Sheinbaum cierra una campaña con tintes presidenciales y Gálvez apura su pelea por los votos de Movimiento Ciudadano
La candidata oficialista da por hecho su triunfo ante una multitud en el Zócalo; la aspirante de la oposición apela en Monterrey al voto útil para convencer a los seguidores de Álvarez Máynez
Punto y final. Los últimos mítines en México han echado el cierre a una campaña de tres meses que deja como foto general a una candidata confiada y a otra apurando hasta el último instante. A dos pasos del Palacio Nacional, ondeando la bandera de México, una Claudia Sheinbaum muy institucional ha prometido gobernar para todos, los suyos y los que tienen otras preferencias y “guardar el legado del presidente López Obrador”. Sin medirse en fuerzas con u...
Punto y final. Los últimos mítines en México han echado el cierre a una campaña de tres meses que deja como foto general a una candidata confiada y a otra apurando hasta el último instante. A dos pasos del Palacio Nacional, ondeando la bandera de México, una Claudia Sheinbaum muy institucional ha prometido gobernar para todos, los suyos y los que tienen otras preferencias y “guardar el legado del presidente López Obrador”. Sin medirse en fuerzas con un Zócalo lleno, Xóchitl Gálvez ha optado por cerrar en Monterrey, la capital de Nuevo León, el norte próspero e industrializado, una de las plazas más robustas de Movimiento Ciudadano, de centroizquierda y que lidera Jorge Álvarez Máynez. Su discurso se ha centrado en criticar a este partido, aprovechando los últimos minutos para arrebatar un voto útil que la propulse de aquí al domingo. La campaña acaba como empezó: la oposición blandiendo la idea de un México sin miedo y con la seguridad ciudadana como prioridad, en un país que en los últimos días no ha dejado de enterrar candidatos derribados a tiros, así como la defensa de la democracia. Pero Morena no está dispuesta a ceder esa bandera. Sheinbaum ha recordado la lucha por la democracia de su partido, al que ha declarado “heredero de Benito Juárez [presidente de México entre 1858 y 1872]”.
Los mítines finales dejaban entrever el estado de ánimo de ambas campañas a tres días de las elecciones. El de Sheinbaum fue un baño de multitudes en el corazón de México, “el corazón del obradorismo”, dijo. Ante más de medio millón de personas, según los datos de las autoridades locales, el discurso de la candidata tomó por momentos un tono de toma de posesión: “Me comprometo a gobernar con humildad y profunda responsabilidad, a entregar mi alma, mi vida y lo mejor de mí misma para el bienestar de México y la dignidad de la República”. El de Gálvez, sin embargo, lució más desdibujado, con la aspirante parada en el escenario esperando a que concluyera el candidato a alcalde de Monterrey. Cuando habló ella fue este quien parecía estar orbitando a su alrededor, en una puesta en escena desangelada. Así, mientras Sheinbaum se comprometía a “ser una buena presidenta a la altura de la generosidad y la grandeza de la historia” de México, Gálvez tomaba un avión para concluir la campaña en su pueblo, Tepatepec (Hidalgo), en un ambiente doméstico, sencillo, en su casa familiar: “En este lugar de piedras y arcilla nací”, les dijo. Apelaba a sus orígenes humildes, desde los que partió para hacerse a sí misma, una de las piedras angulares de su lucha por la presidencia. “Yo soy la niña de Tepa, la que se fue a la ciudad con una mano delante y la otra atrás. Vuelvo al hogar, con mi pueblo”, les pidió el voto, “para servir a la patria”. Fue el momento más emotivo, seguramente, de su carrera a lo más alto de la República.
