Congreso, último valladar de Claudia Sheinbaum

El presidente quiere que las elecciones se traten de sus propuestas para reconfigurar por completo los poderes judicial y legislativo, los contrapesos al ejecutivo

Claudia Sheinbaum a su llegada a un mítin electoral, en Tulancingo, Hidalgo.Andrea Murcia (CUARTOSCURO)

El ideario, la campaña y ahora el Congreso de la Unión. El presidente ha puesto con las listas de candidaturas plurinominales el último valladar a Claudia Sheinbaum, que de ganar el 2 de junio tendrá que mostrar que no es una titular del Ejecutivo acotada por decisiones transexenales de AMLO.

Ni cierre de estadista ni discreto ocaso. Andrés Manuel ejerce febrilmente sus últimos meses en Palacio: para que múltiples escándalos no c...

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El ideario, la campaña y ahora el Congreso de la Unión. El presidente ha puesto con las listas de candidaturas plurinominales el último valladar a Claudia Sheinbaum, que de ganar el 2 de junio tendrá que mostrar que no es una titular del Ejecutivo acotada por decisiones transexenales de AMLO.

Ni cierre de estadista ni discreto ocaso. Andrés Manuel ejerce febrilmente sus últimos meses en Palacio: para que múltiples escándalos no consuman su imagen, su legado, se emplea en atacar lo mismo a la prensa que a sus adversarios, y en hacer proselitismo en pos de mayorías constitucionales.

A menos de cien días de los comicios, el tabasqueño se niega a ceder protagonismo e iniciativa a su candidata. Sin empacho y al ponerse en el centro de una elección que él ve básicamente como un referéndum, este hombre dice que la mujer que podría sucederlo tiene sus mismas ideas.

Y para que las cosas no queden en pura retórica, Sheinbaum recibió el 5 de febrero el encargo de hacer campaña con 20 reformas que el propio López Obrador podría hacer publicar en el primer mes de la nueva legislatura, en los últimos 30 días de su mandato. O antes, si tiene los votos.

La candidata de Morena hará proselitismo en un campo minado. Los duros del lopezobradorismo se asumen vigías de la pureza del movimiento, y no quieren desviaciones que se traduzcan en moderación, y qué decir en eventual cambio del rumbo tomado en el sexenio que concluye.

El “Proyecto de Nación 2024-30″ que le entregaron en septiembre, cuando la exjefa de gobierno se hizo de la candidatura morenista, no duerme el sueño de los justos. Sus redactores velarán a fin de que lo ahí planteado, un giro más radical de lo visto hasta hoy, sea incorporado por la eventual presidenta.

Consciente de que las elecciones son para ir por los más votos posibles, Claudia se planteó crear un documento propio, que fuera muestra de lo genuino de su intento por relacionarse con sectores más allá de Morena, y señal de que entiende que rumbo al futuro el país necesita revisar el libreto.

A pesar de que el 5 de febrero parecieron quedarse sin oxígeno, los trabajos del colectivo claudista han seguido. Mas es innegable que sobre ellos se ha posado la duda de si no se trata de un ejercicio estéril, destinado a llenar cuartillas que no tienen más destino que acumular polvo en una gaveta.

Dos meses después de anunciarse esos foros, en los que lucen marginales aquellos que representan el ala dura del lopezobradorismo, López Obrador formalizó en Palacio Nacional su anuncio de 20 reformas, paquete legislativo que no solo desguanza el gobierno como lo conocemos, sino la campaña.

El presidente quiere que las elecciones se traten de sus propuestas para reconfigurar por completo los poderes judicial y legislativo, los contrapesos al ejecutivo, la organización de las elecciones, la militarización permanente de la seguridad pública y también una revisión a las pensiones para los más pobres.

El proyecto país que llevan a cabo en el cuartel de Sheinbaum o se ajusta al esquema propuesto por AMLO el 5 de febrero o planteará una ruta a un lugar inexistente. Es el mundo al revés pero es el mundo que le gusta al líder de la candidata: él ya tiene la solución, aunque ella aún preparaba el diagnóstico.

