Un amigo americano: el diplomático de Trump acusado de escudar a Bukele de las fuerzas del orden
Un informe antes desconocido alega que el presidente de El Salvador cultivó una cercana relación con el exembajador de Estados Unidos en el país y actual representante en México, Ronald D. Johnson, y le pidió que despidiera a un contratista que ayudaba a investigar a altos funcionarios salvadoreños
Este artículo fue publicado originalmente por ProPublica, un medio independiente y sin ánimo de lucro que produce periodismo de investigación en pro del interés público.
En agosto de 2020, el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, hizo un pedido extraordinario al embajador de Estados Unidos. Las autoridades salvadoreñas habían interceptado una conversación entre un periodista y un contratista de la embajada sobre la corrupción entre funcionarios de alto nivel cercanos al presidente.
El contratista, un ciudadano estadounidense, no era una fuente cualquiera. Colaboraba con investigadores estadounidenses y salvadoreños que tenían al círculo interno del presidente en la mira. Durante el año anterior, había ayudado a una fuerza de tareas liderada por el FBI a descubrir una alianza entre el Gobierno de Bukele y la pandilla MS-13, que había cometido asesinatos, violaciones y secuestros en Estados Unidos. Había trabajado para recabar evidencias de que funcionarios allegados a Bukele se habían reunido secretamente con cabecillas de la pandilla en las prisiones y habían acordado darles dinero y protección a cambio de una reducción de la violencia. La información representaba una amenaza para el Gobierno de Bukele.
Bukele quería que el contratista se fuera del país, y el embajador Ronald D. Johnson era un amigo americano poderoso. Johnson era un ex oficial de la CIA designado por el presidente Donald Trump que cumplía su primer puesto diplomático. Había cultivado una relación notablemente cercana con el presidente salvadoreño. Después de que Bukele le proporcionó las grabaciones a Johnson, el embajador ordenó inmediatamente una investigación que acabó en el despido del contratista.
No fue el único favor que Johnson le hizo a Bukele, según una investigación de ProPublica basada en un informe hasta ahora desconocido del inspector general del Departamento de Estado y entrevistas con funcionarios estadounidenses y salvadoreños. ProPublica encontró que el despido del contratista fue parte de un patrón de conducta por el cual Johnson ha sido acusado de escudar a Bukele de las fuerzas del orden y justicia estadounidenses y salvadoreñas. Johnson hizo poco para conseguir la extradición a Estados Unidos de un jefe de la MS-13 que era un testigo potencial del pacto secreto con la pandilla y era un objetivo principal de la fuerza de tareas liderada por el FBI, según funcionarios.
Después de dejar el cargo de embajador, Johnson siguió apoyando al presidente salvadoreño a pesar de los intentos de la Administración Biden de frenar el creciente autoritarismo de Bukele. También jugó un papel clave en convertir a Bukele en el líder latinoamericano preferido de Trump, según entrevistas e informes públicos.
La estrecha amistad de Johnson con Bukele preocupó a altos funcionarios del Departamento de Estado en la Administración Biden, quienes pidieron a su sucesor, Jean Manes, examinar el despido del contratista. Manes llegó a una conclusión contundente, según el informe del inspector general: “Bukele pidió a Johnson que sacara al contratista y eso fue lo que pasó”.
“Manes explicó que [el contratista] trabajaba en casos de anticorrupción contra individuos cercanos al presidente salvadoreño Nayib Bukele y Manes creía que sacarlo fue una forma de asegurar que pararan las investigaciones”, decía el informe.
ProPublica también ha descubierto que la evaluación del caso hecho por Manes resultó en una medida extrema: la embajadora forzó la destitución del jefe de estación de la CIA, un viejo amigo de Johnson, porque determinó que era “demasiado cercano” a Bukele, según el informe del inspector general. Altos funcionarios del Departamento de Estado y la Casa Blanca sospecharon que las relaciones persistentes de Johnson con el jefe de estación y con Bukele fomentaban dentro de la embajada una resistencia contra la nueva política de Estados Unidos de confrontar al presidente salvadoreño sobre temas de corrupción y democracia, según las entrevistas y el informe del inspector general.
“Manes iba a ver a Bukele para comunicar las inquietudes de Estados Unidos acerca de algunas de sus políticas. Después, el jefe de estación iba a verle y le decía lo contrario”, dijo Juan Sebastian Gonzalez, quien como antiguo director senior de asuntos del Hemisferio Occidental para el Consejo de Seguridad Nacional recibió informes frecuentes sobre la embajada.
ProPublica no identifica ni al ex jefe de estación de la CIA ni al contratista para proteger su seguridad.
Después de batallar con Bukele en público y su propia embajada en privado, Manes anunció una pausa en las relaciones diplomáticas y se fue de El Salvador a finales de 2021. Días después, Johnson subió una foto a LinkedIn que mandaba un mensaje desafiante a la Administración Biden. En la foto, él y Bukele aparecen sonrientes con sus familias en frente de un árbol de Navidad en la casa de Johnson en Miami.
El vínculo entre los dos hombres estuvo en el centro de un conflicto político feroz que se expandió en Washington, San Salvador y Miami. Hoy, Johnson y Bukele, en otro tiempo figuras menores en asuntos extranjeros de Estados Unidos, han salido triunfantes de la contienda. El 9 de abril, el Senado confirmó a Johnson como embajador en México, la que es probablemente la embajada de EEUU más importante en Latinoamérica. El 14 de abril, Trump se reunió con Bukele en la Casa Blanca para celebrar un acuerdo que permitiría a EEUU deportar a cientos de inmigrantes a una mega prisión de El Salvador, lo que eleva la estatura global del líder de una de las naciones más pequeñas y empobrecidas del hemisferio.
Los detractores de Johnson lo acusan de abogar por Bukele a pesar de sus crecientes abusos de poder.
“No tuvimos un representante de Estados Unidos creíble o eficaz en ese país. Tuvimos un portavoz para el Gobierno de El Salvador”, dijo Tim Rieser, un veterano asesor en política extranjera del ex senador Patrick Leahy, un demócrata de Vermont.
