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Radio Bilingüe, la mayor estación pública en español de Estados Unidos que resiste a Trump

La desaparición de la entidad que distribuía fondos federales a radios y televisiones públicas amenaza a decenas de emisoras y canales rurales y comunitarios

En las ondas de radio del centro rural de California suenan mariachis, banda o salsa. La Administración de Donald Trump quisiera silenciar la emisora que las emite. Radio Bilingüe, la mayor estación radiofónica pública en español de Estados Unidos, tiene 45 años de historia, y ahora enfrenta su mayor reto. Su situación actual ilustra la realidad de cientos de estaciones rurales que han perdido gran parte de su financiación tras los recortes que el Gobierno ha impuesto al sistema público de medios. Muchas emisoras y estaciones de televisión locales se enfrentan a su desaparición inminente, pero Radio Bilingüe resiste desde su sede en Fresno. No es casualidad, sino resultado del músculo desarrollado a lo largo de décadas y a una previsión que llevó a diversificar sus fuentes de ingresos, consciente de una corriente crítica de los medios públicos que lleva años existiendo, pero que ahora ha instaurado su agenda agresivamente dentro del Gobierno y es otra cara de la moneda de las denuncias de censura que esta semana han llenado titulares.

El pasado 24 de julio, el presidente Donald Trump firmó otra ley tildada como una de las más controversiales de su segundo mandato, pero que entre tanto escándalo pasó en gran medida desapercibida. La llamada Rescissions Act of 2025 borró de un plumazo más de 1.000 millones de dólares en fondos previamente aprobados para la Corporation for Public Broadcasting (CPB), la entidad que desde 1967 ha distribuido recursos federales a radios y televisiones públicas en Estados Unidos. El impacto fue inmediato: la propia CPB anunció su cierre y la desaparición de las subvenciones que sostenían a cientos de estaciones locales.

La medida es el desenlace de una campaña política e ideológica de larga data contra la National Public Radio (NPR, la radio nacional pública) y Public Broadcasting Service (PBS, la televisión pública), que juntos son los gigantes de la radiodifusión pública en el país y han sido acusados por la derecha republicana de ser “monstruos de izquierda radicales”, en palabras del propio Trump. Pero el recorte va mucho más allá de las dos marcas más conocidas, que de hecho recibían un porcentaje muy pequeño de su financiación total de la CPB.

Se estima que, de las más de 1.000 emisoras de radio y 300 canales de televisión que recibían dinero de la CPB, decenas de las más pequeñas —estaciones rurales, tribales y comunitarias en algunas de las zonas más apartadas del país— están en riesgo de cerrar si no consiguen otras fuentes de financiación. Algunas ya han comenzado campañas de donaciones o ventas de merchandise para lograrlo, y otras más han empezado a hacer sus propios recortes de personal y programación para ajustar sus gastos.

Para Radio Bilingüe, el golpe ha sido fuerte, pero por ahora no ha supuesto una amenaza existencial. “El impacto directo para nosotros es de 300.000 dólares al año sobre un presupuesto de cuatro millones”, explica Hugo Morales, fundador y codirector ejecutivo de la emisora. “Aparte de eso, perdimos 1,1 millones de dólares de una beca que era para reemplazar equipo viejo de transmisión. Eso es inmediato. Y la CPB además pagaba los royalties de la música que transmitimos en nuestras treinta emisoras”. Por ahora, han reevaluado algunas inversiones que tenían programadas, como la renovación de equipos, y han asegurado aumentos en las donaciones de algunos de sus patrocinadores principales para llenar el hueco que deja la CPB.

Pero Morales también señala que la CPB era más que dinero. “Controlaba el sistema de distribución de sonido para todas las radios públicas, era el administrador de activos conjuntos. También imponía requisitos de transparencia y de servicio comunitario: que cada emisora tuviera un comité asesor real, que publicara actas de sus juntas, que hiciera talleres anuales. Todo eso puede desaparecer ahora”.

