Baptiste Lormand, el empresario que murió trágicamente tras 20 años de hacer negocios en México
El restaurantero asesinado el pasado sábado es recordado como un hombre amable, discreto y exitoso
A sus 57 años, Laurent Houdebine es un hombre alto aunque ligeramente encorvado: recuerda un poco al tronco de un cedro. De mirada amable, sus ojos reflejan cierta tristeza, el eco de un amigo que ya no está. De origen francés, Houdebine marchó este lunes junto a varios cientos de personas en Ciudad de México, recuerdo de su compatriota Baptiste Lormand, asesinado el fin de semana en la capital. Los dos se conocían des...
A sus 57 años, Laurent Houdebine es un hombre alto aunque ligeramente encorvado: recuerda un poco al tronco de un cedro. De mirada amable, sus ojos reflejan cierta tristeza, el eco de un amigo que ya no está. De origen francés, Houdebine marchó este lunes junto a varios cientos de personas en Ciudad de México, recuerdo de su compatriota Baptiste Lormand, asesinado el fin de semana en la capital. Los dos se conocían desde hacía unos 15 años. Medio en broma, medio en serio, Houdebine, que se inclina para hablar, decía que “Baptiste era de esas personas que nunca habla mal de nada ni de nadie. Era muy positivo: no parecía francés”.
Houdebine y Lormand se habían conocido en la costa del Pacífico mexicano. Trabajaban en hoteles del litoral de Jalisco. “Él manejó un rato un hotel, el Hotelito Desconocido. Yo a veces iba a verle y hablábamos. A mí me gustaba bucear, pero él no era de eso. A él lo que le gustaba era el vino blanco de borgoña. Definitivamente chardonnay”, recuerda.
El asesinato del francés y de su socio, Luis Orozco, ha movilizado a la comunidad restaurantera de la colonia Polanco, donde los dos trabajaban. Durante la marcha del lunes, los rumores abundaban a media voz. ¿Quién lo hizo? ¿Por qué? Por la tarde se confirmó la primera detención, un hombre al que las autoridades llaman Ángel N. Este martes se ha informado de la detención de tres sospechosos más. Las autoridades apuntan al robo como móvil. Lormand y Orozco vendían vinos y licores de alta gama.
Para algunos de sus amigos y conocidos, el escenario del robo carece de sentido. Aunque ningún escenario lo tiene, tampoco la extorsión. Augusto Martínez, que conocía a Lormand desde hace más de 20 años, asegura que el empresario jamás hubiera opuesto resistencia en un intento de robo. Baptiste, dice Martínez, hubiera dejado que le robaran sin queja alguna para evitar más consecuencias y poder volver a casa. “Sabía de los riesgos que se corren y lo que hace falta para su familia. La pérdida de un padre es terrible”, sentencia.
Otros conocidos o amigos recuerdan a Lormand como alguien “muy humano”, “simpático pero discreto”, “responsable con sus dos hijos”, “trabajador”. Xavier, francés de 50 años que prefiere no dar su apellido, dice que cenaron juntos hace dos semanas, en su casa. No recuerda una conversación concreta, un tema particular. Preguntado por algún detalle de aquella cena, contestó: “Mira, yo me separé de mi esposa el mismo mes en que él se separó de la suya. Se llevaba muy bien con ella, pero para él había sido un fracaso, no entendía que había pasado”.
Thomas Lamy, sumiller de 43 años, recuerda que Lormand le dio su primer empleo en México hace como dos décadas. Entonces, Lamy era un recién llegado y Lormand manejaba una exitosa taberna francesa, Le Bouchon. “Llegué sin conocerle de nada, de casualidad. Al final, la comunidad francesa en Ciudad de México es pequeña. Hablamos 10 minutos y me contrató”, cuenta.
Un viejo amigo de Lormand, compañero de la escuela de hostelería en Glion, Suiza, en la década de 1990, cuenta que Le Bouchon fue “un hitazo”. En la época en que abrió Le Bouchon, dice, en referencia al año 2000 más o menos, los restaurantes franceses aquí en Ciudad de México eran caros. Y este no lo era y tenía este ambiente de taberna francesa”.
Le Bouchon funcionó en Polanquito, tres calles llenas de bares y restaurantes en el corazón de la colonia. Polanquito fue principio y fin de la vida profesional de Lormand en México. Su amigo de la escuela de hostelería cuenta que el francés llegó a México el 1 de septiembre de 1997, “¡El día después de que se murió Lady Di!”, exclama, como si aún se sorprendiera. Los dos y otros socios abrieron un restaurante al poco tiempo. Luego Lormand abrió Le Bouchon.
Lo que pasó después resulta un tanto extraño. Le Bouchon estuvo abierto hasta hace unos cinco o seis años, pero Lormand vendió su parte antes y salió corriendo a la costa de Jalisco. Este amigo de la escuela, que pide que su nombre no aparezca, dice que tuvo un problema en la taberna. “Él recibió una llamada, una amenaza de secuestro. Le dio mucho miedo, vendió sus acciones de Le Bouchon con la intención de irse. Pero algo cambió, porque al final no se fue y le salió esta oportunidad allá en la costa”. Esa oportunidad fue el Hotelito Desconocido.
Lonmard estuvo allá unos años hasta que la mala fortuna le hizo cambiar de planes. Tuvo un accidente de moto y la convalecencia le llevó de vuelta a la capital. Más tarde abrió su último local, Don Batiz, una cantina famosa por su pozole, también en Polanquito, justo enfrente de donde una vez abrió Le Bouchon.
En la puerta de la cantina estaba este lunes Emmanuel Salcedo, que trabaja allí desde hace varios años. Salcedo admiraba a Lormand y le consideraba un ejemplo por su éxito laboral y por su afable personalidad. “Más que un jefe o un extranjero era una familia para nosotros, siempre se comportó como un amigo, un familiar”, señala con nostalgia. Salcedo recuerda el día que el empresario le contactó para ofrecerle trabajo. “Me dijo que íbamos a hacer grandes cosas y que él quería ser más mexicano que todos los que viven aquí”, subraya.