Sorpresas de septiembre y las vistas desde Pensilvania

Desde junio vamos de sobresalto en sobresalto, hasta el punto de que ya lo anómalo parece lo normal. Este domingo, un nuevo supuesto intento de asesinato contra el candidato republicano

Policías detienen a Ryan Routh, el hombre sospechoso del aparente intento de asesinato de Donald Trump, el pasado domingo.Martin County Sheriff’s Office / AP

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Muy buenas, lectores.

Al repasar la historia electoral de Estados Unidos es frecuente aludir a la “sorpresa de octubre”. Un acontecimiento inesperado que estalla a muy pocas semanas, o días, de la cita electoral en noviembre y puede cambiar de un día para otro el panorama de voto: acuérdense, por ejemplo, de la reapertura de la investigación de James Comey en el FBI de los correos de Hillary Clinton en 2016, cuando acabó ganando Trump pese a tener las encuestas en contra. O el estallido de la crisis financiera en 2008, que terminó de poner a Barack Obama en la Casa Blanca.

Este año, si hay sorpresa en octubre, tendrá que ser monumental. Porque desde junio vamos de sobresalto en sobresalto, y tiro porque me toca. Hasta el punto de que ya lo anómalo parece lo normal. Que si un debate tan histórico como desastroso para Joe Biden, que si un atentado contra Trump, que si la renuncia de Biden a la candidatura demócrata en favor de Kamala Harris, que si otro debate que cambia las tornas… y este domingo, un nuevo supuesto intento de asesinato contra el candidato republicano.

A la hora de escribir esta newsletter, aún hay muchas más incógnitas que certezas en torno a este incidente. ¿Cómo fue posible que nadie detectara hasta casi el último momento que el sospechoso, Ryan Wesley Routh, estaba apostado en el seto del club de golf de Trump, cuando al parecer llevaba horas allí escondido? ¿Sabía este trabajador de la construcción obsesionado con Ucrania que el expresidente estaría jugando al golf justo en ese rato? ¿Quería de verdad atacar al candidato al que votó en 2016? ¿Cuál era su motivación?

Y, por supuesto, la pregunta del millón: ¿tendrá algún impacto el suceso en la intención de voto de los estadounidenses? De momento, parece que en cualquier caso pueda solidificar aún más la polarización entre las dos mitades de Estados Unidos: el territorio republicano que ve a Trump como un héroe y mártir y el lado demócrata, que no está dispuesto a volver a ver al expresidente sentado en el Despacho Oval. Es probable que el incidente reafirme a unos y otros en sus opiniones, y los movilice para ir a votar —justo cuando empiezan a abrirse los plazos en los distintos Estados para depositar su papeleta por adelantado. La semana pasada Alabama comenzó a aceptar sufragios por correo; este lunes le tocaba el turno a Pensilvania.

Recordemos que el voto por adelantado es fundamental para los dos partidos: cada papeleta que va llegando es un pájaro en mano sin necesidad de esperar al 5 de noviembre. En especial, los demócratas han basado mucha de su estrategia en alentar a sus simpatizantes a entregar su voto lo antes posible. Los republicanos, que ya vieron en 2020 cómo ese sistema benefició a sus rivales, tratan también de sumarse a ese carro. Pero lo tienen mucho más cuesta arriba: Trump ha pasado años acusando sin pruebas a ese método de voto de fomentar el fraude electoral. Aún lo critica de vez en cuando. Y para sus seguidores, lo que diga el expresidente va a misa.

Participantes en un mitin para la comunidad latina encabezado por el segundo 'caballero' y esposo de Harris, Doug Emhoff, en la ciudad de Allentown.Jaclyn Licht

Pero cambiemos un poco de tema. Mencionábamos antes Pensilvania. Este Estado bisagra posindustrial, de población de más edad que la media nacional y mayoritariamente blanca, tiene muchas probabilidades de ser el que acabe entregando la llave de la Casa Blanca a un candidato u otro. De los siete Estados clave es el mayor y más poblado, y por tanto el que mayor recompensa en forma de votos electorales tiene: 19. Y como buen territorio bisagra, las encuestas están muy igualadas. Solo seis décimas de punto porcentual separan a Harris de su rival republicano, según el agregado de sondeos FiveThirtyEight.

He estado recorriéndolo durante casi una semana, de Este a Oeste y de Sur a Norte. Casi como cualquiera de los candidatos principales en esta campaña, que lo visitan casi cada semana. ¿Mis conclusiones? Puede ganar cualquiera de los dos. Les pongo un ejemplo: en Newtown, una ciudad bisagra dentro de un condado bisagra dentro de Pensilvania, entrevisté a seis personas en una misma manzana de la calle principal: tres votarán a Kamala Harris; las otras tres, a Donald Trump. Más ajustado, imposible.

Da igual dónde se encuentren. Casi todos los votantes con los que hablé, sea en la Pittsburgh progresista, el Butler rural, la latina Allentown o la señorial Filadelfia, confesaban que tenían una prioridad por encima de cualquier otra: la economía y una inflación que se ha ido comiendo sus sueldos mensuales. Súmenle los precios disparatados de la vivienda, y tienen un caldo de cultivo perfecto para el descontento y el ansia de cambio. Cuál candidato representa mejor esas ansias de cambio, ya eso es a gusto del consumidor.

Una nota aparte: la comunidad latina ya suma más de un millón de personas y más de 600.000 votantes en Pensilvania, de un total de 19 millones de habitantes. Es cierto que la mayoría de aquellos con los que hablé se declaró a favor de los demócratas, en línea con el alineamiento histórico de esta comunidad a favor del partido azul. Pero hay que puntualizar algunos matices: habrá que ver cuál será la participación de los más jóvenes, bastante desencantados en general con los dos partidos. También he percibido que los republicanos están consiguiendo avances entre esta comunidad. Especialmente entre los varones, en línea con lo que está ocurriendo en otros grupos de votantes. Atención, demócratas.

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