrentar la violencia de los arrestos del ICE y la presencia de la Patrulla Fronteriza, que se han vuelto cada vez más agresivos frente a la respuesta de la comunidad.

“Sí, es evidente que el ICE está actuando como quiere y cuando quiere. Pero el poder sigue estando en el pueblo”, insiste Rodríguez. “El Gobierno puede intentar criminalizar este tipo de trabajo, pero es nuestro derecho conocer nuestros derechos. Es nuestro el derecho a grabar. Es nuestro el derecho a hacer preguntas y exigir responsabilidad a los oficiales”.

La respuesta rápida

Artemio Arreola, director de Relaciones Comunitarias de la Coalición de Illinois por los Derechos de los Inmigrantes y Refugiados (ICIRR), cuenta cómo los grupos de activistas y los vecinos han aprendido todo este tiempo a estructurarse y autodefenderse. Han sido pioneros en nuclearse para hacer frente al poder. Lo primero, dice, fue educar a la gente sobre sus derechos: guardar silencio, no mostrar tarjetas de identificación, no firmar ciertos documentos, y solicitar la ayuda de abogados y organizaciones. “Nos han estado afectando escuelas, hospitales, iglesias, y esta es la manera en que nos hemos estado autodefendiendo”, sostiene.

Después de que los agentes federales se desplegaran en Illinois, con uniformes militares y rifles, regando gases lacrimógenos, descendiendo en helicópteros, e incluso disparando y dejando el saldo de una persona muerta, ICIRR comenzó a impartir una serie de conferencias en diferentes idiomas. Hasta 900 personas se han conectado en línea para entender no sólo cómo pueden reaccionar ante estas acciones, sino también cómo pueden navegar luego el sistema legal en el país.

Por estas épocas de detenciones y arrestos, los grupos de respuesta rápida han salvado y acompañado a muchos migrantes. En Chicago, unas 30.000 personas fueron entrenadas en cómo grabar y documentar las detenciones del ICE, recopilando detalles como hora de la detención, lugar, tamaño de la redada, tipo de uniforme de los agentes, o placa del vehículo. “De esta manera, hemos podido demandar la violación de los derechos civiles de muchos, sobre todo cuando la gente fue arrestada sin advertirles sus derechos o sin una orden del juez. Cuando podemos documentar, tenemos argumentos”, dice Arreola.

Otro de los entrenamientos que hace la organización es el de “Eyes on ICE”, u “Ojos en la migra”, enfocado en aquellos voluntarios que verifican dónde están los agentes o si están procediendo con algún arresto. A una línea telefónica disponible 16 horas al día llegan cientos de denuncias o quejas, que luego se canalizan entre grupos de Signal cuyos miembros se activan para responder.

Unas 100 organizaciones miembro de ICIRR han ido entrenando a sus voluntarios, la mayoría ciudadanos estadounidenses —lo cual reduce el riesgo. “La idea es proteger a los más vulnerables”, asegura Arreola. “No quiere decir que los ciudadanos no tengan nada que perder, también te dañan el récord, te encierran en la cárcel, te ponen cargos federales”. Ciertamente, se ha conocido de algunos ciudadanos estadounidenses que han resultado detenidos tras participar en estos operativos.

José Luis Gutiérrez, de 60 años, recuerda el día en que en la avenida 59, en West Chicago, le avisaron de unos agentes del ICE asediando a quienes iban en un camión de jardinería. Es parte del grupo de respuesta rápida de ICIRR, así que llegó al lugar. “Empezamos a grabarlos y eso distrajo a los agentes, no les gusta que los grabes”, dice. Uno de los chicos indocumentados pudo correr y escapar del arresto.

A veces, no obstante, la realidad es mucho más rápida. En otra ocasión estaba monitoreando una gasolinera y vio cómo un señor se bajó de su auto, llegó el ICE y poco pudo hacer él en el momento. “No tuve tiempo de grabar, solo encontramos la camioneta vacía”. Comenzó a investigar quién era la persona detenida y solo así la familia pudo enterarse de que había sido arrestado.