Campaña agotadora
La campaña en México no puede ser más que agotadora. 1,9 millones de kilómetros cuadrados que las candidatas han recorrido calle a calle, ciudad a ciudad, Estado por Estado. La una centrada en un mensaje antiobradorista que ponga coto al “deterioro institucional que amenaza la democracia misma”, ha repetido; la otra enfocada en consolidar las medidas puestas en marcha en este sexenio, exhibiendo el prometedor futuro económico que se otea en el horizonte más cercano, con una moneda fuerte, las inversiones extranjeras y las remesas que envían los migrantes a sus familias marcando récord, las exportaciones viento en popa y la deslocalización de las empresas estadounidenses aventurando una pléyade de empleos. Y ambas prometiendo las mismas ayudas sociales o más que se han venido repartiendo en este mandato, que alcanzan al 70% de las familias. El combate a la pobreza y la seguridad como ejes prioritarios.
Las últimas semanas, los broncos debates televisados entre las candidatas hicieron emerger la figura de Jorge Álvarez Máynez, candidato de Movimiento Ciudadano, como una tercera vía que ha ido consolidando un suelo de seguidores nada desdeñable al que el resto de la oposición (PAN, PRI y PRD) mira con inquietud. Los llamados a que declinara en favor de Xóchitl, por el bien de México, dijeron, quedaron en saco roto. Máynez ha resistido y los resultados de su paso incansable por las universidades del país y su discurso en pro de la infancia y los jóvenes pueden ser una de las sorpresas de este 2 de junio. Lo que ocurra cuando se abran las urnas configurará un nuevo escenario de partidos en México.
La campaña ha estado atravesada por las balas. Más de 30 candidatos muertos cuentan ya algunas organizaciones, y son centenares los atacados y los que han optado por renunciar ante amenazas ciertas de muerte. El INE ha decidido prescindir de 96 casillas de votación por cuestiones de seguridad. Están afectados por ello unos 57.000 electores, a los que se tratará de reubicar en otros lugares para que ejerzan su derecho al sufragio. La violencia es el principal problema de México, con alrededor de 30.000 muertos al año, que en tiempo electoral se hace más patente si cabe.
El cierre de campaña ha dejado una foto repetida, la de Morena, como un partido unido, monolítico, alrededor de su candidata en el escenario, mientras que la oposición presentaba a Xóchitl Gálvez sola en el escenario, agradeciendo a los líderes y sus partidos los apoyos recibidos, pero sin hacerse acompañar por ellos. Sola ante la multitud, haciendo valer su figura por encima de los colores que representa. En el “Zócalo de la victoria”, como lo denominó Claudia Sheinbaum, y a donde convocó a todos para celebrar su triunfo el 2 de junio, la candidata fue precedida por las palabras de Clara Brugada, aspirante a la gubernatura de Ciudad de México, el territorio más en entredicho. Brugada abrazó en su discurso las figuras de López Obrador y de Sheinbaum. Sin embargo, el candidato de la oposición para la capital, el panista Santiago Taboada, cerró solo en el Ángel de la Independencia, el mismo sitio en que coronaron a Gálvez para abanderar la causa contra Morena, muchos meses atrás. Los resultados en la ciudad serán otros de los más esperados la noche del domingo.
La campaña ha tenido a dos mujeres por primera vez con aspiraciones reales de gobernar, y una de ellas se sentará en el sillón presidencial. Gálvez ha tratado en este periodo de descolocar a Sheinbaum tachándola de “mujer de hielo” que no se conmueve con el dolor de México, de mentirosa e incluso de narcocandidata, pero nada de ello ha sido suficiente para sacar a la oficialista de su carril en esta carrera. Sheinbaum, convencida de su ventaja, ha preferido mantenerse fiel a su estilo comedido, austero, monótono incluso, en ocasiones. Instalada en la ventaja, no ha querido arriesgarse con ella. Su cierre de campaña llamó de nuevo a la puerta de López Obrador, a la izquierda y a los pobres como las velas que deben guiar su barco. Tocan ya tres días de silencio para los candidatos y uno más, el domingo, en el que el pueblo mexicano está llamado a hablar con claridad.
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