Los defensores de Johnson sostienen que su estrecha alianza con el presidente salvadoreño benefició los objetivos de la política de EEUU. Al llegar a El Salvador, Johnson le dijo a su personal que quería el apoyo de Bukele para reducir la inmigración a Estados Unidos, lo cual era la máxima prioridad de la Administración Trump con el país.
“Durante la época de Trump y Johnson, la mentalidad era dejar a El Salvador ser El Salvador”, dijo Carlos Ortiz, el ex agregado del Departamento de Seguridad Interna en la embajada, quien se describe como un amigo y admirador de Johnson. “Déjales a ellos mismos encargarse de su propia corrupción. El enfoque de EEUU era la migración”.
Un portavoz del Departamento de Estado dijo que era “falso” que Johnson hubiera bloqueado o impedido cualquier esfuerzo investigativo para proteger a Bukele o sus aliados, y que las acusaciones de Manes en el informe del inspector general no eran ciertas.
Además, Tommy Pigott, el portavoz adjunto principal del departamento, alabó a Johnson por haber “siempre priorizado nuestros intereses nacionales y la seguridad del pueblo americano por encima de todo”.
“Gracias al fuerte liderazgo del presidente Trump y el presidente Bukele, garantizamos que nuestra región está más a salvo de la amenaza de cruentas pandillas criminales”, dijo Pigott. “El secretario de Estado Rubio espera continuar nuestro trabajo con aliados regionales, incluido el Gobierno salvadoreño, en nuestros esfuerzos conjuntos para combatir la inmigración ilegal y avanzar nuestros intereses mutuos”.
El departamento proporcionó una declaración escrita de Johnson que resaltaba los logros del presidente salvadoreño.
“Nuestra cordial relación estuvo basada en el diálogo honesto y franco para avanzar en temas de beneficio mutuo para nuestras dos naciones”, dijo Johnson. “El presidente Bukele ha logrado mantener una gran popularidad y altos índices de aprobación en su tierra. Ha transformado a El Salvador de ser la capital de homicidios del mundo a ser uno de los países más seguros en el mundo”.
Voceros de la CIA y del Departamento de Justicia declinaron hacer comentarios. La Casa Blanca remitió las preguntas de ProPublica al Departamento de Estado. El Gobierno de El Salvador no respondió a las solicitudes para comentarios.
El pacto con las pandillas
Manes tuvo la inusual distinción de haber sido la diplomática estadounidense de más rango en El Salvador dos veces, antes de Johnson y después.
Llegó por primera vez a El Salvador en 2016 designada por el presidente Barack Obama. Era su primer puesto como embajadora. Manes tenía un título en política extranjera de Liberty University, una institución evangélica cristiana fundada por Jerry Falwell, predicador de televisión y activista, y tenía un máster de la American University en Washington, D.C. Se incorporó al Departamento de Estado en 1992 y ejerció en puestos culturales, educativos y de asuntos públicos en varios países latinoamericanos además de Afganistán y Siria. Aunque políticamente era más conservadora que muchos de sus colegas diplomáticos, desarrolló una reputación como profesional dura e imparcial. Manes declinó hacer comentarios para este reportaje.
Cuando Manes llegó, Bukele, el hijo de un adinerado ejecutivo de ascendencia palestina, era alcalde de San Salvador. Manes y Bukele se llevaron bien. En 2019, Bukele, que tenía 37 años, se presentó para presidente como candidato independiente populista que prometía acabar con el crimen y la corrupción en un país con una de las peores tasas de homicidio en el mundo y una historia de expresidentes acusados de crímenes por la justicia. Su coalición política ganó a los tradicionales bloques de poder de izquierda y derecha. La amenaza contra la seguridad nacional más peligrosa que enfrentaba el nuevo presidente era la pandilla MS-13, que el Gobierno de EE UU había designado como organización criminal transnacional y el Gobierno salvadoreño como grupo terrorista.
Manes admiraba el fervor reformista de Bukele, dijeron excolegas. Durante conversaciones después de su victoria electoral, Bukele le aseguró que estaba dedicado a extirpar la impunidad, hasta en su propio partido, y le pidió el apoyo de la embajada.
“Persigan a mi gente primero, mano dura con cualquiera que sea corrupto, y también con la MS-13”, dijo, según un exfuncionario de Estados Unidos conocedor de las conversaciones.
Bukele, sin embargo, ya tenía acusaciones públicas de haber hecho acuerdos con las pandillas cuando era alcalde. Investigadores estadounidenses y salvadoreños descubrieron rápidamente que asesores de alto rango del presidente habían iniciado negociaciones secretas con líderes de la MS-13 encarcelados en El Salvador, según archivos judiciales de EEUU, sanciones del Departamento del Tesoro, entrevistas, y reportajes periodísticos.
Osiris Luna, el director de prisiones de Bukele, y Carlos Marroquín, un aliado del presidente encargado de programas de ayuda social, alcanzaron un acuerdo con el consejo de líderes de la pandilla, conocido como La Ranfla, según documentos judiciales estadounidenses y entrevistas con funcionarios de la justicia de Estados Unidos y El Salvador. Fue un pacto más amplio que aquellos elaborados por anteriores gobiernos salvadoreños, que habían ofrecido a la pandilla lujos carcelarios como prostitutas y televisiones de pantalla grande. Marroquin y Luna no han respondido a los pedidos de comentarios.
La Ranfla, que controlaba desde las prisiones a decenas de miles de miembros de la MS-13 en Estados Unidos, México y Centroamérica, acordó bajar los asesinatos y proporcionar votos para el partido de Bukele a cambio de incentivos financieros e influencia política. Según documentos judiciales, los jefes de la pandilla también pidieron a los hombres del presidente una garantía importante: protección contra la extradición a Estados Unidos.
Pronto, la tasa de homicidios cayó dramáticamente. Hoy, El Salvador es uno de los países más seguros de las Américas, y Bukele es uno de los políticos más populares de la región. Pero la tregua secreta con las pandillas puso a su gobierno en la mira del equipo multi-agencias liderado por el FBI y conocido como Joint Task Force Vulcan.
