Florida esquiva la catástrofe
Pese a todos los zarpazos, el huracán no dejó tras de sí “el peor escenario posible” como se esperaba que hiciera, dijo el gobernador del Estado, Ron DeSantis
Florida amaneció este jueves tras el paso de Milton con la tarea de calibrar el alcance de los estragos del segundo huracán en azotar el Estado, tras Helene, en dos semanas. Por suerte, no fue, según el primer cálculo de daños, la “tormenta del siglo” que había augurado el presidente estadounidense Joe Biden, apoyado en los pronósticos que hablaban de un fenómeno meteorológico con escasos precedentes.
El ciclón tocó tierra con categoría 3 (de un máximo de 5) a eso de las 20.00 del miércoles en Cayo Siesta, al sur de la gran conurbación de Tampa Bay, que, después de todo, se libró de lo peor, y salió a la mañana siguiente, y tras una noche en vela, rumbo a Bahamas por la costa oriental, a la altura de Cocoa Beach. Allá por donde pasó, enseñó sus dientes e hizo gala de su enorme capacidad de devastación: se llevó por delante árboles, tejados y postes de la luz, causó inundaciones en poblaciones del interior y dejó sin electricidad a más de 3,4 millones de clientes. Pese a todos esos zarpazos, “no [dejó tras de sí] el peor escenario posible”, según dijo por la mañana el gobernador de Florida, Ron DeSantis.
Los equipos de rescate y las autoridades locales y estatales madrugaron para prestar su ayuda a las decenas de miles de afectados. El primer balance de muertos hablaba de cinco fallecidos por los efectos de uno entre el centenar largo de tornados que trajo consigo Milton y que azotó la localidad de St. Lucie. Al principio de la tarde, se calculaba que la cuenta ascendería al menos a 10 muertos en todo Florida.
Las carreteras que atraviesan el Estado se llenaron de coches conducidos con impaciencia, que provocaron atascos interminables. En la autopista interestatal 75, una de esas vías que organizan la vida estadounidense a su paso y una línea recta que cruza los humedales de los Everglades y conecta Miami y sus alrededores con la costa del Golfo, los vehículos se movían lentamente, mientras se abrían para dejar pasar a los equipos de respuesta de emergencias y los camiones equipados para hacer las urgentes reconexiones del cableado eléctrico o para recoger ramas y árboles caídos. Muchos de los vehículos particulares iban cargados hasta arriba, con familias al completo y con las cosas que habían podido reunir a toda prisa para salir a tiempo hacia lugares donde ponerse a salvo de la furia de Milton. Ahora les toca regresar a casa para comprobar que les dejó el huracán a su paso.
El cielo lucía azul, como solo luce la calma después de la tormenta. En las cunetas se acumulaban pequeñas montañas de escombros contra las barreras laterales que separan el agua y los cocodrilos del asfalto como recuerdos de la fiereza de los tornados que Milton provocó en sus zonas más exteriores. Esta autopista fue uno de los primeros lugares que recibieron la embestida del huracán, precisamente por esos tornados que el ciclón causó el miércoles, el día en el que Florida marcó un récord histórico de ese tipo de fulminantes fenómenos meteorológicos. Fueron los primeros en cobrarse víctimas cientos de kilómetros al norte.
La noche trajo consigo una de las imágenes por las que a buen seguro será recordado Milton: la techumbre del estadio de béisbol Tropicana Field, en Tampa Bay, volando por los aires como si la hubieran construido con papel de fumar. Además de ser el hogar de los Rays, orgullo local de la ciudad, doblaba tarea en la madrugada en la que llegó el huracán como refugio para decenas de trabajadores de emergencia, que esperaban en su interior el paso de la tormenta. Pese a la espectacularidad de las imágenes, no hubo que lamentar heridos, tampoco muertos.
Otra de las estampas de tragedia llegó desde Clearwater, localidad de vacaciones entre Tampa y St. Petersburg, que no sufrió la marejada ciclónica que le habían reservado los modelos de predicción de Milton. En Clearwater los equipos de rescate se movían a bordo de vehículos anfibios para lograr llegar a donde se los necesitaba.
En una comparecencia desde Washington, Biden se felicitó al principio de la tarde de que la población hubiera atendido los llamamientos de las autoridades de ponerse a salvo. Durante toda la semana, no temieron exagerar al hablar de la devastación que le atribuían a Milton. En las primeras horas tras el paso de la tormenta, y sin saber aún el alcance real de los estragos que dejó tras de sí, parecía que la estrategia fue exitosa.
“Sabemos por huracanes anteriores que a menudo sucede que se pierden más vidas en los días posteriores a la tormenta que durante la tormenta misma”, dijo Biden. “Aún hay condiciones muy peligrosas en el Estado, y la gente debería esperar a que sus líderes le den el visto bueno antes de salir”.