Diego Fernández de Cevallos: “Tengo muchas cosas de qué arrepentirme, pero nada de qué avergonzarme”
El líder de la derecha mexicana repasa su intensa vida política, el papel del PAN en la 4T o el nuevo rol del Ejército en el Gobierno de López Obrador. “A los militares sabes cuando los sacas de los cuarteles, pero no cuando los metes”.
Sus padres lo concibieron a él y al Partido Acción Nacional (PAN) al mismo tiempo y casi desde entonces forma parte de la vida política mexicana como símbolo de la derecha. Hijo de un fundador del PAN y tercero de 15 hermanos, nació hace 80 años en la Ciudad de México aunque es en Querétaro donde tiene su rancho y sigue montando a caballo. Se licenció en Derecho en la UNAM en 1964 y ha compaginado su trabajo de abogado con la política. Desde entonces se ha desempeñado como un actor duro y beligerante envuelto en todas la polémicas ...
Sus padres lo concibieron a él y al Partido Acción Nacional (PAN) al mismo tiempo y casi desde entonces forma parte de la vida política mexicana como símbolo de la derecha. Hijo de un fundador del PAN y tercero de 15 hermanos, nació hace 80 años en la Ciudad de México aunque es en Querétaro donde tiene su rancho y sigue montando a caballo. Se licenció en Derecho en la UNAM en 1964 y ha compaginado su trabajo de abogado con la política. Desde entonces se ha desempeñado como un actor duro y beligerante envuelto en todas la polémicas posibles, desde la quema de boletas en 1988 a los papeles de Ahumada. Ha sido diputado, senador y candidato presidencial en 1994 frente a Zedillo y Cárdenas cuando protagonizaron el primer debate televisivo de la historia del país. En una entrevista con EL PAÍS en su despacho admite que ha vivido “con mucha intensidad” y que “aborrece” a López Obrador, pero haría todo lo posible para que nunca “lo apuñalaran por la espalda”.
Pregunta. Por empezar por el final, ¿qué opina de la renuncia de Santiago Nieto?
Respuesta. En el pecado llevan la penitencia, porque se creyó a este rufián. Hasta donde se sabe, Santiago no cometió ilegalidad, pero sí lo ha considerado una inmoralidad López Obrador, que es un pobre hombre y monje moralista.
P. La 4T no perdona la ostentación.
R. En efecto, le ha dado buena imagen, ante sus fieles, no aceptar lo que él considere ostentación en la conducta pública de sus funcionarios, aunque muchos sean multimillonarios y sigan cometiendo tracaladas. Este es un gobernante que se baña de autoridad moral y da clases al mundo de cómo han de resolverse todo tipo de calamidades, aunque las de México crezcan día con día.
P. Hablando de clases al mundo, esta semana López Obrador propuso un proyecto de “fraternidad mundial” en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.
R. Es un discurso de cura, pero de parroquia pobre, ni siquiera de catedral. Este bribón quiere explicar al mundo cómo combatir la inseguridad cuando nunca antes habíamos tenido tantos asesinatos. Cree que todo el mundo debe estar a sus pies y el que no hace su voluntad es corrupto, malvado o neoliberal. No tolera ciudadanos, exige fieles con “lealtad ciega”, quien no se postra a sus pies es corrupto, malvado y neoliberal. De miles de casos recientes, tomemos el de las medicamentos: durante tres años negó el desabasto y dijo que las denuncias eran una campaña perversa contra su gobierno, mientras morían enfermos por falta de medicinas. De repente, simula gran indignación, da un manotazo y dice que no soporta más el desabasto. Es el Tartufo de Molière, un hombre mentiroso, embustero, simulador, corrupto. Y digo Tartufo porque es menos fuerte que rufián.
P. ¿Qué le parece el nombramiento de Pablo Gómez?
R. Conozco a Pablo Gómez desde hace más de 50 años y lo considero un hombre inteligente y experimentado en la política, que es congruente con sus ideas y sabe dialogar y polemizar; tenemos diferencias sustanciales, ideológicas y programáticas, pero lo tengo por un hombre bien intencionado. No tiene capacidad probada en lo que se refiere a su nuevo cargo, pero entiendo que estará al frente de un equipo amplio y profesional. Deseo que le vaya bien y que sirva a México, no a una pandilla.