Trump había prometido derrotar a la MS-13 durante su campaña y, en agosto de 2019, creó el equipo Vulcan para desmantelar la pandilla. Su estrategia fue parecida a las luchas contra los carteles mexicanos y la narcoguerrilla colombiana. Liderado por un fiscal del Departamento de Justicia en New York, el equipo reunió a agentes del FBI, Homeland Security Investigations y otras agencias con base en Estados Unidos que operaban en El Salvador y países vecinos.
El enfoque inicial era armar casos por actividad mafiosa, terrorismo y drogas contra los cabecillas de la pandilla y extraditarlos a Estados Unidos. Pero rápidamente las pistas suministradas por informantes e interceptaciones telefónicas empujaron a los agentes federales a expandir su investigación para examinar los acuerdos entre la pandilla y funcionarios de alto rango de Bukele, según entrevistas y archivos judiciales. Tal y como ProPublica ha reportado previamente, agentes de Vulcan hasta hicieron una solicitud al Departamento del Tesoro para rastrear bancos estadounidenses en busca de algún indicio de que Bukele y otras figuras políticas salvadoreñas cercanas a él hubieran lavado fondos de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID, por sus siglas en inglés) como parte del pacto con la MS-13. El resultado de aquella solicitud no está claro.
Vulcan también cooperó con un equipo de fiscales salvadoreños que acumulaba sus propias evidencias del pacto con las pandillas y de una red de posible corrupción que supuestamente incluía el círculo interno del presidente.
La potencial revelación de un pacto secreto entrañaba una amenaza para Bukele porque podría socavar su reputación como luchador contra el crimen y exponerle a posibles cargos criminales en los Estados Unidos y El Salvador.
La amistad
Un mes después del lanzamiento de la fuerza de tareas, Johnson reemplazó a Manes como embajador.
Conocía El Salvador porque había comandado operaciones de combate allí como un Boina Verde del ejército, uno de los 55 asesores militares estadounidenses de las fuerzas armadas salvadoreñas durante la sangrienta guerra civil contra rebeldes izquierdistas en la década de los ochenta, según exfuncionarios de EEUU y una biografía digital de Johnson.
“Una de mis tareas específicas era enseñar a los soldados el respeto por los derechos humanos”, dijo Johnson en su respuesta escrita a ProPublica.
Después de ascender al rango de coronel, Johnson dejó el ejército en 1998 y se incorporó a la CIA para una segunda carrera que incluyó puestos en Iraq y Afganistán y en las bases militares de Florida U.S. Southern Command y U.S. Special Operations Command.
Johnson y Bukele venían de mundos distintos. Johnson, que ahora tiene 73 años, creció en Alabama. Era un devoto cristiano, solía vestir traje y corbata, y hablaba con un acento sureño. “Me criaron en un pueblo pequeño y es un honor haber trabajado en las fuerzas armadas así como en la CIA”, dijo Johnson en su declaración a Propublica.
Fotos de los primeros años de su carrera muestran a Johnson posando con armas y compañeros de las fuerzas especiales en Latinoamérica y otros lugares. Como embajador, una vez saltó en paracaídas de un avión durante una exhibición de aviación en El Salvador.
Bukele era más de 20 años más joven. Cultivaba una imagen moderna, vistiendo jeans, calcetines de colores y una variedad de gafas de sol. Era hábil con la comunicación a través de los medios sociales y frecuentemente subía material a X. Hablaba de reinventar su país, devastado por la violencia, en una meca para el bitcoin, el surf y el turismo.
Casi inmediatamente, sin embargo, quedó claro que los dos hombres tenían buena onda. Poco después de su llegada, Johnson publicó un mensaje en X que citaba a Bukele.
“Creo que con EE UU tenemos una alianza”, decía. “Pero creo que con el Embajador Johnson y su esposa, Alina, tendremos una amistad personal”. Johnson compartió el sentimiento. Durante una entrevista reciente, recordó que había “desarrollado una relación personal muy cercana” con el presidente.
Alrededor de tres semanas después de que Johnson asumió como embajador, Bukele visitó a Trump en New York —el primer líder latinoamericano en tener una reunión oficial a solas con el presidente durante su primer mandato. Trump alabó a Bukele por ser un aliado entusiasta en luchar contra MS-13 y en contener los flujos de inmigración ilegal en Centroamérica. En una declaración en X, Johnson dijo, “Si esto no es una muestra de la fortaleza de nuestra relación bilateral, no sé qué puede ser”.
“Johnson tuvo mucho éxito en El Salvador, en desarrollar una relación con Bukele, en persuadir a Trump de que El Salvador era importante”, dijo Thomas Shannon Jr., un exdiplomático de alto rango de Estados Unidos que ha trabajado en Washington como lobista para el Gobierno de Bukele.
Johnson y Bukele documentaron su creciente amistad en las redes sociales. Una publicación mostraba a Johnson y su esposa en un paseo en barco con Bukele y su familia en un estuario en El Salvador. Otra mostraba al embajador y al presidente comiendo cangrejo en un restaurante. Tuvieron conferencias de prensa conjuntas y cenaban juntos frecuentemente, según entrevistas. El acercamiento de Johnson al presidente les pareció excesivo para un diplomático a algunos de sus críticos en El Salvador y Washington.
“Johnson se insinuó dentro de la familia y el círculo de Bukele de una manera que incomodó a alguna gente en el Gobierno de Estados Unidos en aquella época”, dijo Shannon.
Otros, sin embargo, creían que Johnson utilizó su acceso como palanca para tratar con Bukele.
“Intentaba usar su relación para promover las políticas de Estados Unidos y los objetivos de Estados Unidos”, dijo un ex empleado de la embajada que ejerció durante la época de Johnson. “Lo hizo de una forma mucho más personal”.
La táctica de Johnson reflejaba su experiencia como antiguo oficial de inteligencia cuando reclutaba fuentes, pero esto no significaba que siempre tenía el control, dijo un exfuncionario de la Administración Trump conocedor de los hechos.
“No solo Johnson reclutaba a Bukele. Lo que es remarcable es que Bukele lo reclutaba a él”, dijo el funcionario. “Se reclutaban uno al otro. Era una relación en la cual Bukele tenía poder”.