El discurso republicano contra la radiodifusión pública detrás de esta crisis no es nuevo. Desde los años noventa, figuras conservadoras han denunciado la supuesta “parcialidad liberal” de NPR y PBS. Pero en tiempos de la guerra cultural trumpista, el tono se ha elevado. La congresista republicana Marjorie Taylor Greene las describió como “cámaras de eco para liberales urbanos y ricos que desprecian a la América rural”. La Casa Blanca tampoco ha ocultado su desprecio. “Los burócratas demócratas disfrazados de reporteros no merecen subsidios de los contribuyentes”, declaró un portavoz a Politico. “NPR y PBS tendrán que aprender a sobrevivir por su cuenta”.

Sin embargo, la paradoja es que quienes más sufrirán los recortes no son las grandes cadenas nacionales que han sido tan atacadas, sino las emisoras rurales y comunitarias, ubicadas en zonas que en general apoyan al presidente y donde cumplen funciones esenciales, como alertas de emergencia, información local y programación educativa.

De campesinos para campesinos

Es precisamente el caso de Morales, que conoce muy bien a la audiencia que sirve, pues pertenece a ella. Nacido en el Estado mexicano de Oaxaca en una familia mixteca, emigró de niño a Estados Unidos para trabajar en el campo junto a sus padres. Como muy pocos que comparten su historia de infancia, se graduó en Harvard College y Harvard Law School, pero en lugar de emprender una carrera en los despachos de abogados decidió regresar a California y fundar una radio que hablara directamente a los trabajadores agrícolas.

“Radio Bilingüe fue establecida por campesinos para campesinos”, cuenta. “La audiencia que servimos es en su mayoría latina y obrera: gente trabajadora en el campo, en hospitales, en tiendas. Por eso nuestra música —mariachi, norteña, sonidos tradicionales— conecta con ellos. También tenemos programas en lenguas indígenas, y hasta espacios nocturnos dedicados a personas en prisión. La radio es un medio público que llega al pueblo”.

Lo que comenzó con ventas de garaje para financiar la primera antena se ha convertido en una red con 29 estaciones propias y 92 afiliadas en Estados Unidos, Puerto Rico y Canadá. Sus informativos alcanzan a medio millón de oyentes cada mes, mientras la programación combina música popular con información práctica como derechos laborales, acceso a beneficios públicos, talleres de salud o explicaciones sobre el Censo.

Morales asegura que Radio Bilingüe no despedirá personal este año. El fundador reconoce que su red tiene cierta ventaja sobre otras gracias a que, desde 1996, la junta directiva decidió diversificar ingresos y reducir dependencia federal. Hoy, más del 90% de su presupuesto proviene de unas 50 fundaciones distintas.

Aun así, la preocupación es palpable. “Nuestro desafío es mantener el equipo y no despedir a nadie. Tenemos 30 emisoras con antenas, torres, generadores. Todo eso cuesta mucho dinero cuando hay que reemplazarlo”.

Aunque, para Morales, lo que está en juego va más allá de los balances contables. “Somos un canal para una conversación nacional latina. Hablamos de temas críticos y damos orientación a ciudadanos e indocumentados sobre cómo tener influencia y cómo participar. Protegemos la cultura, transmitimos música auténtica de Oaxaca, fomentamos la participación comunitaria”.

Ese rol se hace más vital en un contexto de desinformación y polarización. “Para mí [lo que está sucediendo] es parte de una estrategia trazada para atacar la democracia y el acceso a la información pública”, advierte. “Hay intereses que no quieren que la gente tenga acceso a este tipo de información. Usaron a NPR y PBS como chivos expiatorios, pero en realidad el daño se lo hacen a las emisoras comunitarias”.

El desenlace de esta crisis aún está por escribirse. Algunas grandes cadenas nacionales podrían incluso salir fortalecidas si logran movilizar a sus audiencias urbanas para donar más. Pero en las zonas rurales y en las comunidades latinas e indígenas, la desaparición de la CPB amenaza con dejar desiertos informativos. Por ahora, las ondas de Radio Bilingüe siguen sonando con mariachis, noticieros comunitarios y voces en lenguas indígenas.

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