El agregado cultural de México en España, una polémica nada diplomática y un juicio en redes sociales
El despido de Jorge F. Hernández y los ataques a Brenda Lozano trascienden la estrategia del Gobierno para difundir la cultura en el extranjero y apuntan a pugnas políticas
Un remolino ha agitado en los últimos días a la diplomacia cultural de México. El cese del escritor Jorge F. Hernández como agregado cultural de la Embajada de México en España ha desembocado en una compleja historia que ha desencadenado una ristra de ataques en redes sociales a su sustituta, Brenda Lozano y llevado al poeta Enrique Márquez a renunciar a la dirección de la diplomacia cultural de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE). Márqu...
Un remolino ha agitado en los últimos días a la diplomacia cultural de México. El cese del escritor Jorge F. Hernández como agregado cultural de la Embajada de México en España ha desembocado en una compleja historia que ha desencadenado una ristra de ataques en redes sociales a su sustituta, Brenda Lozano y llevado al poeta Enrique Márquez a renunciar a la dirección de la diplomacia cultural de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE). Márquez encabezaba desde 2019 un ejercicio con el que la Administración de Andrés Manuel López Obrador buscaba fortalecer la presencia de las artes mexicanas en los 80 países donde el país cuenta con una representación diplomática. Un mecanismo que México ya empleaba desde hace varias décadas, pero que en los últimos años se ha formalizado con la designación oficial de agregados culturales. La polémica ha sido todo menos diplomática y ha contado con las redes sociales como escenario de un juicio sumario.
La crisis ha superado la intención del Gobierno mexicano de impulsar su diplomacia cultural y se ha enfrascado en un debate sobre si el cargo de agregado cultural puede ser ocupado por una persona crítica con el Gobierno de López Obrador o no. Los señalamientos hacia Hernández y los ataques hacia Lozano vienen de grupos que se consideran afines a la Cuarta Transformación del presidente, que se sumerge en un debate de polarización que tiene como trasfondo una pugna política. El presidente desde Palacio Nacional ha abonado a la polémica, sin referirse directamente a los escritores involucrados, pero dejando ver poca afinidad con el gremio cultural. “Es muy difícil encontrar en el aparato administrativo gente que no esté relacionada con académicos, intelectuales, que dominaron durante mucho tiempo”, dijo este miércoles.
La tormenta se desató la tarde del sábado 7 de agosto. Márquez lanzó un primer comunicado en el que anunciaba el cese de Hernández en la Embajada en España atribuyéndolo a “comportamientos poco dignos” de parte del escritor. El domingo 8 de agosto un nuevo comunicado del director de la diplomacia ampliaba la información –que ya había generado un intenso debate en redes sociales– y señalaba al escritor por referirse a la embajadora de México en España, María Carmen Oñate Laborde, “en términos muy ofensivos y misóginos”. Los comunicados confusos y crípticos de parte de la dirección de Márquez y la Cancillería no hicieron más que encender la conversación y plantear dudas que apuntaban hacia intrigas que el público en general no acababa de entender.
Hernández se ha defendido en diversos espacios en la prensa y en sus redes sociales, y ha asegurado que los señalamientos de Márquez hacia él son falsos. “Yo no dije ni insinué lo que ahora quieren poner en mi boca”, escribió en un texto que publicó en este diario, del que es columnista. El escritor amplió el contexto en el que Exteriores le cesó: las palabras con las que supuestamente le acusaban, asegura, fueron parte de una conversación privada en una cena de amigos a finales de julio en la que hubo “un advenedizo incómodo” que posteriormente lo “acosó, intimidó y amenazó” con supuestas grabaciones. Hernández llegó a mostrar en su cuenta de Twitter la carta que la Cancillería le envió para cerrar su relación laboral. Hernández insiste en que no se habla en ella de un cese y menos de todas las acusaciones que Márquez hizo. El texto es parecido al del término de una relación laboral de mutuo acuerdo en cualquier lugar de trabajo. “Mi cese fue una decisión apresurada, errática y que no siguió el debido proceso”, concluye Hernández a EL PAÍS.
Un par de días antes del cese del Hernández, una columna con su firma y titulada Por placer se publicaba en el diario Milenio. Allí criticaba –sin mencionarle nominalmente– los dichos del director de Materiales Educativos de la Secretaría de Educación Pública, Marx Arriaga, sobre la lectura como un “acto de consumo capitalista” publicados en El Universal y que Arriaga ha negado haber dicho a través de sus redes sociales. La disensión de Hernández con Arriaga despuntaba como una de las razones para el despido del escritor de la embajada en España. Hernández se ha inclinado por esta explicación.
Una vez pasada la polémica, la Cancillería anunció esta semana que la sucesora de Hernández sería la escritora Brenda Lozano, también columnista de EL PAÍS. Unas horas después del anuncio oficial, las redes sociales se han vuelto a encender con ataques hacia la autora por su feminismo y sus abiertas críticas a las políticas públicas de López Obrador respecto a las mujeres. Los mensajes en redes sociales hacia Hernández, Lozano y Márquez han subido de tono, pero en el caso de la escritora son directamente demostraciones de odio, incuso por su género. “Es desagradable la cantidad de insultos que ha recibido”, señala Hernández sobre el acoso del que Lozano ha sido objeto tras el anuncio de su nombramiento. La escritora declinó hacer comentarios a este diario sobre la polémica.
La ola de críticas ha llevado finalmente a la dimisión este miércoles de Márquez. En una carta dirigida al canciller, Marcelo Ebrard, el poeta mencionó que ha respondido a una solicitud de información sobre las razones por las que pidió el cese de Hernández. “Con ese informe, la comunidad cultural y la opinión pública tendrán acceso a la documentación de los hechos que en buena medida fueron distorsionados o manipulados por una intensa campaña de redes sociales”, escribió Márquez. Y se despidió aludiendo a dificultades para continuar con el fortalecimiento de la diplomacia cultural mexicana. “Considero muy difícil que podamos seguir construyendo con grandes resultados y consensos, como hasta ahora, la diplomacia cultural que México necesita en estos momentos en los que la cultura debe jugar un papel clave en la reinvención del mundo”. Un portavoz de Cancillería explicó a EL PAÍS que desde Exteriores no habría un posicionamiento oficial sobre la polémica.
México cuenta con una larga tradición en la que artistas y escritores han sido parte de las legaciones diplomáticas en el mundo. Escritores como Carlos Fuentes, Octavio Paz y Rosario Castellanos encabezaron estas sedes como sus embajadores, aunque buena parte de su trabajo consistió en impulsar la cultura mexicana en el extranjero. Castellanos llegó a escribir crónicas sobre las muestras de ballet folclórico desde Israel y Paz enviaba sesudos análisis sobre el conflicto indo-pakistaní que abordaban temáticas más amplias que las que un embajador suele enviar al ministerio de Exteriores que representa. Ante el reclamo de los diplomáticos de carrera, desde la primera década del siglo, la figura de agregado cultural está contemplada en la Ley del Servicio Exterior Mexicano para distinguir las actividades culturales de las políticas y económicas de las embajadas. Así, en las últimas dos décadas escritores como Juan Villoro, Jorge Volpi, Ignacio Padilla, entre otros, han asumido el cargo de agregados culturales en algunas embajadas mexicanas.
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