El despido
Mientras florecía la amistad, funcionarios de la embajada de Estados Unidos mantuvieron a Johnson informado sobre las crecientes pruebas del pacto con las pandillas y la corrupción de alto nivel, según exfuncionarios de Estados Unidos. Oficiales de las fuerzas de la ley e inteligencia informaban al embajador regularmente, dijeron.
A mitades de 2020, los investigadores dieron un paso muy importante.
Luna, el director nacional de prisiones del presidente, entró en contacto con funcionarios de justicia y seguridad de la embajada, según exfuncionarios de Estados Unidos conocedores del caso. Durante una reunión en un lugar discreto, admitió que era parte de las negociaciones con la pandilla, pero dijo que seguía órdenes de Bukele, dijeron los funcionarios. Habló de la posibilidad de dar testimonio como testigo protegido a cambio de ser traído a Estados Unidos con su familia.
La reticencia de Luna a testificar contra Bukele en una corte estadounidense impidió un acuerdo, pero ahora los investigadores del equipo Vulcan ya tenían una versión de primera mano que comprometía al presidente, dijeron los funcionarios.
“Fue enorme”, dijo un exfuncionario conocedor del caso. “Una de las claves más fuertes fue cuando Osiris nos dice, ‘Quiero que sepan que no soy yo negociando con las pandillas. Es Bukele’,” y otros altos funcionarios, “‘y no quiero ser el chivo expiatorio de ellos’”.
Bukele ha negado públicamente tales acusaciones y no ha sido acusado penalmente.
En ese agosto, un reportero de El Faro, un destacado medio de investigación local, trabajaba en un reportaje exclusivo para revelar el pacto con las pandillas. El artículo iba a presentar pruebas voluminosas que incluían informes de inteligencia salvadoreños, documentos gubernamentales y hasta registros de prisión que documentaban las visitas de Luna y otros funcionarios de Bukele a los jefes de la MS-13.
Bukele mantenía una campaña de hostigamiento a El Faro, que había cubierto agresivamente la corrupción en su gobierno. Sus fuerzas de seguridad habían instalado Pegasus, un programa de ciberespionaje israelí, en los teléfonos de algunos reporteros, según las entrevistas y una investigación realizada por expertos del Citizen Lab de la Universidad de Toronto.
Una de las conversaciones interceptadas fue entre el reportero y el contratista de la embajada de Estados Unidos. Bien respetado en la embajada y entre funcionarios salvadoreños, el contratista supervisaba programas de cooperación financiados por EE UU para el Bureau of International Narcotics and Law Enforcement Affairs (La Oficina Internacional de Asuntos de Antinarcóticos y Aplicación de la Ley) del Departamento de Estado. El estadounidense trabajaba estrechamente con los investigadores de Vulcan en Estados Unidos y El Salvador y también con los fiscales salvadoreños que colaboraban con la fuerza de tareas. Las interceptaciones indicaban que estaba suministrando información al periodista, según el informe del inspector general y entrevistas. ProPublica ha podido determinar que el contratista dio información que incluía documentos salvadoreños escritos a mano sobre las negociaciones con las pandillas.
Después de que Bukele pidiera el despido del contratista, Johnson ordenó una investigación a los oficiales de seguridad de la embajada. Determinaron que el contratista había tenido contactos no autorizados con el reportero de El Faro y que había engañado a los investigadores sobre estos contactos, según el informe del inspector general.
Pero había algo más: los oficiales de seguridad de Estados Unidos también temían posibles represalias contra el contratista. Que el Gobierno de Bukele pudiera llegar a hacer daño a un estadounidense que trabajaba para la embajada era una admisión llamativa, sobre todo dada la amistad del presidente con el embajador, según el informe y las entrevistas.
“La preocupación más grande, sin embargo”, de la oficina de seguridad “era la protección [del contratista], porque” sus “declaraciones a la prensa habían enfadado al Gobierno salvadoreño y había la preocupación de que podía convertirse en un objetivo del Gobierno salvadoreño”, dijo el informe.
Como resultado de la investigación, los funcionarios de la embajada decidieron no renovar el contrato al empleado, lo que equivalía a un despido. Se fue del país bajo la dirección de sus supervisores en Washington semanas después de la conversación de Bukele con Johnson. El contratista mantuvo una buena reputación en Washington y ha continuado su trabajo en misiones en el extranjero para el Departamento de Estado.
Noticias del caso rebotaron entre expertos sobre Latinoamérica que trabajaban en la Casa Blanca, el Capitolio y centros de estudios.
“Es altamente, altamente fuera de lo normal que un embajador despida a un empleado de la embajada a petición de un presidente extranjero”, dijo un ex empleado del Congreso.
Funcionarios de alto rango de Estados Unidos cuestionaron la forma en que Johnson manejó el incidente.
“La reacción de Johnson tendría que haber sido: ¿Porque vigilan ustedes a mi personal? Esta es la respuesta correcta para cualquier embajador de Estados Unidos”, dijo un antiguo funcionario del Departamento de Estado conocedor de las operaciones de la embajada en El Salvador.
En respuesta a preguntas sobre el incidente, el Departamento de Estado dijo que “la vigilancia a personal estadounidense no se tolera”.
En su revisión posterior del caso, Manes expresaría su inquietud sobre “el asunto de un presidente extranjero pidiendo el despido de un empleado de la embajada”, según el informe del inspector general. Manes dijo que el empleado hablaba rutinariamente con la prensa como parte de su trabajo, “así que eso no era un factor determinante”, según el informe. No “estaba convencida de que [él] hubiera dado respuestas falsas” durante la investigación ordenada por Johnson.
Manes se preguntó si el contratista “había sido despedido apropiadamente, o había sido echado injustamente a pedido de Bukele”. Dijo que no era capaz de responder a esta pregunta “con la información que se le había suministrado”, según el informe.
Johnson comentó sobre el asunto este año durante una audiencia del Senado para su confirmación como embajador en México. Cuando la senadora Jeanne Shaheen de New Hampshire, la demócrata de más alto rango del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, lo cuestionó sobre el tema, Johnson se defendió a sí mismo, pero no hizo mención alguna sobre el papel de Bukele en la partida del contratista.