P. Gómez tiene 75 años, en este gabinete la edad es un activo, usted tendría sitio preferencial.
R. Hombre (risas), yo sería un chaval en ese deshuesadero de sinvergüenzas.
P. ¿Le reconoce algo positivo a este gobierno?
R. Sí, claro. En todos los gobiernos hay bueno y malo. En este, su discurso tiene mucho de positivo, como eso de que “por el bien de todos, primero los pobres”. Lo raquítico y contradictorio está en los hechos, que no se compadecen con su narrativa. Sin embargo, debe reconocerse, por ejemplo, que ha mantenido cierto equilibrio en las finanzas públicas, aunque ha dilapidado los multimillonarios ahorros que recibió de los “malditos gobiernos neoliberales”. Frente a él está la oposición de varios partidos, algo atolondrada, que arrastra muchos lastres, que se está tratando de reincorporar y que da una pelea en condiciones, de momento, desfavorables.
P. ¿Cómo ve el estado actual de su partido, el PAN, da la impresión de que sigue en la lona?
R. No lo veo en la lona, sino tratando de superar problemas endógenos y exógenos, pero destaco la participación de las talentosas mujeres panistas que ocupan sus lugares merecidamente y no por simple razón de sexo. Además, la oposición al gobierno no se circunscribe a PAN, PRI, PRD y MC, está en la conciencia de millones de mexicanos, pocos de ellos afiliados a los partidos. La oposición al gobierno es multitudinaria, mucho más poderosa que los partidos y está en la sociedad.
Los partidos aquí y en todas partes están justificadamente devaluados. Pero los políticos y gobernantes no llegamos de Marte, somos, también, producto de una sociedad enferma que tolera la mentira y el engaño. Y, en ese paisaje, pocas voces se levantan con valor, y muchos siguen apostando a éste u otro caudillo que nos regalará el paraíso. Siempre, como súbditos, esperando al Redentor en vez de fortalecer nuestras instituciones y de asumirnos como auténticos ciudadanos. Este gobierno está sostenido por el Ejército, el narcotráfico y el despilfarro del erario.
P. En general, la derecha parece desubicada.
R. En estos tiempos hablar de izquierdas y derechas es algo difuso, confuso y anacrónico. Por ejemplo: el porro y fósil universitario, que se definía como “luchador social”, se opuso con todas sus fuerzas al Tratado de Libre Comercio y ahora lo suscribió con gran alharaca. Dijo que desaparecería al Ejército, porque era instrumento de la derecha para masacrar al pueblo, y ahora lo tiene, con dinero ilimitado, en todo tipo de actividades por absurdas que sean. Todas las tareas de este gobierno están en manos de militares o bajo su escrutinio.
P. ¿Le preocupa el nuevo papel del Ejército?
R. Sí, claro. Las Fuerzas Armadas me merecen respeto y gratitud, pero no se debe jugar con ellas, y este gobierno lo hace en doble partida: por una parte, dispone de ellas para todo tipo de tareas y con ilimitados recursos públicos para construir, administrar y vigilar todo; por la otra, somete a la tropa y sus oficiales a todo tipo de humillaciones, que van desde escupitajos, pedreas, corretizas, hasta ser emboscados, torturados y muertos en una lucha desigual, en las que a ellos les corresponde apostar por los abrazos y a los delincuentes disparar la metralla de balazos. En un contexto de putrefacción política, violencia, devastación económica y grave desorden social, el ejército puede llegar a tomar decisiones y asumir tareas que corresponden a las autoridades civiles. Los militares salen de sus cuarteles fácilmente, lo difícil es que regresen.
P. Siempre aparece su nombre como salvapatrias entre la derecha.
R. ¡Cómo estará el pobre México para que volteen hacia mí! No, yo estoy en la última y ya breve etapa de mi vida, ciertamente en la trinchera de siempre, pero mi deber no es, ni ha sido, promoverme para ocupar cargos y recibir reconocimientos, sino para tratar de sacudir principalmente a los jóvenes, para participar limpiamente en las cuestiones públicas. México es un país de jóvenes, y es de criminales obstruirles su paso y su futuro. Lo que he sido seguiré siendo; por supuesto que tengo mucho de qué arrepentirme, pero nada de qué avergonzarme.
P. También su nombre aparece detrás de todas las conspiraciones.
R. Por qué son idiotas. No puede conspirar quien no tiene nada escondido. Punto. Cuando fui diputado y senador, los únicos cargos públicos que he tenido” nunca hacía “declaraciones patrimoniales, sino ostentaciones patrimoniales”. Mis propiedades están ahí porque no las he robado, y todo el mundo sabe que las he ganado fuera de la política, en mi trabajo como abogado. Si no hubiera sido político sería uno de los hombres más ricos del mundo, aunque tal vez sólo en lo económico.
