López Obrador se abre al mundo en el foro Asia Pacífico
El mandatario mexicano inicia su participación en la cumbre de Cooperación Económica, donde mantendrá reuniones bilaterales con los presidentes de China, Estados Unidos y Canadá
San Francisco se ha empeñado en mostrar su mejor rostro. Los líderes mundiales de 21 países que han llegado al centro de la ciudad para el Foro de Cooperación Económica Asia Pacífico (APEC) se han encontrado una versión más limpia y amable. Esta edición light deja ver también las tensiones que ha provocado en la ciudad la cita más relevante en siete décadas. Este miércoles, grupos se manifestaban en favor de un Taiwán independiente. Decenas de integrantes de la secta china Falun Gong protestaban contra...
San Francisco se ha empeñado en mostrar su mejor rostro. Los líderes mundiales de 21 países que han llegado al centro de la ciudad para el Foro de Cooperación Económica Asia Pacífico (APEC) se han encontrado una versión más limpia y amable. Esta edición light deja ver también las tensiones que ha provocado en la ciudad la cita más relevante en siete décadas. Este miércoles, grupos se manifestaban en favor de un Taiwán independiente. Decenas de integrantes de la secta china Falun Gong protestaban contra la presencia del mandatario chino Xi Jinping. Otros daban la bienvenida al dirigente del Partido Comunista ondeando banderas rojas. Xi se ha reunido por dos horas con Joe Biden en una muestra de acercamiento de las potencias más grandes del mundo.
A esta ciudad en ebullición llega esta tarde Andrés Manuel López Obrador. El presidente mexicano ha reducido su exposición en foros internacionales como este, donde era representado por la Cancillería. Prefiere ser anfitrión que visitante, como mostró en octubre con una cumbre en la que quiso posicionarse como mediador de Cuba con EE UU. Sin embargo, en su quinto año de Gobierno, a punto de concluir su mandato, el mandatario se abrió al mundo. Este es su tercer viaje al extranjero desde septiembre para reunirse con homólogos internacionales.
López Obrador se entrevistará la mañana del jueves con Xi Jinping. A las 13.00 celebrará un encuentro con el primer ministro japonés, Fumio Kishida. Por la tarde tendrá una reunión bilateral con el canadiense, Justin Trudeau. El viernes, antes de la clausura del foro, cerrará su participación en la cita internacional con un encuentro con el presidente Biden, el cuarto de su presidencia. Ambos mandatarios de América del Norte coincidieron por última vez en una cumbre regional celebrada en enero de este año en Ciudad de México.
Unas manzanas más allá del impresionante dispositivo de seguridad que la Administración Biden ha puesto en marcha en la zona de Union Square puede verse el rostro más problemático de esta ciudad. Personas sin hogar divagan a metros de los puntos de entrada a la cumbre. Algunos están tirados en el suelo. A su lado hay pipas de droga o pequeñas bolsas con sustancias sospechosas. Aquí se percibe con claridad los destrozos que el fentanilo ha causado. No solo en este lado de la frontera, sino también en las ciudades mexicanas pegadas a ella. Cumbres como esta deben mostrar que pueden cambiar una realidad que este año dejará, tan solo en San Francisco, más de 800 muertes por sobredosis.
El potente opiáceo sintético no es el único asunto a tratar, pero se ha colado entre otros temas urgentes como el cambio climático, la inteligencia artificial y la recuperación económica. El combate al fentanilo será inevitable en el encuentro entre Xi y López Obrador, quienes encabezan las dos naciones que inundan a Estados Unidos con fentanilo, de acuerdo con Washington. El mandatario mexicano ha afirmado con insistencia que en México no se fabrica, pero los carteles de la droga locales auxilian en su tráfico al norte.
Otro tema inevitable para el presidente mexicano, sobre todo en su reunión con Biden, será la migración. Es, de hecho, el único asunto del que se habla explícitamente en un boletín emitido el lunes por la Casa Blanca. Una delegación encabezada por Antony Blinken, el jefe de la diplomacia estadounidense, visitó la capital mexicana en octubre para celebrar una reunión enrarecida tras el anuncio de Washington de una ampliación de algo más de 30 kilómetros del muro fronterizo. Fue también la primera vez que se trató la migración como un asunto de seguridad nacional entre ambos gobiernos.
Una opinión casi unánime en Estados Unidos indica que la frontera con México está hundida en el caos. La línea ha dejado el mayor número de cruces ilegales en cuatro años. Octubre dio un respiro a las autoridades migratorias, pues se registró una caída en los números de personas detenidas en la línea. El mes pasado dejó 188.000 detenciones en la zona, mientras que en septiembre habían sido 218.000. Los números de octubre rompieron una tendencia de tres meses de aumentos en la zona, que vio a los venezolanos convertirse en el primer grupo migratorio, superando por primera vez a los mexicanos. En respuesta, el Gobierno de Biden reactivó las deportaciones masivas a Caracas a pesar de las nulas relaciones diplomáticas que mantiene con el régimen de Nicolás Maduro.
El 23 de octubre, López Obrador adelantó que planteará a Biden la posibilidad de retomar los contactos diplomáticos con Cuba y normalizar así la relación entre Washington y la isla. “Que Estados Unidos abra el diálogo”, señaló el mexicano, quien busca que Estados Unidos levante las sanciones económicas a La Habana. “Ojalá se inicie lo más pronto posible, por razones humanitarias. Hay una condena de todos los países del mundo, en cada asamblea de la ONU, la mayoría vota porque se quite el bloqueo”, dijo entonces.
Sus declaraciones se hicieron después de que organizara una cumbre en Palenque (Chiapas) con diez países de la región para atender la crisis migratoria. En esta destacaron como invitados el cubano Miguel Díaz-Canel y el venezolano Nicolás Maduro. México buscó una jugada a dos bandas: afianzarse como el interlocutor de Washington con Caracas y La Habana y relanzar su liderazgo en Latinoamérica. López Obrador, sin embargo, desaprovechó una ocasión para afianzarse en ese papel al desairar la Alianza para la Prosperidad Económica de las Américas celebrada el 3 de noviembre en la Casa Blanca.
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