“Me sorprendió un poco cuando supe que había tenido una reunión no autorizada con un miembro de la prensa”, testificó Johnson, “e hice lo que creo que hubiera hecho cualquier gerente en aquel punto. Convoqué a sus jefes de departamento y convoqué a la seguridad y dije, ‘Tenemos que investigar esto y determinar si estas acusaciones son ciertas o no. Y si son ciertas, creo que tenemos que determinar qué tipo de información podría haber pasado’, y deferí a su jefe, realmente, lo que la disposición final debería ser en aquel caso”.
La destitución del contratista causó un declive en la cooperación de la embajada de Estados Unidos con los fiscales anticorrupción salvadoreños que eran financiados, entrenados y ayudados por el Departamento de Estado y otras agencias, dijo un exfuncionario de justicia salvadoreño a ProPublica.
“Nadie realmente lo reemplazó”, dijo el funcionario. “Era el más activo de los americanos que trabajaban con nosotros”.
“Las batallas de El Salvador”
Otros acontecimientos intensificaron los temores de que Johnson escudaba a Bukele y sus aliados de los investigadores estadounidenses y salvadoreños.
Johnson dejó claro al personal de la embajada que el asunto primordial para la Administración Trump en El Salvador era la cooperación sobre la inmigración. En 2018, Trump había acusado al Gobierno salvadoreño de permitir a “asesinos” de la MS-13 volver a Estados Unidos después de ser deportados.
“El Salvador solo nos saca el dinero”, Trump había dicho en X.
Después de que Bukele asumió la presidencia, los gobiernos firmaron un acuerdo que permitía a Estados Unidos mandar a refugiados en busca de asilo a El Salvador para esperar allí el desenlace de sus casos. El Gobierno de Bukele también desplegó a más de 1.000 agentes en la frontera con Guatemala para impedir el tráfico de migrantes hacia Estados Unidos. Y las autoridades salvadoreñas permitieron que continuara la llegada de vuelos de deportación de Estados Unidos durante la pandemia.
Como resultado, las acciones de Bukele subieron en la Casa Blanca. Durante los primeros días del COVID-19, Trump le dijo a Bukele en una llamada telefónica que Estados Unidos iba a donar cientos de ventiladores a El Salvador. Trump dijo en X: “¡Han trabajado bien con nosotros sobre la inmigración en la frontera sur!”.
Johnson parecía mostrar menos interés en la investigación de Vulcan, dijeron exfuncionarios de Estados Unidos. “No estamos aquí para luchar en las batallas de El Salvador”, Johnson decía a los empleados de la embajada.
“Su actitud general era no fomentar cosas que fastidiaran a Bukele, es nuestro aliado número uno en migración”, dijo un exfuncionario estadounidense.
Uno de los primeros logros de Vulcan fue el primer uso de cargos por terrorismo contra un líder de la MS-13. Las acusaciones contra Armando Melgar Díaz, alias Blue, incluían secuestro, tráfico de drogas y aprobar los asesinatos de ciudadanos de Estados Unidos. Trump incluso convocó una conferencia de prensa para anunciar la acusación federal. Los fiscales mandaron al Gobierno de Bukele una solicitud de extradición de Melgar, que en aquel momento estaba encarcelado en El Salvador, según archivos judiciales salvadoreños.
En un mensaje en X publicado en su cuenta oficial de la embajada, Johnson prometió que Melgar iba a “enfrentar la justicia gracias a la cooperación entre autoridades”.
A pesar de esa promesa, pasaron meses sin progreso. Funcionarios estadounidenses y salvadoreños estaban preocupados de que Johnson no presionara a Bukele sobre un pedido que los investigadores de Vulcan esperaban que sería una “victoria fácil”.
“Ron Johnson no hizo mucho para extraditar a Blue”, dijo un exfuncionario del Departamento de Estado que conoce la embajada. El Gobierno de Bukele al final rechazó la solicitud. Investigadores de Estados Unidos sospechan que Melgar sabe detalles clave sobre el pacto con las pandillas. Se cree que permanece en una prisión salvadoreña.
Johnson tampoco fue del todo abierto en las comunicaciones con Washington, según el exfuncionario, quien dijo que personal de la embajada le explicó que el embajador bloqueó información en los cables diplomáticos sobre el pacto entre Bukele y la MS-13.
“Estaba bastante claro que Ron Johnson era tan cercano que absolutamente sí protegió a Bukele de las acusaciones de que Bukele negociaba con las pandillas”, dijo el antiguo funcionario.
Ortiz, el exagregado del Departamento de Seguridad Interna, defendió a Johnson. “El embajador Johnson no protegería a Bukele”, dijo. Como “antiguo oficial de la CIA, sabía cómo navegar para acercarse a alguien, pero sin encubrirlo. Su interés era el interés de los Estados Unidos, y Estados Unidos tenía una gran relación con El Salvador”.
Críticos de Johnson dijeron que su actitud pasiva fue evidente en su respuesta a la crisis política más seria de su mandato. En febrero de 2020, la legislatura salvadoreña se opuso a una propuesta de Bukele de pedir un préstamo de 109 millones de dólares al Banco Centroamericano de Integración Económica para nuevos vehículos y equipamiento de la policía y las fuerzas armadas. La respuesta del presidente fue convocar una sesión especial e inundar la asamblea con militares armados.
Muchos salvadoreños y defensores de los derechos humanos se horrorizaron ante la escena del intento de los soldados de presionar a los legisladores. Evocaba la oscura historia de los regímenes dictatoriales en Latinoamérica. En aquel momento, la embajada de Estados Unidos negó tener algún rol.
“Ni el embajador Johnson ni ningún funcionario de la Embajada tuvo conocimiento previo de lo que iba a pasar”, dijo la embajada en un comunicado a El Faro después del incidente.
Durante su audiencia en el Senado este año, sin embargo, Johnson reconoció que había hablado con Bukele justo antes de que este enviara a los soldados. Johnson testificó que instó privadamente al presidente a no proceder con la demostración de fuerza militar.
“Algo que poca gente sabe es que estuve en contacto con él momentos antes de que tomara la decisión, y le dije que no procediera. ‘No haga eso’”, dijo a los legisladores. También testificó que había criticado a Bukele en público. Para defensores de los derechos humanos, la reticencia de Johnson a criticar contundentemente a Bukele en aquel momento fue un indicio de su deferencia indebida al líder salvadoreño.
