Entre la dama y el muro

A cinco meses de las elecciones, Biden ha decidido limitar las solicitudes de asilo y cerrar la frontera con México cuando se considere necesario porque así lo prefiere el electorado

Niños migrantes juegan cerca del muro mientras esperan a ser transportados por la Patrulla Fronteriza, en Jacumba Hot Springs, California (EE UU) este 4 de junio.Go Nakamura (REUTERS)

La política no existe en un vacío; en una democracia verdaderamente representativa, los cambios en la opinión pública impulsan eventualmente cambios en las posiciones tradicionales de los políticos y sus partidos. Esto resulta particularmente evidente durante los periodos electorales como el que está en curso en Estados Unidos y que alinean los incentivos para impulsar este tipo de ajustes.

Por ejemplo, el expresidente Barack Obama, in...

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La política no existe en un vacío; en una democracia verdaderamente representativa, los cambios en la opinión pública impulsan eventualmente cambios en las posiciones tradicionales de los políticos y sus partidos. Esto resulta particularmente evidente durante los periodos electorales como el que está en curso en Estados Unidos y que alinean los incentivos para impulsar este tipo de ajustes.

Por ejemplo, el expresidente Barack Obama, inicialmente cauto a respaldar políticas diseñadas para garantizar los derechos de la comunidad LGBTQ, apoyó abiertamente el matrimonio entre personas del mismo sexo a medida que evolucionaba el sentimiento público alrededor de esta causa. Esta transformación fue impulsada por cambios en las actitudes públicas y un activismo creciente, culminando en el anuncio histórico de Obama en 2012 —año electoral— en apoyo a la igualdad matrimonial. De manera similar, la legalización de la marihuana ha visto cambios significativos, con numerosos estados adoptando leyes más indulgentes a medida que la opinión pública ha favorecido cada vez más la despenalización y el uso medicinal. La llamada guerra contra el crimen también ha visto una evolución, con muchos políticos ahora abogando por la reforma de la justicia penal y alternativas a la encarcelación, reflejando un movimiento más amplio hacia enfoques rehabilitadores.

Ahora, este cambio ocurre con la inmigración. La opinión pública demanda controles fronterizos cada vez más estrictos y una gestión más integral de la inmigración indocumentada, un cambio importante respecto a la postura asociada con las administraciones y los políticos demócratas en Estados Unidos. Este golpe al timón, junto con la inacción sistemática de los republicanos en el Congreso, que han bloqueado cualquier intento de reforma del sistema migratorio, explica por qué el presidente Joe Biden anunció hoy un paquete de acciones ejecutivas consideradas las más restrictivas en materia migratoria para un presidente demócrata.

La decisión de Biden de limitar las solicitudes de asilo y recibir la autoridad para cerrar partes de la frontera cuando sea necesario es una respuesta directa a estas demandas públicas y al estancamiento legislativo. Representa un cambio significativo impulsado por la necesidad de abordar las complejidades de la inmigración actual de una manera que resuene con las preocupaciones del electorado. Es decir, la política sobre migración cambia porque el sentimiento de la nación alrededor de este tema ha empujado ese cambio.

Estados Unidos pasó de ser una nación orgullosa de su identidad migrante a ser un país que aboga por restricciones severas sobre los solicitantes de asilo y el cierre de la frontera con México. Un cambio que puede rastrearse a través de eventos como los atentados del 9/11, la recesión económica de 2010 y la pandemia, que han moldeado la opinión pública en las últimas décadas.

A pesar de que la frontera entre Estados Unidos y México no tuvo relación con los ataques del 9/11, el enfoque resultante en la seguridad nacional llevó a un mayor escrutinio de todas las formas de migración. Este período terminó con el flujo circular de migrantes trabajadores que se movían de un lado a otro de la frontera entre Estados Unidos y México. Al quedar atrapados entre la oportunidad y la necesidad, muchos optaron por quedarse en Estados Unidos y traer a sus familias.

Otro evento que exacerbó aún más los temores y ansiedades que nutren el sentimiento anti inmigrante fue la crisis económica de 2007-2008. A medida que la economía se tambaleaba, muchos estadounidenses enfrentaron desempleo e inestabilidad financiera, lo que llevó a una mayor frustración económica y ansiedades demográficas. Estos sentimientos se tradujeron en un apoyo creciente para políticas migratorias más estrictas, percibidas como una forma de protección de los empleos y recursos nacionales que se estaban “quedando los migrantes”.

La pandemia de Covid-19 añadió otra capa de complejidad, con las restricciones de movimiento, incluidos los viajes y la inmigración. La era del Trumpismo explotó todas estas tendencias, con una retórica nativista y políticas que encontraron eco en una parte significativa del electorado. La administración de Donald Trump promovió la construcción de un muro fronterizo y la implementación de políticas de “cero tolerancia”, que reflejaban la desconfianza y el rechazo profundos hacia los migrantes, deshumanizando y criminalizando su condición.

Estas dinámicas han culminado en un entorno donde las restricciones sobre la inmigración, incluyendo las solicitudes de asilo, se ven como necesarias para la seguridad y el bienestar nacional. La combinación de eventos traumáticos, crisis económicas, y cambios políticos han transformado una nación que presumía de ser un refugio para los desposeídos en una que prioriza el mito de la seguridad fronteriza. Un país en el que el muro en la frontera eclipsa el poema plasmado en la estatua de la libertad. En ese contexto nos dirigimos a una de las elecciones más consecuentes en la historia de la democracia estadounidense, una en la que el electorado coloca a la inmigración al frente de sus prioridades.

Enrique Acevedo es un periodista mexico-estadounidense y conductor del noticiero En Punto de NMás.

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