El efecto contagioso de la autodefensa

Al norte de San Francisco, Steve Friedman, un ciudadano estadounidense de 66 años, maestro de escuela, es parte de la red de respuesta rápida del condado de Marin. “Recibimos mensajes de texto si se sospecha que hay una acción del ICE y podemos responder en el camino, si logramos llegar”, cuenta. “Me inscribí porque lo que está sucediendo con Trump está mal. Soy judío y perdí a mi familia en el Holocausto, así que no puedo ignorar esta enorme injusticia. También tengo amigos que se ven directamente afectados, así que los defenderé”.

California, el Estado donde vive, ha sido de los primeros en implementar tácticas de respaldo a las comunidades migrantes. Luego han pasado la información a otros. Fue así como aprendieron los miembros de ICIRR, en Chicago. “Hablamos con organizaciones hermanas, para que nos ayudaran sobre cómo hicieron, cómo lo resolvieron, qué hacer y que no, y nosotros también lo estamos haciendo con otros”, dice Arriola.

El efecto de defenderse entre todos es contagioso. Ahora, en Nueva York, las organizaciones ya han tenido que ponerse en alerta. Aunque el alcalde electo Zohran Mamdani y Trump abordaron el tema de la migración en su reciente encuentro, el presidente no ha descartado el envío de tropas a la ciudad. “Ahorita han ido aumentando las cosas, esperamos que se pongan como en Chicago, y por eso se está viendo un levantamiento de las organizaciones, porque la comunidad lo está pidiendo”, dijo bajo anonimato un miembro de la organización comunitaria Mixteca, que radica hace 25 años en el área de Sunset Park, Brooklyn.

Según cuenta, comenzaron con talleres para dar a conocer los derechos de los migrantes, pero la gente quería más. “Nos hemos dado cuenta de que estos talleres ya no eran útiles para la comunidad, decían: sí, pero estos derechos están siendo violados, a nuestra comunidad no se les respeta”.

A pesar de los recortes federales que han afectado el financiamiento de muchas organizaciones y grupos de ayuda, así como la consecuente pérdida de personal y el miedo que otros tienen a perder sus fondos si se enfrentan a la ley, las acciones se replican a nivel de país y de barrio. De la experiencia con los grupos de respuesta rápida en Jackson Heights, ahora están aprendiendo los de Sunset Park.

En otras zonas del país las acciones de la comunidad funcionan de manera diferente, según explica María Asunción Bilbao, coordinadora de campaña en Florida del grupo defensor de migrantes American Friends Service Committee, quien asiste cada semana a las afueras de las oficinas del ICE en Miramar, a ofrecer acompañamiento a los migrantes y sus familiares. Aunque en ciudades como Miami no se han identificado grandes y sostenidas redadas como las que han tenido lugar en otros sitios, programas como el 287(g), que le permite al ICE colaborar con las fuerzas locales del orden público, también garantizan una mayor cantidad de arrestos por parte de la patrulla de carretera. En esos casos, según Bilbao, tienen un línea telefónica atendida por voluntarios que asisten a las detenciones en el tráfico.

Poco a poco, las ciudades se retroalimentan unas de otras. El pasado mes, la primera sesión de capacitación virtual a nivel nacional de ICE WATCH acogió a más de 500 personas. Hay gente que entrena en sitios como Memphis o Nueva Orleans, que ahora mismo lidia con la presencia de cientos de agentes migratorios. Se trata de una reacción colectiva a un Gobierno que apalea a sus migrantes. Lo que ha podido detectar Mixteca es que, cada vez más, los vecinos quieren formar parte de la respuesta. “Creo que ha llegado el momento en que se ha pasado del miedo a la acción, las personas quieren ser sujetos activos”.

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