“Johnson era un aliado del presidente y no de la sociedad civil, no de las fuerzas democráticas en el país”, dijo Noah Bullock, el director ejecutivo de Cristosal, una prominente organización de derechos humanos. “No había distancia entre él y Bukele”.
El mandato de Johnson terminó después de sólo 17 meses, cuando el presidente Joe Biden asumió la presidencia en enero de 2021. Antes de que Johnson se fuera, Bukele creó el galardón más alto de El Salvador y convirtió al embajador en el primer beneficiario de la Gran Orden de Francisco Morazán.
“Un gran amigo se va”, declaró Bukele en la ceremonia de despedida de Johnson.
Manes regresa
Poco más de tres meses después de la partida de Johnson, Bukele desató un asalto contra el poder judicial. La legislatura salvadoreña, dominada por la coalición gobernante del presidente, destituyó a cinco magistrados de la Corte Suprema de Justicia y al fiscal general. Al menos ocho funcionarios de justicia y seguridad salvadoreños que habían investigado a la MS-13 y la corrupción, incluidos algunos que habían trabajado con agentes de Vulcan, huyeron del país después de amenazas, acosos y registros de sus casas y oficinas.
Detractores en El Salvador declararon que el presidente había armado un “autogolpe”. Bukele empezó a llamarse a sí mismo “el dictador más cool del mundo”.
Los funcionarios de la Administración Biden recién instalados observaron la crisis alarmados. Preocupados de que Bukele convirtiera El Salvador en una autocracia, rompieron con la política de Trump.
Poco después de la purga del poder judicial, funcionarios del Departamento de Estado anunciaron que Manes iba a regresar a El Salvador como encargada interina de la embajada, con el título de embajadora provisional. Le dieron instrucciones de enfrentar a Bukele, según el informe del inspector general y entrevistas. Sus superiores la vieron como una opción natural porque había tenido una relación constructiva con Bukele durante su tiempo como embajadora.
“La trajeron de vuelta para enviar el mensaje de que ya no vamos a hacer negocios como se han manejado hasta ahora”, dijo un antiguo alto funcionario del Departamento de Estado.
Un alto funcionario del Departamento de Estado le pidió a ella que hiciera una “evaluación” de la embajada, incluido el despido del contratista, según el informe del inspector general y entrevistas. El funcionario le dijo que estaba preocupado “por las dinámicas” en la embajada, según el informe. Gonzalez, el exfuncionario del Consejo de Seguridad Nacional, dijo que responsables políticos de alto rango creían que el personal de la embajada mostraba favoritismo hacia Bukele y mandaban informes que minimizaban la creciente crisis de la democracia en El Salvador.
Al llegar a la embajada, Manes se topó con un grupo de altos funcionarios, sobre todo de agencias de seguridad e inteligencia que no eran miembros de la fuerza de tareas Vulcan. Les acusó de socavar su liderazgo a causa de la lealtad de ellos a Johnson y su compenetración con Bukele, según el informe y entrevistas.
Manes presentó sus conclusiones sobre “lealistas” a Johnson en un memorándum y otras comunicaciones escritas, según exfuncionarios. Para retomar el control, dio una orden drástica: el personal de la embajada “no podía tener comunicaciones con funcionarios del Gobierno de Bukele,” dijo el informe del inspector general. En la práctica, esto significó que los funcionarios dejaron de reunirse con funcionarios salvadoreños de alto nivel y tenían que pedir el permiso a Manes y sus subalternos más altos para tratar con otros, según exfuncionarios de alto nivel de la embajada.
Un antiguo alto funcionario de la embajada criticó la forma en que Manes manejó el conflicto interno. “Se puso bastante feo”, dijo el funcionario en una entrevista. “Quería microgestionar todo”.
Un antagonista resultó especialmente molesto: el jefe de estación de la CIA. Poco después de empezar como embajador, Johnson ayudó a asegurar su designación para dirigir la estación de la CIA, dijeron exfuncionarios. Al igual que Johnson, había ejercido como asesor militar en El Salvador años antes. También como Johnson, el jefe de estación tenía una relación inusualmente amigable con Bukele. Manes descubrió que se reunía regularmente con Bukele, a menudo desayunaba con el presidente. Bukele también visitaba la casa del jefe de estación, según un exfuncionario de Estados Unidos.
“El exembajador Johnson y el jefe de sección eran amigos cercanos y eran cercanos a Bukele y a miembros del Gobierno de Bukele”, un empleado de la embajada dijo más tarde a una investigadora, según el informe del inspector general.
En vez de apoyar la nueva misión de confrontar a Bukele sobre el deterioro de los derechos humanos y la democracia, el oficial de la CIA defendió al presidente, dijeron exoficiales estadounidenses.
“Intentó duramente socavar la idea de que Bukele consolidaba y centralizaba el poder o actuaba para desmantelar las instituciones salvadoreñas”, dijo el exfuncionario del Departamento de Estado conocedor de la embajada.
Las amistades entrelazadas entre Johnson, el jefe de estación y Bukele llevaron a funcionarios de la Administración Biden a sospechar que el exembajador influenciaba a la oposición contra la nueva política estadounidense, aunque no tenían pruebas concretas, dijeron antiguos funcionarios.
“Sabíamos que Johnson y Bukele seguían hablando”, dijo Gonzalez. “La sospecha era que Johnson tenía un papel en la disidencia en la embajada que se oponía a Manes y favorecía a Bukele”.
Manes decidió exigir a la CIA sacar al jefe de estación, una medida inusual, pero dentro de su poder para revocar la aprobación a cualquier persona asignada a la embajada. Un funcionario de la CIA de alto nivel cuestionó la decisión, pero los superiores de Manes se mantuvieron firmes. El jefe de estación fue transferido a otro país y desde entonces se ha jubilado, dijeron exfuncionarios.
El jefe de estación presentó una queja en la Oficina del Inspector General del Departamento de Estado que acusaba a Manes de haberlo despedido indebidamente, entre otras acusaciones.
El informe posterior absolvió a Manes de conducta indebida. El exjefe de estación no respondió a una lista de preguntas enviada por ProPublica.
