Los drones del narco: vigilancia, moda y símbolo de estatus
Expertos consultados por EL PAÍS analizan el rol de los vehículos aéreos no tripulados que utilizan los carteles en México
Son narcos, pero sobre todo son adolescentes y jóvenes sin mucho que hacer. Niños grandes de un entorno rural como Michoacán donde los días se suceden sin apenas cambios: hoy es igual que ayer y mañana será más de lo mismo. La vida en un grupo criminal está salpicada con momentos de violencia y adrenalina. Y probablemente en cuatro o cinco años muchos habrán muerto en una balacera con la policía o un comando rival. Pero, aparte de esos episodios puntuales, para ellos el presente es una rutina poco estimulante que no les aporta la emoción que prometen los corridos ni el glamour de las series de...
Son narcos, pero sobre todo son adolescentes y jóvenes sin mucho que hacer. Niños grandes de un entorno rural como Michoacán donde los días se suceden sin apenas cambios: hoy es igual que ayer y mañana será más de lo mismo. La vida en un grupo criminal está salpicada con momentos de violencia y adrenalina. Y probablemente en cuatro o cinco años muchos habrán muerto en una balacera con la policía o un comando rival. Pero, aparte de esos episodios puntuales, para ellos el presente es una rutina poco estimulante que no les aporta la emoción que prometen los corridos ni el glamour de las series de Netflix. Se aburren. Como cualquier joven de pueblo en cualquier parte del mundo, sintetiza Romain Le Cour, que pasó muchas de esas tardes de calor sin nada que hacer con jóvenes pertenecientes a carteles. La diferencia es que ellos tienen acceso a armas de fuego. Y para matar el aburrimiento, dejar claro su estatus y demostrar quién manda, las usan. El último juguete de moda es el dron.
“Hay que imaginar un contexto de varones que tienen entre 15 y 30 años, hombres de rancho, ámbitos rurales que en su tarea de sicario se aburren, fuman porros, usan drogas, toman alcohol… el 95% de los días no pasa nada, hay un aburrimiento masculino muy universal”, señala Le Cour, que realizó una investigación profunda sobre la violencia en Michoacán. “El dron se convierte en una herramienta divertida. Es eso, y después todo lo demás”. Todo lo demás: de acuerdo con los expertos consultados para este reportaje, el principal uso práctico para el que los grupos criminales emplean los drones es la vigilancia —permite controlar los movimientos de la policía y los rivales, observar territorios remotos y de difícil acceso como bosques o montañas y es difícil de derribar—. También se utiliza para transportar pequeñas cantidades de droga. Y, en ocasiones puntuales, para realizar ataques.
Hace una semana, se hizo viral un video tomado desde un dron del Cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG) en el que se veía cómo el vehículo aéreo no tripulado soltaba varias bombas sobre Tepalcatepec, un municipio del Estado de Michoacán especialmente golpeado por la violencia de este grupo criminal. Desde hace un par de años, este tipo de agresiones suceden cada ciertos meses en la región. La tendencia es preocupante, reconoce Le Cour, coordinador del programa de seguridad de México Evalúa y doctor en Ciencias Políticas de la Universidad de la Sorbona. “Hay un cambio en el panorama, pero la gran pregunta es, ¿para qué sirve todo esto? Yo creo que estratégicamente, si lo comparas con los niveles de violencia de Michoacán, es una herramienta más dentro de un abanico que va desde el homicidio al desplazamiento forzado, la tortura o extorsiones”.
La violencia no se acaba en Michoacán
Michoacán fue el tercer Estado del país con más asesinatos en 2021: 2.732 registrados, de acuerdo con la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana. En la región se disputa desde hace años una batalla por el control de la plaza entre distintos carteles rivales, entre los que destaca el CJNG, aunque también pelean por su parte del pastel Cárteles Unidos o comandos residuales de La Familia Michoacana y Caballeros Templarios, entre otros, así como grupos de autodefensa locales. “Si los drones mataron a cinco personas en el último año en Michoacán es mucho. No niego que sea preocupante el uso de drones, pero si lo comparas con los miles de personas que murieron en el Estado, en términos de violencia el impacto todavía es limitado”, añade Le Cour.
Con el investigador coincide Cecilia Farfán Méndez, jefa de seguridad en el Centro de Estudios México-Estados Unidos de la Universidad de California San Diego, especializada en violencia: “Si bien es posible que veamos más drones en un futuro, no me parece que sea un parte aguas en cómo operan [los cárteles]. Yo lo que veo interesante es que lo estén comunicando, que hagan público el video. Hay una intención de que eso se vea. Es muy glamuroso y escandaloso tener un video desde un dron. Pero que esto tenga implicaciones importantes respecto a qué vamos a ver en un futuro no es tan claro”.