P. ¿Le gusta lo de Jefe Diego?
R. Ni me va ni me viene. El origen está en la etapa en la que era coordinador del Senado. Tenía muy buenos compañeros, como Juan de Dios Castro, Felipe Calderón, Fernando Gómez Mont…Era un grupo muy pesado en la Cámara y a mí me tocaba coordinarlos.
P. Hablando de conspiraciones ¿cuánto hay de mito y de realidad en el Yunque?
R. Pues si no son el diablo, huelen a azufre. Lo cierto es que existen, y se les conoce, justa o injustamente, como de “extrema derecha católica”. Están en su derecho de vivir esa vida pero no conozco la nómina de sus integrantes ni formo parte de ella. No puedo interactuar con una organización oculta.
P. Dice Wikipedia que se hizo del PAN en 1959.
R. No, mucho antes, antes de tener 18 años, al mismo tiempo que se fundó el Partido Acción Nacional (PAN) fui engendrado por mis padres. Nacimos casi al mismo tiempo. Desde chiquillo acompañaba yo a mi padre a las campañas. Desde chavalo me subía a las cajas de tomates para alcanzar el micrófono y arengar a los jóvenes.
P. ¿Qué recuerda de aquella época?
R. Era duro y represivo participar en política. Tengo infinidad de anécdotas y recuerdos. Uno de ellos, de cuando me encarcelaron a los 12 años. Estudiaba en Guadalajara y en tiempos de campaña los jóvenes panistas pegábamos propaganda durante la noche en el centro de la ciudad. Nos detuvo la policía y, como yo era notoriamente el más pequeño, el feroz jefe policíaco, el Mayor Mendiolea, me puso en libertad delante de mis compañeros, pero no acepté huir y dejarlos en aquellos sótanos. Nos soltaron al día siguiente. Años más tarde volví a encontrarme con él y ya era el General Mendiolea. Después de reclamarle amistosamente aquella detención nos dimos un abrazo.
P. ¿Cómo era hacer política en los años sesenta?
R. Teníamos que defender cada voto, cada casilla, cada elección. Todo estaba en manos del presidente y de su secretario de Gobernación, no había INE, TRIFE ni nada, el gobierno hacía y decidía a su antojo. Defendíamos nuestros triunfos con las actas en las manos; y reconocíamos nuestras derrotas: eso le consta a muchos, entre ellos a esa basura que es Manuel Barlett. Lo que hice entonces lo volvería a hacer. He vivido con mucha intensidad y me arrepiento de las veces que no he sido justo. Pero creo que he sabido allanar conflictos y diferencias, he sido definido en todos los aspectos, pero no intolerante ni abusivo. Aborrezco a este miserable que está destruyendo el país, [López Obrador], pero si estuviera a mi alcance le evitaría una puñalada por la espalda.
P. ¿Qué recuerda de aquel debate televisivo de 1994 con Cárdenas y Zedillo?
R. Por ser el primer debate entre candidatos presidenciales, tuvo fuerte impacto. Pero sí te digo que un debate entre tres o más implica un enorme desafío. Los turnos de las participaciones dificultan la respuesta rápida y certera. Los mejores son entre dos. La definición de sus reglas no es sencilla. En la preparación y organización de aquel evento participamos: Esteban Moctezuma (PRI), Adolfo Aguilar (PRD) y yo (PAN). Cuidamos de que no se hiciera trampa con las cámaras, los enfoques, los tiempos y cualquier interferencia de terceros. Se sorteó únicamente el orden de las intervenciones iniciales. Propuse, y se aceptó, que tres cámaras se colocaran formando un triángulo equilátero y frente a cada una, el atril de cada candidato. Ninguno quedó al centro ni a la orilla. Son detalles, pero que pueden decidir mucho.
P. ¿Qué le parece la polémica de la estatua de Colón y el perdón de España?
R. Esto del revisionismo y de sustituir estatuas es parte de los tiempos que corren. Todas las estatuas están hechas para que vengan otros y las derriben. Pero pueden tirar las estatuas, pero no cambiar la historia. Todos estos enfermos que están tratando de negar parte importante de su raza y de su sangre son, simplemente, unos mal nacidos. México es una fusión de sangres. Pero ni siquiera solo española sino también de negros, chinos franceses... Y los indígenas también vienen de muchas sangres. Cómo van a poder 400 españoles contra todos si no fuera porque los indígenas de aquí era abusados y atropellados. Así que me parece estúpido y un engañabobos para seguir alimentando la discordia.
Suscríbase aquí a la newsletter de EL PAÍS México y reciba todas las claves informativas de la actualidad de este país