Mientras la pelea se agudizaba en la embajada, Manes mantenía un enfrentamiento cada vez más abierto con Bukele. Ella criticó al reemplazo de los magistrados de la Corte Suprema de Justicia y el fiscal general. Advirtió que el Gobierno debilitaba la democracia y los derechos humanos. Y exigió las extradiciones de Melgar y los otros altos líderes de la MS-13 acusados por la fuerza de tareas Vulcan.
“La extradición es algo muy importante para los Estados Unidos”, dijo a la prensa.
Tal y como ProPublica ha reportado anteriormente, la Administración Bukele sistemáticamente interfirió con los intentos de extradición y no ha mandado a Estados Unidos a ninguno de los 27 jefes de la pandilla MS-13 acusados por fiscales de Vulcan en denuncias en 2021 y 2023.
Altos funcionarios del Departamento de Estado viajaron a El Salvador para instar a Bukele a dar marcha atrás. USAID recortó su financiación. Luna, Marroquín y otros funcionarios de alto nivel salvadoreños tuvieron que enfrentar sanciones del Departamento de Estado que les impidieron viajar a Estados Unidos.
Bukele no se movió un ápice. En X, arremetió contra Manes por inmiscuirse en la política interna de su país. Hizo público un hilo de mensajes de texto personales en WhatsApp entre ellos y acusó a Manes de pedirle que liberara a un político encarcelado por cargos de corrupción.
En noviembre de 2021, Manes declaró una “pausa” en las relaciones de Washington con la Administración Bukele y anunció que dejaba su puesto.
El Salvador y Estados Unidos habían tocado fondo diplomáticamente. Pasaría más de un año antes de que se nombrara otro embajador.
“Es imposible pensar que alguien tiene un interés en nuestra relación cuando usan su máquina de medios pagada para atacar a los Estados Unidos todos los días”, dijo Manes a la prensa.
La rehabilitación
Una semana después de la salida de Manes, Johnson publicó la imagen de él con Bukele y sus familias en frente de un árbol de Navidad.
“Fue estupendo pasar tiempo en nuestro hogar de Miami con el presidente salvadoreño Bukele”, Johnson escribió sobre una foto que subió a su cuenta de Linkedin.
En Nochebuena, Johnson subió un post de saludos navideños a Bukele y su familia. El presidente salvadoreño respondió con un golpe a Manes y a la Administración Biden: “Que tiempos aquellos cuándo los embajadores se enviaban para fortalecer los vínculos entre las naciones”.
El intercambio fue una salva temprana en una campaña con el fin de no solo rehabilitar la reputación de Bukele en los Estados Unidos, sino de convertirlo en un icono del movimiento MAGA. Johnson ayudó a liderar este esfuerzo, en el que participaron legisladores y lobistas en Washington, Florida y El Salvador.
Arrancó mientras la Administración Biden endurecía su enfrentamiento con el presidente salvadoreño. En diciembre de 2021, el Departamento del Tesoro impuso más sanciones contra Luna y Marroquín y acusó a los funcionarios de Bukele de negociar el acuerdo secreto con la pandilla MS-13. También acusó a Luna y a la jefa del gabinete del presidente de corrupción. Ninguno de los dos ha respondido a los pedidos de comentarios.
En una acusación federal, fiscales de Vulcan detallaron presuntos crímenes de altos funcionarios de Bukele y el compromiso de la pandilla de fomentar el apoyo para el partido del presidente a cambio de beneficios financieros y de protección.
En marzo de 2022, por causas que todavía no quedan del todo claras, se rompió la tregua entre el Gobierno salvadoreño y la MS-13. Durante una ola de violencia pandillera que duró tres días, unas 80 personas murieron, el periodo más mortífero en El Salvador desde la guerra civil. Bukele respondió contundentemente con una política de mano dura. Suspendió las protecciones constitucionales y capturó sin el debido proceso legal a supuestos pandilleros. Las fuerzas de seguridad detuvieron a 70.000 personas durante los siguientes años y encerraron a muchos de ellos en el CECOT, la prisión de máxima seguridad.
La campaña de represión hizo tremendamente popular a Bukele en El Salvador. Pero altos funcionarios de la Administración Biden la vieron como un paso más hacia el desmantelamiento de la democracia constitucional de la nación. Incluso algunos republicanos tuvieron dudas. El entonces senador Marco Rubio, un republicano de Florida con mucha influencia en temas latinoamericanos, expresó su ambivalencia acerca de las acciones de Bukele.
“No soy un gran admirador de todo lo que se ha hecho allí”, dijo durante una audiencia en el Senado en 2022. “Espero que todavía podamos tener una relación con El Salvador que sea pragmática. No tenemos que aplaudir o celebrar todas las cosas que hace la gente que no nos parecen necesariamente bien. Pero también creo que tenemos una preocupación de interés nacional que necesita ser equilibrada”.
Para entonces, Johnson y otros ya estaban profundamente implicados en promocionar a Bukele. Johnson alabó la campaña publicitaria del presidente en la que aconsejaba a los salvadoreños cómo mantenerse saludables durante el COVID-19. En la propiedad de Mar-a-Lago de Trump, se reunió con la embajadora de El Salvador en los Estados Unidos, la exreina de belleza Milena Mayorga. Continuó con la publicación de posts sobre sus visitas con Bukele y su familia.
Bukele alistó a Damian Merlo, un conocido lobista para países y líderes latinoamericanos. Finalmente, pagó a su empresa más de dos millones de dóalres, según los registros sobre el lobismo. Merlo organizó reuniones con republicanos y demócratas en el Capitolio, contactó a funcionarios del Departamento de Estado, y habló con reporteros del New York Times, Fox News y otros medios, según los archivos. Bukele apareció en el programa Tucker Carlson Today. La revista Time lo puso en su portada, y lo llamó “el líder autoritario más popular del mundo”. Dio un discurso en la CPAC, la reunión anual de los políticos conservadores más poderosos del país. Johnson estuvo presente, y después dijo en redes que Bukele había dado “un discurso increíble”.