El viernes, cuando esa campaña inicie, correrá sobre rieles que puso el presidente, que también definió los contenidos inevitablemente obligatorios para las y los candidatos de Morena, y el objetivo único: descontada como está, según ellos, la victoria presidencial, van por el Congreso de la Unión.

López Obrador ha diseñado unas bancadas en donde él gravitará mucho más allá del 1 de octubre de 2024, la fecha de su fin como presidente de la República. Aunque hay premios de consolación para los derrotados de las contiendas internas, se privilegia a los más cercanos a Andrés Manuel.

Quien en este sexenio fuera el único secretario de Gobernación digno de ser llamado así, Adán Augusto López, encabeza el listado plurinominal para el Senado. No ganó ese privilegio ni en las encuestas ni en la actitud —siempre regateando su adhesión a Sheinbaum— luego de que fuera derrotado.

Pero es el “primo hermano” del actual presidente, y el perfil que podría hacerse de la coordinación de la Cámara Alta. López Hernández es compensado de más porque su amigo el presidente, y no la candidata, fue el factor para la definición de las listas.

Adán Augusto será pues un garante más de la continuidad del “lopezobradorismo a la López Obrador”. Y así como él, con otros matices, hay otros.

De ganar la presidencia, Sheinbaum tendrá en el Senado a quien, en una hiperadelantada sucesión, declara que buscará ser presidente en 2030. Marcelo Ebrard llega a la llamada cámara alta para trabajar por él, más que para ella. Así le pagan a ésta todo lo que hizo para que aquél no se fuera.

Ebrard declaró esta semana a la radio la importancia que podría tener el siguiente Senado. Y aunque ejemplificó con el eventual triunfo de Trump o la programada revisión del T-MEC, el excanciller también está diciendo algo revelador: el Congreso pesará, a diferencia de hoy.

¿Será que en Morena ven en riesgos las mayorías legislativas? ¿O será que los personajes de las nuevas bancadas de López Obrador asumen que retirado éste en Palenque quien porte la banda presidencial no tendrá sobre los legisladores morenistas el mismo ascendente que hoy?

Qué buena noticia sería para México que a partir de septiembre en el Congreso de la Unión se reactivara la política, se asumieran unas y otras, unos y otros, como representantes populares obligados a negociar las mejores alternativas, de leyes y de supervisión, para los problemas del país.

Es demasiado temprano para soñar. La realidad es que lo más probable es que la bancada de Morena y aliados, con no escasas posibilidades de retener algo parecido a lo que tienen hoy, incluso en el escenario de no crecer estarán más abocados a resistir cambios que a buscar alternativas.

En cualquier caso se abre otra interrogante. Con los personajes que López Obrador ha perfilado para las cámaras, ¿quién será la mujer o el hombre que la eventual presidenta Claudia Sheinbaum ponga en la secretaría de Gobernación para hablarse al tú por tú con Adán, Marcelo, Ricardo, Noroña?

Claro que el interlocutor que despache en Bucareli tendría el respaldo de la presidenta, pero ¿tendrá la fuerza y el oficio para que si se tienen que modificar o cancelar lo que hoy se dice es hoja de ruta, no haya resistencias?

Puestos a pergeñar escenarios: qué conviene más a la presidenta Claudia Sheinbaum, unas escuálidas bancadas oficialistas, mermadas por falta de resultados de López Obrador, o unas rebosantes, incluso con capacidad para cambios constitucionales, que sean vistas como ratificación de AMLO.

En la campaña y tras un eventual triunfo, Sheinbaum ha de pasar de delfín a líder indiscutible del movimiento, con autonomía para maniobrar su propia interpretación del ideario morenista, y con la fuerza para que nadie dude de que en las cámaras manda ella, y no quien diseñó este nuevo valladar.



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