“Lo que preocupa es que ahora tenemos datos duros que nos muestran que la población piensa que los grupos de crimen organizado tienen más capacidad de fuego que las Fuerzas Armadas mexicanas, y eso es incorrecto”, añade Farfán Méndez. De hecho, los que utiliza el narco no son drones diseñados para el combate. Al contrario, son modelos comerciales que cualquiera con el suficiente dinero puede comprar en internet (en un vistazo rápido a la web se ve que hay ejemplares por unos pocos cientos de dólares). Después, no es difícil añadirles un gancho que se controla remotamente desde el teléfono móvil, al que se le añade la bomba y se suelta sobre el objetivo en cuestión. Los proyectiles recuerdan a un volante de bádminton: se pega con cinta aislante el explosivo a un vaso de plástico que funciona como una especie de paracaídas.
El dron usado para bombardear Tepalcatepec encaja en esta categoría. Incluso los explosivos que emplearon son de elaboración casera. “Pareciera C4 por el volumen de la explosión, pero no es difícil fabricar explosivos caseros teniendo acceso a químicos de laboratorio de drogas”, considera el analista en la utilización de la fuerza pública Daniel Gómez-Tagle. “Es importante señalar que no cualquiera puede fabricarlos. Conocer la fórmula no significa saber hacerlos, no son sicarios sin educación, es gente que entiende física y química por lo menos a un nivel intermedio. Son dispositivos que han sido sofisticados desde hace algún tiempo, ya sea por pruebas o por diseño especializado”, concluye el experto.
Aunque se suele considerar que el uso de drones es exclusivo del CJNG, un experto en la materia que prefiere conservar el anonimato asegura que, por lo menos en Michoacán, su uso ya se ha extendido a otros carteles. Este Estado es en el que mayoritariamente se ha documentado la utilización de estos dispositivos, aunque grupos criminales de todo el país empiezan a emplearlo. Le Cour afirma incluso que para que los jóvenes aprendan a manejar los vehículos no tripulados, se contratan instructores.
Pero el uso que el narco le da a los drones tiene mucho de truco, artificio y propaganda considera Chris Dalby, jefe de redacción en Insight Crime, un portal de investigación especializado en crimen organizado. “El CJNG siempre trata de llamar la atención, ya sea en desfiles como el del año pasado, revelando sus rostros o con drones. El Cartel de Jalisco entiende muy bien la eficacia del marketing. Pero es una forma ineficiente de matar, comparado con armas de fuego convencionales o explosivos. El uso de los drones no es abundante, aunque se esté incrementando. Sin embargo, para la gente que estuvo allí en Tepalcatepec, ser bombardeados desde el aire tiene un efecto traumático. Localmente, en las áreas en las que son usados, pueden ser un arma de intimidación muy eficiente”.
Moda, estatus y poder
“El uso de drones es absolutamente un elemento de poder y estatus”, sentencia Dalby. Y Le Cour lo corrobora: “Es un símbolo muy fuerte de que tienes dinero, y hay mucho dinero en Michoacán. Es un territorio en el que hay muchos recursos que vienen de la economía ilegal, pero también de la economía formal. Las producciones de aguacate y limón de la región generan millones de dólares. Son categorías de población, tanto en el sector legal como ilegal, que tienen un poder adquisitivo muy fuerte. Esto general un caldo de cultivo que cruza lo licito y lo ilícito, y que en el caso de los grupos criminales crea un contexto y prácticas de violencia muy particulares, que no se ven en otros estados de la república”.
En el conjunto de la sociedad, el dron es un producto de consumo que está de moda. Entre 2016 y 2019 el número de vehículos aéreos no tripulados que se registraron en México sufrió un incremento del 2.000%, de acuerdo con el portal Statista. Y se espera que esa cifra se multiplique. Se está convirtiendo en una herramienta de ocio cada vez más usada. “Hay algo lúdico, mucha gente lo usa incluso en un contexto rural porque es una herramienta que te permite monitorear tu rancho, supervisar obras...”, amplía Le Cour. Y los narcos no escapan a las dinámicas del mercado. Además, ”el dron se integra a la moda de tráfico de armas. Hace 15 años se llevaba parecer ranchero. Ahora la moda de los grupos, por lo menos en Michoacán, es parecerse a las fuerzas especiales, como lo introdujeron los Zetas en la época: botas, armas de alto calibre, kevlar [chalecos antibalas], uniformes...”.
Los drones se han convertido en una herramienta con muchas aristas para el narco. Además de su empleo estratégico, táctico y militar, que puede tener consecuencias tan graves como las vistas en el bombardeo a Tepalcatepec, está esa parte “más simbólica, lúdica, propagandista, de marketing”, apunta Le Cour. “Puedo entender honestamente que el hecho de soltar una bomba con un dron, grabarlo y publicarlo tiene algo de videojuego. Es muy atractivo y sexy en términos de contenido de propaganda. No solamente te permite mandar un mensaje al grupo enemigo; si tú hiciste el video, eres un chingón. Y eso vale muchísimo”.
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