“La credibilidad de Johnson y los instintos de Merlo ayudaron a Bukele a conectar con el mundo de MAGA”, dijo Shannon, el exdiplomatico y lobista. Merlo no respondió a una lista detallada de preguntas de ProPublica.
Un punto de inflexión ocurrió en marzo de 2023, cuando Rubio hizo una visita oficial a El Salvador. Cualquier incertidumbre que podía haber tenido acerca del líder salvadoreño desapareció después de su regreso. Rubio felicitó a Bukele y se burló de los intentos de presión de la Administración Biden.
“De repente, el crimen ha caído en picado. De repente, la tasa de asesinatos ha caído en picado. De repente, por primera vez en décadas, la gente puede salir por la noche”, dijo Rubio en un video que publicó en internet. “Entonces, ¿cómo ha reaccionado la Administración Biden a esto? Hablando mal del tipo, sancionando a gente del Gobierno, persiguiéndolos porque son demasiado duros y estrictos”.
Johnson felicitó a Rubio por su recién descubierta admiración.
“Quiero agradecer a mi amigo, senador Marco Rubio, por ir allí de visita y por reconocer el progreso hecho por el presidente Nayib Bukele de El Salvador”, escribió en Linkedin.
En septiembre de 2022, Bukele anunció su candidatura para la reelección. La constitución salvadoreña limitaba la elección de los presidentes a un único mandato de cinco años, pero la Corte Suprema de Justicia, llena de aliados de Bukele, le había permitido presentarse otra vez. La decisión desencadenó una nueva ronda de protestas.
Johnson defendió el proyecto de reelección durante una charla en una conferencia en la Florida International University, donde aplaudió los avances de El Salvador en materia de seguridad.
“En algunas conversaciones recientes que tuve con gente en Washington, D.C., hablamos del segundo mandato del presidente Bukele”, dijo Johnson. “Yo dije, ‘Creo que nos enfocamos en las cosas equivocadas. Si se presenta para un segundo término en una elección libre y justa y el pueblo de El Salvador lo elige para un segundo mandato, entonces, ¿no es eso lo que hacemos aquí’?”.
Bukele ganó con el 85% del voto.
La lista de invitados para la inauguración de Bukele el 1 de junio de 2024 mostró su creciente popularidad entre los republicanos. Estrellas conservadoras como Donald Trump Jr., el representante Matt Gaetz de Florida, el senador Mike Lee de Utah y Carlson estuvieron presentes. También estuvieron los congresistas demócratas Vicente Gonzalez de Texas y Lou Correa de California. También asistieron Johnson y el ex jefe de estación de la CIA.
Más tarde, Johnson y Merlo ayudaron a organizar una reunión privada con Bukele para Sara A. Carter, una antigua periodista de Fox News a quien Trump ha nominado recientemente para ser la directora de la Oficina Nacional de la Política de Control de Drogas. En un videopodcast, Carter contó cómo asistió a una cena de sushi a altas horas de la noche con el presidente salvadoreño.
“Tuvimos la oportunidad de reunirnos con Bukele privadamente, nuestro grupo, y quisiera agradecer al embajador Ron Johnson por eso y a Damian Merlo, por hacerlo posible”, dijo.
Epílogo
En abril, Trump y Bukele se juntaron para celebrar una alianza.
“Es un honor estar aquí en la Oficina Oval con el presidente y líder del mundo libre”, dijo el presidente salvadoreño mientras se daban un apretón de manos. “Sabemos que tienen un problema con el crimen, un problema con el terrorismo con el cual necesitan ayuda, y somos un país pequeño, pero si podemos ayudar, lo haremos”.
Rubio, ahora secretario de Estado, y Bukele habían llegado a un acuerdo por el cual la Administración Trump iba a mandar a más de 250 inmigrantes venezolanos y salvadoreños para ser encarcelados en CECOT. (Los venezolanos fueron devueltos a su país en julio).
La Administración de Bukele pidió la devolución a El Salvador de algunos de los jefes de la MS-13 que los agentes de Vulcan habían detenido en Estados Unidos. Los fiscales federales que trabajaron para presentar a los cabecillas ante la justicia pidieron a un juez que soltara a dos de ellos. Antiguos investigadores de Vulcan dijeron que ellos creen que ambos tienen información que vincularía a funcionarios de Bukele con el pacto con las pandillas.
Unos días después de la reunión de Bukele con Trump en la Oficina Oval, el Senado confirmó a Johnson como embajador en México con un voto de 49-46, con los republicanos a favor y los demócratas en contra. Asumió el cargo en un periodo en que la política de línea dura de la Administración Trump, (destaca notablemente la posibilidad de desplegar el poder militar de Estados Unidos contra los carteles de la droga), han tensado la siempre compleja relación con México.
“Tengo ganas de conocer a la presidenta mexicana Claudia Sheinbaum y estoy dispuesto a trabajar con su Administración en temas que son mutuamente beneficiosos para nuestras naciones”, escribió Johnson en redes sociales.
La carrera de Manes no ha ido tan bien. En 2023, la Administración Biden la propuso como embajadora en Colombia, uno de los más destacados puestos diplomáticos en Latinoamérica. Parecía una candidata fuerte hasta que Rubio y otros republicanos en el Comité de Relaciones Exteriores del Senado anunciaron su oposición a ella. El senador James Risch de Idaho citó como causa la investigación del inspector general sobre el conflicto de Manes con el jefe de estación.
“Empleados en nuestro bando recibieron quejas sobre la capacidad de liderazgo de Manes, su estilo de gestión interagencial y su criterio mientras ejerció como embajadora encargada en El Salvador”, dijo Risch durante una audiencia.
Los defensores de Manes remarcaron que salió absuelta por la investigación interna y que implementó una política dictada desde Washington.
“Seguía una política que era claramente la línea de la Administración”, dijo un antiguo alto oficial del Departamento de Estado en una entrevista. “Se ha vuelto muy difícil para diplomáticos de carrera cuando su servicio leal es visto en la arena política como inaceptable. Es irónico, dado el punto de vista político de ella”.
Manes fue nombrada representante de Estados Unidos en la UNESCO, la organización cultural de las Naciones Unidas en París que promociona la ciencia y las artes.
Este julio, Trump anunció que Estados Unidos iba a terminar su participación en la organización.